"(...) ¿Quiénes son los partidos independentistas?
Tres son los partidos independentistas con representación en el Parlament de Catalunya. Uno
es Convergència (CDC), que es la derecha catalana que ha gobernado
durante la mayor parte del período democrático, que defiende un
nacionalismo profundamente conservador y patrimonialista de las
instituciones públicas de la Generalitat de Catalunya, y que se caracteriza por un culturalismo étnico, rozando el racismo (que en sus orígenes llamaba charnegos
a los trabajadores procedente del sur de España, principalmente
Andalucía y Murcia, palabra que tiene un componente casi étnico y
también claramente clasista).
Es un partido muy semejante al partido de
la derecha española, el PP, también partido nacionalista (españolista) y
patrimonialista de las instituciones públicas del Estado español.
Y
como el PP, CDC ha llevado a cabo políticas muy duras de claro corte
neoliberal, apoyando la reforma laboral del gobierno español del PP
(causante, junto con la reforma laboral del PSOE de 2010, de la enorme
extensión de la precariedad y del deterioro del mercado de trabajo
catalán) y los recortes del gasto público social, de los más acentuados
en España, aplicando la ley de estabilidad presupuestaria del PP (del
2012) y también el decreto de recortes, también del PP, en el 2012.
También aprobó la amnistía fiscal del PP del 2012.
Es un partido de
sensibilidad neoliberal, perteneciente hasta hace poco al mismo grupo
parlamentario europeo que Ciudadanos hasta que fue expulsado por su
historial de corrupción.
Este partido se convirtió al independentismo recientemente debido a
varios factores, siendo uno de ellos el temor de perder apoyo electoral,
intentando liderar desde el gobierno el bloque independentista (que lo
constituyen, además de CDC, ERC y CUP).
Utilizando su abusivo control de
la Generalitat de Catalunya, potenció marcadamente movimientos
nacionalistas ya existentes como la ANC y Òmnium Cultural, con el fin de que el centro de atención y agitación en Catalunya fuera el tema nacional en lugar del tema social. En realidad, tal como subraya Jordi Amat en su libro La conjura de los irresponsables (Anagrama, 2017), estos movimientos adquirieron
mucha mayor visibilidad mediática y política poco después de que
apareciera el Movimiento de los Indignados –el 15-M– que había asustado
al gobierno nacionalista catalán (así como al gobierno español), pues
había puesto la enorme crisis social generada por la aplicación de
políticas neoliberales por parte de ambos gobiernos en el centro del debate político.
Hay que recordar que el president Artur Mas tuvo que entrar al
Parlament en helicóptero, pues el 15-M rodeó tal institución como
protesta hacia los recortes sociales que estaba aprobando aquel
gobierno.
Jordi Turull, entonces portavoz de Convergència en el Parlament, fue uno de los que intentaron endurecer las penas judiciales a los detenidos
del 15-M en aquella manifestación, interponiendo, junto con la
Generalitat de Catalunya y la Fiscalía, un recurso ante el Tribunal
Supremo contra el fallo de la Audiencia Nacional por no tener en cuenta las penas de prisión que pedían.
Tal dirigente está hoy entre los presos políticos detenidos, y critica a la misma institución (TS) por su encarcelamiento. Comparto
tal crítica, pues considero denunciable que se encarcele a ciudadanos
por sus opiniones. Pero hay que recordar que Jordi Turull y el gobierno
catalán (nacionalista entonces e independentista ahora) querían mandar a
la cárcel al 15-M por las mismas razones.
Aunque CDC (hoy rebautizado como PDeCAT) es la fuerza hegemónica dentro del bloque independentista, hay
otras dos formaciones en él: ERC y la CUP. ERC es un partido de una
gran variedad de sensibilidades políticas.
Se define como un partido de
centroizquierda y formó parte del gobierno tripartito de la Generalitat
de Catalunya apoyando políticas progresistas que caracterizaron aquel
gobierno. Sin embargo, el equipo de dirección de ERC, encabezado por Carod-Rovira, ha cambiado y, bajo la dirección de Oriol Junqueras, promueve hoy como prioritario el tema nacional, exigiendo la independencia unilateral,
y formando gobierno con Convergència en la Generalitat de Catalunya,
que ha situado la independencia de Catalunya como su objetivo
primordial, anteponiendo en teoría este objetivo a todo lo demás.
La
CUP es un partido independentista radical que se autodefine como de
izquierdas, característica que aun cuando aparece en sus gobiernos
municipales, desaparece a nivel de Catalunya al anteponer
sistemáticamente el proyecto independentista unilateral a todo lo demás, incluyendo al tema social. En realidad CDC, sin su apoyo, habría tenido que dejar el gobierno.
