"La construcción de la identidad nacional, un asunto inmutable desde hace
siglos para los nacionalistas, es un proceso histórico que se llevó a
cabo en el siglo XIX en una época en que las personas pasaron de ser
súbditos a ser ciudadanos, explica Xosé M. Núñez Seixas, catedrático de
Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago. (...)
Es bastante frecuente ver
a políticos que dicen que son patriotas, no nacionalistas. ¿Los
nacionalistas son siempre los otros? ¿Desde el punto de vista histórico
hay alguna diferencia?
En mi opinión, no.
Para mí, la diferencia entre patriotismo y nacionalismo es de matiz, de
intensidad, pero no de naturaleza. El patriotismo entendido como virtud
cívica, de lealtad a una institución política o nación supone que
previamente se acepta la legitimidad y existencia de esa nación.
Lo que
pasa es que la intensidad de su manifestación no siempre es igual a la
de un nacionalista, porque un nacionalista considera que su nación está
en peligro de desaparición o está siendo amenazada por no tener un
reconocimiento suficiente. Dicho esto, la mayor parte de los
nacionalistas no se reconocen como tales. Eso es especialmente usual
entre nacionalismos con Estado, en España y otros lugares.
Si no hubiera existido el nacionalismo francés, sería dudoso que
Francia existiera ahora como país, y lo mismo se puede decir de otras
naciones.
Por supuesto. El nacionalismo construye las naciones.
Cita en el libro un concepto desarrollado por Anne-Marie Thiesse, autora de La creación de las identidades nacionales:
"Los nacionalismos usan el método Ikea". ¿Es un poco un hágalo usted
mismo con los elementos culturales e históricos que quiera?
Claro. A la hora de construir las naciones sobre todo en el siglo XIX
había que optar por una serie de elementos diacríticos para definir una
identidad nacional. Había que llevar a cabo una lectura selectiva del
pasado colectivo, una selección de rasgos culturales, presentes en la
realidad pero siempre de un modo muy disperso.
El método Ikea consiste
en decir por ejemplo: si los franceses dicen que nos basamos primero en
los galos con Vercingétorix como mito de resistencia contra los romanos,
entonces yo voy a elegir a Viriato, y donde los franceses tienen a
Alesia, yo tengo Numancia o Sagunto, donde dicen que tenemos a los
francos y a Carlomagno, nosotros a los Reyes Católicos.
Aunque parten de
la base de que su nación es única en el mundo, en el fondo están
siguiendo una dinámica muy internacional, que es la de imitar otros
modelos de nación que son exitosos y que en el fondo son muy similares
entre sí.
Cuando se dice que España es una nación más allá de
lo que diga la Constitución actual o las anteriores del siglo XIX, ¿es
eso un rasgo indudable de nacionalismo?
Creo que sí. El hecho de decir que España es una nación y defenderlo de
manera consecuente indica que se es nacionalista, lo cual no quiere
decir que se sea facha, hablando claramente.
¿Es en el siglo XIX cuando se produce el proceso de formación de la nación española, al igual que otros países europeos?
Hay una idea de España que es anterior, pero esa idea es polisémica.
Álvarez Junco y otros autores lo han puesto muy bien de manifiesto. Los
conceptos patria y nación en el siglo XVIII y antes son muy móviles. No
denotan lo que pasan a denotar con la era de las revoluciones liberales y
el nacionalismo, es decir, un sujeto de derechos políticos colectivos
como titular de la soberanía.
La soberanía deja de radicar en el rey, y
el titular pasa a ser la nación. Creo que sí, en el siglo XIX lo que
nace es un proyecto de España como nación. Además, es una nación
posimperial, porque todavía es un imperio, lo cual presenta un cierto
problema de conversión.
En ese proceso se utilizan mitos
anteriores pero también hechos contemporáneos a los que se da un valor
de mito fundacional, como la Guerra de Independencia. Es interesante
porque a los liberales les cuesta mucho que arraigue el concepto de esa
guerra como forjadora de la identidad nacional.
