1/10/20

Xavier Rius: Todavía no somos conscientes del mal que ha hecho Torra. No sólo por dejar el país paralizado en plena pandemia -más de lo que ya lo estaba- sino por la inestabilidad en la que nos ha hundido. Un pozo sin fondo

"Todavía no somos conscientes del mal que ha hecho Torra. No sólo por dejar el país paralizado en plena pandemia -más de lo que ya lo estaba- sino por la inestabilidad en la que nos ha hundido. Un pozo sin fondo.

De entrada, las elecciones no serán hasta Enero o Febrero. Estamos en Septiembre: cuatro meses. Se abre un largo período de interinidad: diez días para el fallido pleno de investidura. Dos meses más para, en teoría, encontrar otro candidato. Y finalmente disolución de la cámara: 54 días hasta las elecciones. El único responsable es Torra. Bueno, Torra y Puigdemont.

No es que lo hayan condenado por una pancarta sino por una desobediencia “obstinada y contumaz” como decía el Supremo. Y por unanimidad. Pero si lo admitió él hasta en el juicio: "sí, desobedecí". Ya puestos podría haber buscado un motivo más épico. Pero al procesismo siempre la faltan cojones al final.

El hombre iba lamentándose en las últimas semanas -en medios afines com la ACN o Vilaweb- que no le habían dejado culminar la independencia. Incluso que la Generalitat era un "embalum", que poco respeto para la institución que presidía.

Pero lo peor no es todo el vodevil. No sé si nos damos cuenta de la imagen que proyectamos los catalanes en el mundo.

Jordi Pujol, en sus memorias, dice que para que lo recibieran en todas las cancillerías europeas sólo había un secreto: "haciéndolo muy bien" (Vol II, pág. 353). "La seriedad es una actitud básica para que un país vaya adelante" expone unas páginas antes (Vol II, pág. 73). Bueno, pues esto se ha ido al carajo. En su última visita oficial a Bélgica antes de la escapada a Puigdemont sólo le recibió el alcalde de Gante. Y aún porque era un nacionalista flamenco. Y Torra fue a Lisboa a reabrir la delegación de la Generalitat en Portugal y no había nadie excepto altos cargos de la Generalitat y TV3. Es que ni una autoridad local. Nada. Han dejado un páramo, un desierto, un erial.

Pero no es sólo un tema de prestigio o de reconocimiento internacional -estos que se empeñaron que el mundo nos miraba. Catalunya se ha sumido en la inestabilidad política. Es una de las consecuencias más nefastas del proceso. En el bien entendido, además, de que unas elecciones ralentizan toda la maquinaria política y administrativa.

Los tres últimos meses -y soy benigno con el plazo- los consejeros, diputados y altos cargos están más preocupados de su futuro profesional que de su trabajo. ¿Iré en la listas? ¿En qué posición? ¿Saldré reelegido? ¿He de dar codazos? Es humano pero no ayuda. Y los tres meses después de la convocatoria electoral hay que esperar que sea elegido el nuevo presidente, nombre a sus consejeros y éstos designen a su vez hasta el último director general.

Pueden pasar, con suerte, como mínimo seis meses. Y que no sean más. Tanto en Catalunya como en Madrid ya hemos vivido períodos de interinidad. Pero es que resulta que Catalunya ha vivido ya cuatro elecciones anticipadas: las del 2006 con Maragall, las del 2012 y del 2015 con Mas, las del 2017 por el 155 y ahora las del 2021. Estamos, sin duda, a la cabeza del récord europeo. Alexis Tsipras convocó sólo unas elecciones anticipadas cuando Grecia estaba al borde del rescate. Nosotros hemos superado todas las expectativas. ¡Los catalanes, que teníamos fama de serios y pencaires!

Lo peor es que de la inestabilidad -que comporta también inseguridad jurídica e incertidumbre económica- es muy fácil entrar pero muy difícil salir. Es como las arenas movedizas."
(Xavier Rius, director de e-notícies, 29/09/20)

No hay comentarios: