"Y a pesar de las previsiones tremendistas de los convencidos de que el
fin de España y según cómo del capitalismo eran inminentes, lo cierto es
que, puntual como los relojes suizos, la primavera ha llegado a todas
las casas y, con ella, las calles se han llenado nuevamente de gente,
los balcones de rosales y geranios floridos, las terrazas de risas y
alegría. (...)
Si no fuera porque tener a buena parte de los líderes
del procés en prisión provoca una pena terrible, resulta una injusticia
hiriente, el espectáculo que describen algunos o las declaraciones y
gestos que hacen otros nos harían reír, por esperpénticos y desfasados,
por impropios de una sociedad evolucionada como la nuestra.
De hecho, tengo la impresión de que en Madrid ya hace
meses que han pasado página y que las noticias que llegan del Govern
Torra o las mismas informaciones que genera el juicio por el procés cada
vez resultan más tediosas, por grotescas y repetitivas. La misma plaza
de la Villa de París, que acoge uno de los frontales del Tribunal
Supremo, ya hace semanas que ha recuperado su total y absoluta
normalidad, con sólo algunos medios resistentes, que seguramente
procuran estirar un chicle cada vez más insípido y gastado.
El montón
de periodistas y los pocos curiosos que se concentraron los primeros
días del juicio han ido cediendo terreno nuevamente a los vecinos que
de noche salen a pasear el perro, a los funcionarios de la Audiencia o
a los ejecutivos que trabajan en oficinas de la zona y que salen a
fumar.
De hecho, Enrique, el propietario del bar del barrio que ha sido
comisionado por el juez Marchena para preparar diariamente el catering
para magistrados y procesados presos, resopla porque el juicio no ha
respondido a las expectativas: “¡ Joder, Santi, yo creía que esto lo
petaría, y veo que estamos los de siempre!”.(...)
Por la noche, en el gimnasio municipal Barceló,
adonde voy a correr para quitarme de encima el dolor de riñones de
tantas horas en el banco de los acusados, mientras activo alguna máquina
deportiva siempre se acerca algún joven para pedirme alguna foto o
para desearme suerte, “a usted y a sus compañeros” y “para que todo esto
se acabe pronto”. ¡Todo un ambiente de tensión, hostilidad y crispación
irresistible, vaya!
A pesar de la brega que inevitablemente causa
cualquier campaña electoral, tengo la impresión de que también en
Catalunya el ambiente que se respira es similar, cada vez más
desinflamado. Los llamamientos presidenciales a llenar los balcones de
pancartas y a reanudar las movilizaciones han sido recibidos con
escepticismo, atendidos discretamente por los más militantes y
contestados con rotunda indiferencia por el resto de los mortales.
La gente quiere pasar página, quizás sin renuncias, pero seguro que sin
más disparates. Conseguirlo, ciertamente, tendrá que ver con la
capacidad del Tribunal Supremo de ofrecer una sentencia justa y
moderada, que forme parte más de la solución que del agravamiento del
problema político que persiste en Catalunya y, también, con la
conclusión de un ciclo electoral en el que los nuevos alcaldes y
diputados que salgan elegidos tengan más madera de bomberos que de
pirómanos, sean más partidarios de vincularse al optimismo que al
resentimiento, que sólo cronifica el dolor y la rabia.
Porque contra
pronóstico, y aunque a algunos les pese, con república o con monarquía,
la primavera se ha vuelto a abrir camino." (Santi Vila, La Vanguardia, 10/04/19)
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