"(...) En España parece que estamos todavía en la dicotomía izquierda-derecha. Salvo en Cataluña.
Cada país tiene su Historia. Los dos puntos fundamentales que explican la diferencia son el nacionalismo-independentismo y el franquismo. Pero sociológicamente y geográficamente, las dinámicas son comunes. Si mañana Cataluña fuera independiente tendría los mismos problemas, la misma fractura entre la Cataluña periférica y Barcelona.
Las fracturas económicas y sociales exceden la cuestión independentista. Estructuran la sociedad española atravesada también por la precarización de sus clases medias, de la polarización del empleo cualificado en Madrid y Barcelona. Las dinámicas son comunes. El fracaso de Podemos es el mismo que el de la izquierda francesa.
Cuando París se inclinó a la izquierda, dije que la izquierda había perdido al pueblo. Se acabó. Lo que mató a Podemos fue su sociología y su geografía. Aunque tenía un discurso de reconciliación con las clases populares, su geografía electoral no permitía el regreso de las clases populares.
Disculpe, pero lo que polariza España es una cuestión del siglo XIX, la independencia de Cataluña.
¿Estamos ante una cuestión identitaria o el dilema periferia-metrópolis? Las dos. Están conectadas. La cuestión identitaria o cultural está relacionada con la económica y la integración, con la metrópolis globalizada. Hay dos enfoques sobre Cataluña. A escala europea, son las regiones ricas (Escocia, Cataluña, Lombardía) las que buscan la independencia, nunca las pobres.
Es lo que podríamos llamar la secesión de las élites o de los ricos. Yo hablo del abandono del bien común por parte de las regiones más ricas, abandono del Estado y de su faceta redistributiva hacia las regiones más pobres. En el interior de Cataluña, el mapa es muy claro: la Cataluña periférica es mucho más independentista e identitaria que Barcelona, más abierta y globalizada.
También existe en Barcelona un fuerte sentimiento nacionalista muy atípico en una gran ciudad. Por eso digo que en el fondo hay una voluntad de autonomía de los más ricos.
Yo estoy en contra de la independencia. El hecho de que las zonas rurales del interior sean más nacionalistas hace pensar en el conjunto de las clases populares periféricas de Europa y en su voluntad de preservar un capital cultural: cuanto más frágil es tu posición social, más profundo es este sentimiento. Las clases populares están perdidas en la lógica de la globalización, de ahí su voluntad de protegerse preservando su capital cultural.
¿Una especie de comunitarismo?
Sí, de hecho. Relacionado con la debilidad de las clases populares, lo que no quiere decir que no haya sentimientos racistas. Es un nacionalismo profundo, histórico, visceral. Un nacionalismo cubierto, además, de una capa de etnicismo que también existe en el nacionalismo vasco. Pero todo esto ha sido revitalizado por la dinámica de la globalización. (...)"
(Entrevista a Christophe Guilluy, Iñaki Gil, El Mundo, El Mundo, 02/07/19)
Cada país tiene su Historia. Los dos puntos fundamentales que explican la diferencia son el nacionalismo-independentismo y el franquismo. Pero sociológicamente y geográficamente, las dinámicas son comunes. Si mañana Cataluña fuera independiente tendría los mismos problemas, la misma fractura entre la Cataluña periférica y Barcelona.
Las fracturas económicas y sociales exceden la cuestión independentista. Estructuran la sociedad española atravesada también por la precarización de sus clases medias, de la polarización del empleo cualificado en Madrid y Barcelona. Las dinámicas son comunes. El fracaso de Podemos es el mismo que el de la izquierda francesa.
Cuando París se inclinó a la izquierda, dije que la izquierda había perdido al pueblo. Se acabó. Lo que mató a Podemos fue su sociología y su geografía. Aunque tenía un discurso de reconciliación con las clases populares, su geografía electoral no permitía el regreso de las clases populares.
Disculpe, pero lo que polariza España es una cuestión del siglo XIX, la independencia de Cataluña.
¿Estamos ante una cuestión identitaria o el dilema periferia-metrópolis? Las dos. Están conectadas. La cuestión identitaria o cultural está relacionada con la económica y la integración, con la metrópolis globalizada. Hay dos enfoques sobre Cataluña. A escala europea, son las regiones ricas (Escocia, Cataluña, Lombardía) las que buscan la independencia, nunca las pobres.
Es lo que podríamos llamar la secesión de las élites o de los ricos. Yo hablo del abandono del bien común por parte de las regiones más ricas, abandono del Estado y de su faceta redistributiva hacia las regiones más pobres. En el interior de Cataluña, el mapa es muy claro: la Cataluña periférica es mucho más independentista e identitaria que Barcelona, más abierta y globalizada.
También existe en Barcelona un fuerte sentimiento nacionalista muy atípico en una gran ciudad. Por eso digo que en el fondo hay una voluntad de autonomía de los más ricos.
Yo estoy en contra de la independencia. El hecho de que las zonas rurales del interior sean más nacionalistas hace pensar en el conjunto de las clases populares periféricas de Europa y en su voluntad de preservar un capital cultural: cuanto más frágil es tu posición social, más profundo es este sentimiento. Las clases populares están perdidas en la lógica de la globalización, de ahí su voluntad de protegerse preservando su capital cultural.
¿Una especie de comunitarismo?
Sí, de hecho. Relacionado con la debilidad de las clases populares, lo que no quiere decir que no haya sentimientos racistas. Es un nacionalismo profundo, histórico, visceral. Un nacionalismo cubierto, además, de una capa de etnicismo que también existe en el nacionalismo vasco. Pero todo esto ha sido revitalizado por la dinámica de la globalización. (...)"
(Entrevista a Christophe Guilluy, Iñaki Gil, El Mundo, El Mundo, 02/07/19)
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