"Por primera vez las criticas a la gestión sanitaria del Govern son generales y trascienden el ámbito de los partidos de la oposición,
abriéndose un boquete de descontento en todos los medios y opinadores,
incluso entre aquellos que son proclives a las tesis soberanistas.
Tras
tanto llenarse la boca exigiendo recuperar sus competencias, que en realidad nunca les fueron arrebatadas por el estado de alarma, Quim Torra y Alba Vergès
han dejado en evidencia su monumental improvisación e incompetencia.
Todos los expertos sanitarios coinciden en señalar que lo sucedido en el
Segrià era perfectamente previsible. Mientras el Gobierno de Aragón
logró atajar los brotes de coronavirus que se detectaron hacia el 20 de
junio en las comarcas de Huesca limítrofes con Lleida, devolviéndolas a
la fase 2 de la desescalada (medida que preventivamente también se
aplica ahora en Zaragoza ciudad y en otras poblaciones ante el
crecimiento de los contagios), la Generalitat ha actuado de forma
indolente hasta que la transmisión del virus se ha vuelto comunitaria y ahora mismo está descontrolada.
Sobre las condiciones infames de los temporeros se ha hablado mucho a lo largo de estas semanas, pero no tanto del hecho que el Govern de Artur Mas con su engreído 'Govern dels millors' desmanteló las oficinas móviles, las ayudas y los convenios con las entidades agrícolas que a partir de 2005-2006 había desplegado el entonces consejero socialista Josep Maria Rañé, evitando el trabajo irregular y los alojamientos indignos de los temporeros. Esta es una prueba de que nuestro autogobierno es potente si se gobierna bien.
Pero no solo Mas, tampoco Carles Puigdemont ni Torra han tenido el más mínimo interés en gestionar bien sus competencias, que no son pocas, ni sus enormes recursos, nada menos que 46.000 millones en el último presupuesto,
ya que el comodín secesionista es siempre el mismo: centrifugar las
culpas de todo hacia Madrid. Eso sí, los medios de la Generalitat se han
puesto enteramente desde 2012 al servicio del procés.
Sin embargo, la gestión de la pandemia ha provocado un estallido de
desconfianza como nunca antes, hacia el Govern de JxCat y ERC, y no solo
entre sus críticos habituales sino entre la mayoría de ciudadanos que
perciben con preocupación que Cataluña está en manos de un Govern
peligrosamente inútil.
En Lleida el enfado es mayúsculo entre sindicatos y empresarios, del que tampoco se salva el alcalde republicano Miquel Pueyo.
Es imperdonable la falta de rastreadores de calle para una tarea, que
hace meses ya se sabía del todo imprescindible, para controlar los
brotes. Hay solo 180 epidemiólogos sobre el terreno cuando necesitaríamos 2.000, según la jefa de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Vall d’Hebron, Magda Campins.
No solo es improvisación, también caos y descontrol.
Resulta
incomprensible que la Agencia de Salud Pública del Govern, organismo que
en teoría debería coordinar los rastreos y el monitoreo de los casos
positivos de coronavirus, siga sin responsable tras el cese hace más de un mes de Joan Guix,
que seguramente tiró la toalla ante el desastre que se avecinaba. Su
rostro al lado de la consejera Vergés en algunas ruedas de prensa era ya
todo un poema.
No solo es que lleguen tarde a la toma de decisiones, sino que lo hacen rematadamente mal. El varapalo argumental que les dado la jueza de instrucción cuando han intentado imponer el confinamiento domiciliario
en Lleida es de aúpa, tal como han puesto de manifiesto numerosos
juristas que han estudiado a fondo la resolución judicial.
A lo largo de
estos meses ha quedado claro que sin la declaración del estado de
alarma y a falta de una Ley Orgánica que específicamente así lo prevea, no es posible restringir los derechos constitucionales
de la ciudadanía encerrándola en sus casas. Esta es un competencia del
Gobierno español sometida al control del Congreso. Pero la jueza no solo
le recuerda eso a la Generalitat sino que le dice que no aporta en su informe datos concretos y definidos que avalen la adopción de medidas
limitativas tan graves de los derechos ciudadanos.
O sea, doble
incompetencia: jurídica y técnica. En realidad, si Torra hubiera querido
hacer bien las cosas debería haber solicitado al Gobierno español la declaración del estado de alarma restringido
a unas zonas muy concretas de Cataluña y que delegase en él la
autoridad. Si no lo ha hecho es porque igual creyó que podría arrancar
en fin de semana esa competencia de una jueza sustituta, que no es de
carrera sino que está en el cargo temporalmente, en lugar de tener que
pedir permiso a Madrid
. Y si no cuela, pues a liarla, cargando de nuevo contra la justicia española para esconder su ineptitud y mala fe." (Joaquim Coll, Crónica Global, 14/07/20)
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