"Fueron las palabras que empleó Àngel Colom, entonces secretario de Esquerra Republicana, cuando El rumor de los desarraigados
se presentó en Barcelona: «Este libro es muy peligroso, parece que dice
una cosa y en realidad dice otra». Pero el lingüista Ángel López
(Zaragoza, 1949) no solo cosechó críticas en Cataluña. También hubo
ciertos sectores a los que no gustó la revelación de que el español no
fuese patrimonio original o exclusivo de Castilla y, ni mucho menos, que
hundiese sus raíces en el euskera.
El ensayo (Premio Anagrama 1985), subtitulado
‘Conflicto de lenguas en la península ibérica’, apelaba en sus
conclusiones por qué todas las lenguas que se hablan en la península
deberían ser patrimonio de todos los españoles. Un bilingüismo para
todos. No hace falta que abundemos en la popularidad de esta idea.
Pruebe usted mismo a sugerir en Madrid que todos los españoles deberían,
si no hablar o dominar, sí conocer las otras lenguas de España, al
menos sus rudimentos. Pues el mismo caso se le hizo entonces.
Sin embargo, treinta años después, hay que valorar la
oportunidad de esta propuesta en una época, la actual, en la que la
articulación del Estado, administrativa e identitaria, está cada vez más
cuestionada. La otra opción que tenemos es seguir dándonos mamporros,
pero resultaría especialmente lacerante a tenor de la historia de
nuestra lengua principal, el español, que nunca antes, al menos hasta la
era moderna, generó conflictos, más bien todo lo contrario. Pero
dejemos que esta historia nos la cuente su autor.
En El rumor de los desarraigados hablaste de que el español surge en la península como koiné, como lengua de intercambio entre gentes de distinto idioma.
En la Edad Media la lengua sería era el latín y las
populares, los dialectos románicos. Teníamos lo que se denomina
sequilingüismo, un fenómeno que consiste en que, aunque se hablen
lenguas distintas, la gente se entiende. Por ejemplo, es lo mismo que
puedes encontrarte ahora en Valencia con alguien que solo habla
castellano, pero que entiende perfectamente cuando se dirigen a él en
valenciano.
O el caso que pueda darse en un avión de Scandinavian
Airlines, donde la azafata se exprese en danés, los pasajeros la
contesten en noruego o en sueco y todos se entiendan. En España, esto
ocurría con todos los pueblos, unos hablaban catalán, otros gallego, y
se comprendían perfectamente. Todos, excepto los vascohablantes, que no
entendían ni el latín ni las lenguas romances.
¿Qué ocurrió entonces? Los vascos desarrollaron un
‘pidgin’ que acabaría convirtiéndose en uno de los dialectos del romance
central y a la postre en su representante normativo. El origen del
término ‘pidgin’ alude a la situación que se produjo en el Mar de la
China en el siglo XIX, cuando los chinos intentaron comerciar con los
británicos y simplificaron rudamente el inglés.
Igual que le ocurriría a
un español que hoy tuviese que irse a vivir un año él solo a un pueblo
de Turquía donde solo se habla turco; esa persona tendría que aprender
los rudimentos del turco para comunicarse en las tiendas, aunque no lo
hablase bien, porque no le quedaría otro remedio. Una ‘pidgin’ es una
lengua de urgencia. Los vascos articularon una para entenderse con los
pueblos que les rodeaban.
¿Cómo se extendió esta lengua ‘pidgin’ por España?
España era el nombre latino con el que se designaba a
la península. En la Edad Media, España era Al Andalus. Y para los
cristianos del norte, España era lo que no tenía nombre. Hablaban de
España como de lo que podían conquistar. El Fuero de Jaca, de hecho,
distingue entre el hombre de montaña y el hombre de España.
También hay que tener en cuenta que en la Edad Media,
a la lo largo del Camino de Santiago, se instalaron montones de
europeos. Y conforme avanzó la Reconquista, los ejércitos reales, de
Aragón, Castilla o León, arrastraban detrás guerreros, comerciantes,
frailes y curas que venían allende del Pirineo. Todas estas gentes de
diversos orígenes fueron repoblando las ciudades devastadas que se
fueron arrebatando a Al Andalus.
Los reyes, con el fuero de cada ciudad, daban
ventajas a los pobladores. En vez de hacerlos depender de un señor
feudal, como ocurría en el resto de Europa, dependían directamente del
rey. De este modo, en estas ciudades se instalaron barrios enteros de
franceses, alemanes, judíos y también mozárabes que subían del sur.
Toda
esta población de origen dispar tiene que comunicarse y es ahí cuando
adoptan la variedad simplificada de los vascos, más sencilla y accesible
que otras modalidades románicas próximas, como eran el
navarro-aragonés, el castellano o el leonés. Pero esta sencillez se
refiere a su origen, no a sus características actuales. No es un
argumento para publicitar el español como lengua extranjera fácil de
aprender, sino para entender la rapidez de su propagación por el centro
de la península.
Estos primeros pobladores de
la España reconquistada son los que llamas ‘desarraigados’ que adoptan
el ‘pidgin’ en sus intercambios con gentes de lengua diferente.