El futuro del independentismo
El Estado español ha mostrado una actitud rígida y represiva que explica tal rechazo. Y ha facilitado a los partidos independentistas mostrar España (que se confunde con el Estado español) como un país rígido, represivo e insensible hacia la plurinacionalidad, que nunca cambiará.
Y esta postura, que ha sido un gran éxito desde el punto
de vista partidista, ha significado también un gran obstáculo para su
propio proyecto, pues ha antagonizado a la vez a los catalanes que se
sienten españoles y que son la mayoría en Catalunya.
El principal motivo de su equivocación es ignorar que España
está dentro de Catalunya, es decir, que la mayoría de catalanes, como
he dicho antes, se sienten españoles y más de la mitad de los catalanes
no desean la independencia. Y esta mitad incluye a la mayoría
de la clase trabajadora y de las clases populares en Catalunya, que
están enraizadas en otras partes de España.
En Barcelona, los
distritos con nivel de renta superior a la media es donde, en general,
los partidos independentistas consiguen más votos. En los de nivel por
debajo de la media consiguen menos votos.
Y para acentuar todavía más este rechazo de los catalanes que se sienten españoles hacia la independencia, el
bloque independentista está hegemonizado por la derecha catalana, que
siempre ha gozado de escaso apoyo electoral entre la clase trabajadora
catalana, resultado de su aplicación de políticas neoliberales (reforma
laboral y recortes de gasto público social) que han dañado el bienestar
y la calidad de vida de las clases populares en Catalunya.
En realidad, los gobiernos convergentes liderados por Artur Mas
(2010-2015) y Puigdemont (2016-2017), recortaron de educación 626
millones de euros, de sanidad 1.027 millones, de vivienda 366 millones,
de protección social 149 millones, de promoción social 31 millones, de
fomento de ocupación 8,3 millones, con un total de 2.209 millones de
euros, lo cual representa casi un 1% del PIB catalán.
Considerar a España como el principal adversario, en un
contexto en el que la mayoría de catalanes se sienten también españoles,
es un grave error para el proyecto independentista.
Es más,
aunque rentable desde el punto de vista electoral (pues la represión por
parte del Estado tiene gran capacidad de movilización), su
proceso unilateral es enormemente dañino para Catalunya y para España,
pues ha movilizado a las fuerzas más reaccionarias, incluyendo el
fascismo español, radicalizando a las derechas en España. (...)
Es más, se han creado unas tensiones dentro de Catalunya que representan
un enorme obstáculo y distracción del debate que debería existir sobre
la situación social, a fin de mejorar la calidad de vida y bienestar de
la población.
Tal insensibilidad social del bloque independentista queda reflejada, una vez más, al
oponerse a apoyar el presupuesto pactado PSOE-Unidos Podemos, que
mejoraría notablemente el bienestar de las clases populares catalanas,
anteponiendo sus intereses partidistas a los intereses generales del
país.
¿Cuál es la alternativa para las fuerzas progresistas?
(...) Pero en lugar de establecer dicha alianza, los partidos
independentistas en muchas ocasiones han visto a tales fuerzas
españolas, como por ejemplo Unidos Podemos, como el adversario (o incluso peor, pues al ofrecer una visión de España amable diluyen la actitud bélica que les favorece electoralmente).
Y ha sido uno de sus objetivos intentar desacreditarlas, como se ha visto con la utilización de figuras políticas que o bien han dejado tales partidos, o
bien aún permanecen en ellos pero son muy críticos, para atacarlos en
los mayores medios de información y persuasión, que controlan
abusivamente los independentistas, como TV3 y Catalunya Ràdio.
En estos casos, la crítica que tales personajes hacen es que
En Comú Podem no es suficientemente próximo a los independentistas.
Consideran que En Comú Podem tiene que ser menos de izquierdas y “más
catalanista”, con lo cual acentúan que el independentismo es la única
alternativa al soberanismo.
En esta postura se ignora que la
historia de las izquierdas gobernantes ha venido marcada frecuentemente
por un movimiento al centro y después a la derecha para representar a
toda la población, una población mítica, sin clases sociales,
constituida como el pueblo (el “poble” catalán) que siempre tiene un
componente de clase media elevada, con amplios sectores de las zonas
rurales y conservadoras (zonas donde los partidos CDC y ERC obtienen sus
mejores resultados).
La clase social desaparece de tal visión,
dificultando así la conexión con las clases populares del resto de
España. Y ahí está la raíz del problema. Así de claro." (Vicenç Navarro , Público, 17/01/19)
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