En el Barrio Gótico de Barcelona. Foto : Opti Mystic/Flickr
¿Quién puede tener el descaro de atacar la imagen tan positiva y dinámica de Barcelona, esa "marca" fraguada desde hace dos decenios gracias a las mejores técnicas de márketing internacional?
Sólo algunas voces aisladas se alzaron estos últimos años para matizar la euforia y recalcar la diferencia entre el mito que se ha transmitido al exterior y la realidad que vivía la población. El antropólogo Manuel Delgado se preguntaba en 2007, en su ensayo sobre La Ciudad mentirosa (La Catarata) sobre "el engaño y la miseria del modelo de Barcelona". En 2008, Joan Ramon Resina, profesor de literatura y cultura hispánica en la Universidad de Stanford, analizó "el desarrollo y la decadencia de una imagen urbana", en su obra titulada La Vocacio de modernitat de Barcelona ("La vocación de modernidad de Barcelona", Galaxia Gutenberg).
Los excesos de una ciudad espectáculo
En los barrios populares de Poblenou o de Sants, apenas se han leído estas obras eruditas, pero desde el otoño, los barceloneses no pueden eludir las portadas de la prensa local, que también hablan de engaño, de miseria y de decadencia. Barcelona vive horas bajas, pues la actualidad le recuerda el riesgo que evocan los dos intelectuales de ver a la ciudad "morir de éxito" tras haberse promocionado como "un producto de consumo (...)
El diario se lamenta de "la retirada de la población local de este espacio público" víctima del turismo masivo y la degradación urbana que genera. Frente al descrédito, la prensa local hace un llamamiento a la movilización, sobre todo de las instituciones culturales, para crear, no para rehacer, "una marca Rambla". Por su parte, el alcalde interpela a los escépticos: "Que vengan a Ciutat Vella y que observen el combate que libramos para salvarla y hacer de ella un ejemplo de centro histórico rehabilitado".
Pero basta con remangarse para reparar en los daños colaterales de un turismo excesivo, aunque los ataques a la imagen de Barcelona son más graves cuando proceden del interior. Es el caso del segundo estruendo de este otoño: un escándalo que ha hecho que se tambalee el Palau de la Música catalana, ese teatro de arte coral que, antes de que fuera parte del Patrimonio Mundial de la Unesco ya constituía un monumento del orgullo catalán. La detención de su presidente, Félix Millet, acusado de haber desviado más de 10 millones de euros durante las obras de rehabilitación de este edificio modernista, ha consternado a los ciudadanos de a pie. La institución, que vive en gran medida de la financiación pública, del voluntariado y de las donaciones de los barceloneses, se encuentra en el centro de unas malversaciones que son más que un simple suceso." (Las tribulaciones de Barcelona. Publicado el 04 2009, Le Monde, citado por Presseurop)
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