29/5/08

Todavía duele. Es lo que tiene que te humillen de niño

“Vuelvo al recuerdo de otros tiempos para poder hilar lo que ha supuesto para mí el bilingüismo y su relación con la educación. Cuando de niña, a los cinco años aproximadamente, descubrí, al ir a la escuela, que la maestra nos hablaba de una manera extraña, pude asociar su habla con las voces de aquel aparato, la radio. Aquella situación fue sorprendente para mí. Me despertó la curiosidad por saber qué se hacía para hablar de aquella forma nada comprensible. Me entusiasmaba la idea de que también yo podría hacerlo.

Creo recordar mis intentos de reproducción oral delante de un espeto en un lugar de la casa jugando sola, a escondidas. Fue un juego placentero, imitaba el habla de la maestra a la vez que representaba el papel de los diferentes personajes de cuentos. Al comienzo fue una actividad individual y privada, creció mi autoestima a partir de mi propia audición invitando a otros niños al juego de hacer teatro en aquella forma de habla extraña pero bonita. A la acción le acompañaba la palabra inventada. Esta vivencia de la actividad compartida llena de fantasía e imaginación nos divertía a todos. Así fue el comienzo del aprendizaje de una nueva lengua.

El gusto por imitar la nueva lengua ¿tenía como fin la comunicación? No lo sé, creo que más bien intentábamos hacer cosas que nos agradaban en la lengua de la escuela.

¿Para qué? Tal vez por el simple hecho de jugar, o también para verificar las habilidades de aprendizaje lingüístico y querer sorprender a la maestra.

Sin embargo recuerdo otro episodio frustrante. La maestra me dio una orden en castellano, y al no entenderla no le pude responder. Por más que ella requiriera mi respuesta fui incapaz de darla. Recibí un buen castigo, todavía me duele.

Posteriormente llegan otras maestras que procuran entender la disociación entre la lengua de la escuela y la de los escolares. Creo que afectivamente eran más cercanas. Entonces perdí el miedo a no poder hablar bien el castellano.

¿Qué se manifiesta en este relato? (...)

Se manifiesta la incomprensión en la relación por la censura de la maestra. Pero se hace viable el aprendizaje por el apoyo afectivo que se percibe. (...)

El sistema educativo afronta como meta lograr el conocimiento y uso de las dos lenguas oficiales y el de una tercera lengua, el inglés... creemos que la mayoría no van a ser bilingües perfectos y tampoco plurilingües porque adquirirán diferentes competencias en cada lengua. Cada individuo aprende y practica una o más lenguas en relación al medio y a las necesidades. (...)

Y ahora que tenemos afluencia de personas inmigrantes procedentes de diferentes lugares... ¿Conviene que estos inmigrantes formen sus comunidades aparte para poder mantener sus lenguas y sus prácticas culturales?” (Feli Etxeberria Sagastume, Catedrática de Pedagogía del Lenguaje de la Universidad del País Vasco: Lecciones sobre bilingüismo. El Ciervo, mayo, 2008, nº 686)

Aprender en una lengua extraña puede ser un juego... o una humillación. De la misma manera que muchos niños fueron humillados durante el franquismo por profesores crueles o acobardados ¿No son humillados hoy niños charnegos y maketos por profesores crueles o acobardados? Por ejemplo, los que se prestan a vigilar en los recreos para que no se juegue en castellano. Otros convertirán en un juego la imposición del lenguaje de los poderosos. Pero la inmersión lingüística aporta las condiciones para la humillación. Como las aportaba el franquismo.

Y, tal como barrunta Feli Etxeberría, ¿Los niños inmigrantes árabes no deben conservar el idioma de sus padres? Para seguir entendiéndose con sus abuelos, con sus primos, con sus amigos... por lo mismo que los niños vascohablantes deben saber el vasco ¿Porqué unos sí, y otros no, si todos pagan la Seguridad Social?

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