"No me mueve a escribir este artículo ninguna simpatía hacia el cómico
llamado Dani Mateo, que en una humorada reciente se sonó los mocos en
una bandera española. (...)
Tampoco escribo este artículo por aversión a las banderas, que algunos
botarates consideran un mero “trapo”. Pero también es un “trapo” el
pañuelo que la muchacha regala a su novio en prenda de su amor, o la
bufanda que el hijo hereda de su padre difunto; y en esos “trapos” los
seres humanos simbolizamos, desde la noche de los tiempos, nuestros
amores más abnegados.
A través de las banderas, como a través del
pañuelo de la novia o la bufanda del padre difunto, los hombres
expresamos nuestras lealtades más arraigadas, nuestros anhelos más
hondos, nuestras aspiraciones más nobles. En un pasaje especialmente
tenebroso de La filosofía en el tocador, el
marqués de Sade propone que, en lugar de perpetrar matanzas o
deportaciones, quien desee destruir una comunidad humana debe «emplear
la fuerza contra sus símbolos».
Y es que Sade sabía perfectamente que la
destrucción de los símbolos es la antesala del aniquilamiento de la
naturaleza humana: pues el hombre, antes que ese animal económico que
postula el materialismo, es un «animal simbólico» cuya vocación
espiritual sólo puede expresarse mediante “trapos”, canciones o ritos
que encierren la fuerza de un símbolo.
Los ingenieros sociales más
sofisticados, antes que las masacres, prefieren el despojo y el escarnio
de los símbolos, que dejan a los pueblos sin identidad, moviéndose en
el vacío hasta convertirse en patulea desalmada: fieras prestas a
atender de nuevo la llamada de la selva. (...)
Y entonces nos preguntamos si campañas tan desmesuradas como la que se ha orquestado contra el cómico no serán, precisamente, señuelos que se lanzan al pueblo,
para provocar en él reacciones viscerales, al modo en que Paulov hacía
sonar una campanilla, para que salivase el perro de sus experimentos.
Y
también nos preguntamos si tales campañas no se orquestarán para
distraer la atención de los aprovechateguis que perpetran sus
trapisondas y cambalaches envueltos en la bandera española. Tal vez ese
cómico haya llenado una bandera de mocos; pero los mocos, por espesos
que sean, no resisten una lavadura.
En cambio, estos salvapatrias
fariseos que se forran envolviéndose en la bandera española la ensucian
con manchas indelebles. Y, a la vez que ensucian el símbolo, tornan
odiosa para muchos la realidad que ese símbolo representa." (Juan Manuel de Prada, XLSemanal)
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