7/6/19

Un artículo en Vilaweb considera a los no indepes “tropas de ocupación”... Vivir en un mismo territorio, como compartir una historia, no equivale a hermandad... ¿O es que ya no sabemos distinguir entre inmigración y empleo?

"Un artículo de Vilaweb, firmado por el catedrático Joan Ramon Resina, trata a los no independentistas de “tropas de ocupación” y hace un llamamiento a convertir Catalunya en un territorio “inhóspito al invasor”. 

“Va siendo hora, pues, que los patriotas, si los hay, osen romper el encantamiento con que les somete la propaganda y nieguen la condición de catalanes a los que no son sino tropas de ocupación”, afirma.


Joan Ramon Resina, jefe del programa de estudios ibéricos de la universidad de Stanford, critica que haya catalanes que “se deshacen por demostrar al ocupante que está en su casa”. “La única estrategia validada por la historia de las ocupaciones consiste en hacer el país inhóspito en lugar de acogedor”, considera el catedrático.

“El primero de octubre fue un hito global. Pero esta fuerza se enerva y se disipa con la pasión por ser amigo de todo el mundo”, señala el artículo, al tiempo que añade que “resistir exige hacer de Catalunya un país inhóspito al invasor”.

El artículo también critica que los diputados de JxCat Josep Rull y Jordi Turull saludaran con dos besos a la dirigente de Ciudadanos, Inés Arrimadas, en el Congreso. “Aquellos besos ofenden el decoro del independentismo”, cree Ramon Resina."              (e-notícies, 26/05/19)


"El verano de 1941, con Francia ocupada por los alemanes, Jean Bruller escribió Le silence de la mer. 

La publicó secretamente bajo el seudónimo de Vercors y enseguida se convirtió en un referente de la resistencia. El argumento es muy sencillo, como todas las cosas modidas por la urgencia. 

Un hombre de edad avanzada y su sobrina se encuentran obligados a hospedar a un oficial alemán. Este hombre, compositor a la vida civil, los  trata con perfecta corrección. Sabe que su presencia es forzada, pero les habla ingenuamente de la hermandad entre los dos países, víctima crédula de la propaganda nazi. 

Pero por más que se esfuerce en parecer gentil y aunque lo sea objetivamente, no consigue arrancar ninguna palabra de sus hospederos. Estos, practicando lo que hoy se denomina resistencia pasiva, hacen del silencio un argumento insuperable y eventualmente insoportable contra el invasor.

(...)  Que, por cierto, acaba dándose cuenta de la conducta real de sus y considerando insostenible su posición. Entonces pide el traslado en el frente del este, y se despide de los huéspedes diciéndoles que se va al infierno. De ocupantes tan nobles, Cataluña no ha conocido ninguno.

 La liberación no le vendrá del remordimiento de quienes, provenientes de fuera, pasean el uniforme de su estado dando órdenes mientras acusan a los de casa de dividirla. Va siendo hora, pues, que los patriotas, si las hay, osen romper el encantamiento con que los somete la propaganda y nieguen la condición de catalanes a los que no son sino tropas de ocupación.

 Vivir en un mismo territorio, como compartir una historia, no equivale a hermandad. Como advertía el añorado y siempre incisivo Manuel Vázquez Montalbán, catalanes y españoles tienen una historia en común, ciertamente, pero la historia no es igual vista del un lado de los cañones que de la otra. ¿O es que ya no sabemos distinguir entre inmigración y empleo?

 La situación es peor que la de familia de la novela, pues, consciente de un deber básico de la civilidad, el oficial alemán esforzaba en hablar el idioma de sus huéspedes. Pero muchos catalanes tienen aluminosis en la columna vertebral y se deshacen en reverencias para demostrar al ocupante que está en su casa.

 Los hay que, con una superioridad moral a la medida de su abyección, hacen ver que creen que el alemán es propio del país. Quiero decir, claro, el alemán de Valladolid. Si los catalanes estamos donde estamos lingüísticamente y políticamente -una cosa va con la otra- es porque nos esforzamos a hablar como el invasor y así hemos desaprendido la lengua propia, que es lo que hace elocuente el silencio. Creemos que congraciarse con ellos olvidará quiénes somos y quién es él, y en todo caso ya buscaremos la manera de olvidarlo nosotros.

 La peor debilidad, la gran maldición catalana, es el miedo de desagradar. Sobre todo desagradar a quienes han mostrado alguna señal de poder, aunque sea el de imponer su idioma. ¡Tan sencillo y tan eficaz como sería de levantar un muro de silencio! 

 Estos días hemos leído palabras admirativas sobre la lección de dignidad de los presos en el congreso. Para la heroicidad de prometer sus cargos por la República y cosas parecidas. Y por haberlo hecho en catalán, para más irritación del fascismo. Todos menos Junqueras. Pero este gesto de imponente fuerza simbólica se estropeó cuando se acercaron a saludar como bien educados al carcelero jefe.

 Aunque los micrófonos no lo captaron, es poco dudoso que se dirigieran en alemán. ¿De qué sirve entonces hacer un gesto público de resistencia si no lo aguantan ni un minuto? Los personajes de Vercors no hacen ninguna declaración simbólica ante un país admirativo. 

 La resistencia se lleva hasta la intimidad, sin más testigo que uno mismo y el enemigo, y se sostiene cada día a pesar de la tirantez en la convivencia y los obstáculos para los asuntos de costumbre. (...)"          (Joan Ramon Resina , Vilaweb, 26/05/19)

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