"(...) De la misma manera que el aislacionismo ya no es una opción
viable en el siglo XXI, tampoco hay mundialismo que pueda acabar con la
fragmentación territorial por un doble motivo: porque la democracia de
proximidad es de mayor calidad y porque nuestro carácter grupal es algo
que llevamos marcado a fuego en nuestra evolución como especie.
En este sentido, la opción federal y la fragmentación de la
soberanía en función de los ámbitos temáticos me parece, por tanto, la
opción que mejor se corresponde con los retos y las aspiraciones
democráticas del mundo actual
“Vale, vale, muy bonito todo, pero y lo de Catalunya qué” repetirá el mismo de antes
Pues, aunque – como he explicado antes – yo no comparta las
pretensiones secesionistas – creo que Catalunya hade hacer lo que
quiera, como es natural.
Todas las divisiones territoriales actualmente existentes son
fruto, más o menos disparatado, de actos de guerra. Por tanto, no debe
llamar a escándalo que se pretendan modificar fronteras
Sin embargo, me parece esencial tener en cuenta – además de
las consideraciones con las que he iniciado este artículo – otras dos
que me parecen esenciales
1.- Las modificaciones fronterizas tienen que ser fruto de un
consenso político amplio en el territorio que se quiere independizar.
Los referéndums de Quebec y Escocia e incluso el del Brexit en Gran
Bretaña deberían servir para algo.
En este sentido, que en Catalanuya
esté montada la que se ha montado por partidos que, todos juntos, no
suman el 50% de los votos y que gozan de exiguas mayorías parlamentarias
por la única razón de que los votos de un ciudadano de Gerona o Lérida
vale el doble que el de un ciudadano de Barcelona es
sencillamente indignante. Que se lo trabajen y que obtengan apoyos
holgados antes de dar cualquier paso.
2) La organización territorial del poder ha de fundamentarse
en la búsqueda de la racionalidad política y en la voluntad de la
ciudadanía.
Las cuestiones lingüísticas, históricas y culturales pueden
ser utilizadas como refuerzo pero con mucha mesura: intentar que sean la
demostración irrefutable de que la secesión debe producirse me parece
absurdo y reaccionario: la voluntad política es lo único que cuenta.
En
este sentido, la mía – mi voluntad política – tiene mucho que ver con mi
convicción de que el cómplice natural de un trabajador que cobraba
salarios irrisorios y que ahora cobra una pensión irrisoria son todos
los trabajadores del universo mundo que se hallan en una situación
semejante, no los rentistas que viven como dioses y sin pegar palo al
agua, ya sean estos catalanes, madrileños o suecos."
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