Lo que pasa a la España conservadora es que la Constitución de Cádiz no
era tan asumible para ellos. Lo eran el cura Merino, Fray Vélez, el filósofo Rancio,
y no eran tan asumibles los liberales gaditanos. Por otro lado, estaban
de acuerdo en que la guerra antinapoleónica era la gran gesta española
contra Napoleón y el inicio de una nueva definición de la comunidad
política española. Pero hay toda una pluralidad de motivaciones que se
simplifica, como ocurre en otros países.
Por ejemplo
en Alemania, cuando se habla de las guerras de liberación, se está
también llevando a cabo la misma operación de reducción. Uno de los
mejores libros de historia de Alemania empieza con una frase provocativa
y muy buena. "En el origen de la historia de Alemania está Napoleón".
De aquí diría lo mismo. Contra Napoleón, empezaron a hacerse muchas
naciones europeas.
Cuenta en el
libro que la pérdida de las colonias en América a partir de 1820 no tuvo
un gran impacto en el pueblo. ¿Las consideraban las colonias del rey
más que de España? ¿No hubo trauma nacional?
No hubo trauma nacional. Prueba de eso es que el héroe liberal era
un oficial, el coronel Rafael del Riego que se rebeló contra Fernando
VII con las tropas que debían ir a América para combatir a los
insurrectos. Podría haber sido visto como un traidor, pero para los
liberales fue un héroe. De las muchas acusaciones que se hicieron contra
Riego por los absolutistas, curiosamente la de traidor, la de favorecer
a los americanos, no fue la más grave.+
En cambio,
cuando se pierden Cuba y Puerto Rico, la percepción es completamente
diferente. Eran consideradas la España de ultramar, algo más que
colonias. Ahí se había creado un vínculo mucho más estrecho. Pero
también tiene que ver con el hecho de que la idea de España a finales
del XIX ya era diferente a la que había en 1820.
Ese periodo en que se está
construyendo la idea de España en el XIX es una época en general de
decadencia. Si hay algún fracaso en el proceso, hay que examinar las
causas en el XIX, y no tanto en el XX.
La
perspectiva historiográfica actual tiende no necesariamente a ver la
construcción de España en el siglo XIX como un fracaso. Aquella idea del
fracaso de la Revolución Industrial o de la revolución liberal y por
tanto su correlato en el fracaso de la construcción de la unidad
nacional, hoy en día se ve de una manera muy matizada.
La ruptura con la
monarquía del Antiguo Régimen fue mucho mayor de lo que se piensa.
Efectivamente, no prosperó una Revolución Industrial a la inglesa, pero
sí hubo brotes verdes progresivos. El siglo XIX español está lleno de
violencia política, es verdad, pero también hubo construcción del
Estado.
Pensemos que hasta el último tercio del XIX la idea de la nación
estaba mucho más extendida de lo que pensábamos, así como el uso de la
bandera bicolor. Cuando hay algunos conflictos exteriores, pocos, en los
que España interviene, hay auténticas manifestaciones de patriotismo
callejero. La narrativa del fracaso hay que matizarla mucho.
No hay que ver España como una anomalía en el contexto europeo, sino
como una variante propia de un fenómeno más general. Esto tiene que ver
con el hecho de que las élites españolas del XIX se comparaban con
Francia, querían ser como Francia, y la historiografía posterior tomó a
Francia, y a Gran Bretaña en otros aspectos, como paradigmas de la
normalidad. Y no hay tal paradigma. Cada país sigue su propio camino.
Pero es cierto que en la formación
de un Estado como el francés fue necesario que se impusiera el francés
como lengua común y por ello el Estado volcó toda una serie de recursos
económicos sobre la educación. Creo que cita en el libro que la
inversión en educación en España...
Fue muy inferior.
Y que gobernantes como Narváez veían al pueblo como algo muy inferior, casi desdeñable.
Eso tuvo probablemente una repercusión, pero el proceso de
nacionalización francés se puede leer de varias maneras. Algunos lo ven
como un éxito, pero también hay quien lo ve como un proceso mucho más
difícil y que sólo se culmina con un gran evento traumático, que es la
Primera Guerra Mundial.
Por eso, doy importancia al hecho de que España
no tenga enemigos exteriores muy definidos y que haya permanecido al
margen de los grandes conflictos mundiales. Probablemente, pocas cosas
hicieron más a Francia que la convivencia en las trincheras de bretones,
occitanos, etcétera.
¿Cómo
influye el Ejército español en las luchas ideológicas del siglo XX con
respecto a la concepción de nación? ¿Tiene una influencia en la gente
que no piensa como los militares al generar rechazo?
Yo no diría que eso tiene una influencia directa en la imagen de
España. Es cierto que el pretorianismo, es decir, la intervención del
Ejército en política, marca mucho la evolución del nacionalismo español.
Creo que porque los militares introducen en dos fases una idea de
España muy cuartelera. Esto se nota sobre todo después del 98. Retornan
muchos militares de Puerto Rico, Cuba y Filipinas y traen una idea de
que la sociedad debe funcionar como un cuartel con organización y
disciplina.
Han vivido además, sobre todo en Cuba, un contexto en el
que se habían creado milicias con voluntarios españolistas y se había
creado un españolismo desde la base, y creen que eso debe trasladarse a
la península.
Y también traen una actitud muy intolerante ante cualquier
reivindicación que ellos crean que va a replicar lo que han vivido en
Cuba. En los catalanistas, ven a los mambises (los guerrilleros que
luchaban contra España en las colonias). Luego esto se recrudece con los
africanistas.
Esa corriente
reaccionaria también se produce en otros países, como Francia, y
desemboca de forma dramática en los años 30. Los franceses tienen
problemas similares a los de España.
Tienen
problemas parecidos. ¿Qué es lo que pasa? Que los franceses tienen la
Primera Guerra Mundial, incluso también los portugueses. En cuanto a la
humillación colonial, los italianos tienen (la batalla de) Adua en la misma época. Los portugueses tienen la crisis del ultimátum (británico) en 1890. Hay una especie de conciencia general de decadencia en Europa del Sur.
A finales del XIX, hay una mutación de lo que era la idea de nación
liberal y se produce lo que algunos historiadores franceses llaman el
nacionalismo de los nacionalistas, los que hacen profesión de fe del
vínculo nacional por encima de cualquier otro. ¿Cuál es su enemigo
principal? La izquierda obrera. Ahí el trauma es la Comuna de París. Y
en España a ese temor general se añade el temor a la disgregación
territorial.
Durante la
Transición se produce un cierto relajamiento de este conflicto. La
derecha acepta las autonomías. La izquierda, los símbolos nacionales.
Todo esto cambia con la época de Aznar que inaugura un tiempo de guerra
entre nacionalismos. ¿Hasta qué punto es cíclico este debate sobre la
identidad nacional?
Esto es una noria. El
nacionalismo español y los nacionalismos periféricos se retroalimentan.
Se echan la culpa mutuamente de sus reacciones. Efectivamente, creo que
con Aznar hay un rearme que ya estaba formulado con cierta anterioridad,
la idea de que el Estado debe promover esa identidad nacional española
mediante un uso más intenso de los símbolos, volver a una narrativa más
tradicional de la historia que no vea la historia de España como un
fracaso, sino que enfatice sus aspectos positivos.
También porque era el
momento de mayor virulencia del conflicto vasco. Esto a su vez
retroalimenta espirales de radicalización de los nacionalistas
periféricos, que a su vez retroalimentan que ese nacionalismo de Estado,
que yo creo que estaba ahí, sea moldeable por las élites políticas. Es
una noria en la que vamos a seguir dando vueltas. (...)
La banalización del franquismo, la justificación o el
edulcoramiento del franquismo impiden un elemento fundamental que señaló
Jürgen Habermas en el concepto de patriotismo constitucional, que en su
momento la derecha quiso adoptar. Habermas dijo que cualquier tipo de
patriotismo constitucional que se precie debe tener una actitud
vigilante hacia el pasado dictatorial reciente, una actitud crítica.
Debe distanciarse de él. (...)"
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