Son los desarraigados, que no desarrapados. No eran
necesariamente pobres. Pero era gente sin raíces locales o espaciales
fijas. En la Edad Media, en toda Europa la gente se quedaba en su
pueblo. Lo normal era que una persona en toda su vida no viajase más de
cinco kilómetros alrededor de la localidad donde había nacido.
Ahí
pagaba sus tributos, dependía de un señor feudal y poco más.
La propia Francia en la Edad Media estaba fragmentada
en múltiples lenguas y dialectos. El francés no empieza hasta después
de la Revolución francesa, cuando se plantea un sentimiento nacional. De
todas las lenguas que hay adoptan la de región de París y la imponen a
través de la escuela a todos los demás. En Italia ocurrió lo mismo,
cuando Garibaldi unifica la península hay un montón de lenguas. Fuera de
la Toscana no se hablaba el italiano que conocemos ahora hasta que no
se impone por la televisión, por la RAI, a partir de los años 50.
En España la Reconquista cambia totalmente ese
patrón. Lo que había aquí era un poco como el Oeste americano, una
tierra de oportunidades. Con el citado Fuero el rey llamaba a poblar
esos núcleos dando beneficios, eximiendo de impuestos; y llegó gente de
todas partes. Personas que no tenían nada, siervos de la gleba que se
instalan y se convierten en comerciantes. Era, por otra parte, gente muy
poco proclive a mantener los privilegios nobiliarios, lo que explica
que España sea el primer estado moderno europeo.
Este tipo de asentamientos son los que hay en León,
Navarra o Castilla, donde se habla esta variedad. Es la lengua en la que
están escritas las Glosas Emilianenses, el Mío Cid
o los textos de Berceo. Al principio solo se usaba en el centro, desde
el Ebro hasta los límites de León con Galicia, pero luego se fue
extendiendo por toda la península como lengua vehicular. Y no destruyó a
las otras lenguas porque no tenía orgullo de lengua, no tenía
adscripción nacional, motivo por el que la adoptaron tranquilamente los
judíos, que tenían sus barrios tanto en ciudades de Extremadura como de
Tarragona.
Aquí, si eras un comerciante de lengua francesa que
tenía que vender sus productos a un cruzado alemán y a un labrador
musulmán que solo hablaba árabe, tú me dirás cómo te las arreglas: pues
en la lengua vehicular que se usa para el comercio y que con el tiempo
algunos acabaron teniendo como lengua propia. Algo de esto ha ocurrido
modernamente en Nueva Guinea con el tok pisin, así que sabemos perfectamente cómo funciona.
Entonces de esta lengua, que ya podríamos denominar español por su alcance, surge el castellano, y no al revés.
Comúnmente se cree que el español viene del
castellano, pero es al contrario, el castellano viene del español, que
no es lo mismo. En el escenario que hemos descrito, el rey Alfonso X el
Sabio puso una fijación léxica, una serie de normas a esa variedad y con
el tiempo se le dio el nombre de su reino: castellano. No trato de
negar la aportación de los castellanos, pero es que esa lengua es la que
se hablaba entonces en todas partes.
Por eso no tiene sentido decir que el castellano se
impuso en Aragón en el siglo XIV. El reino de Castilla y el de Aragón
eran enemigos feroces; de imponerse algo en Aragón habría sido
lógicamente el catalán. Piensa que Zaragoza tardó en conquistarse más de
un siglo porque el rey de Castilla era aliado del rey moro. ¿A santo de
qué iban a dejar de hablar aragonés y ponerse a hablar castellano? Es
de locos, lo que pasaba es que todos hablaban lo mismo.
En la literatura, los primeros poetas catalanes
escribían en provenzal y los castellanos, en gallego. La literatura en
español, como no era una lengua culta, no tenía importancia, y aparecía
en los géneros populares, eran romances escritos en pliegos, cuartillas,
lo mismo que hoy serían los programas de corazón de televisión o el Pronto, el ¡Hola!…
¿Y qué ocurrió con el descubrimiento de América?
La lengua española que llegó a América era canaria y
andaluza. Los barcos salían de Sevilla, después de Cádiz, y las
expediciones tenían que pasar allí un año aproximadamente para dotar a
los barcos de los medios necesarios. Luego llegaban a Canarias y allí
permanecían otros meses. Pero este español, cuando llega la
independencia de las repúblicas americanas en 1812, solo lo hablaba un
10% de la población.
El español empezó a crecer realmente en el
continente cuando se impone a través de las constituciones de los nuevos
países, que consideran que el único lazo de unión de todos los
pobladores es la posibilidad de la lengua.
En tu libro dices que hasta entonces el español en América coexistió con las lenguas indígenas sin conflicto.
En América lo que ocurrió cuando llegó Colón es que
se quedaron estupefactos porque los indígenas no hablaban ni latín, ni
hebreo, ni árabe. Hubo una verdadera crisis en este sentido porque
consideraban que las lenguas del mundo eran las de la visión bíblica de
Babel. Hay correspondencia de frailes con Carlos V y Felipe II y el
Consejo de Indias donde informaban desesperados de que cada veinte
leguas cambiaba la lengua. Ellos creían que en el Nuevo Mundo se
hablaría una lengua exótica, pero solo una.
Hay que tener en cuenta que el pretexto de la
conquista de América fue evangelizar a los indígenas. Con esa idea el
papa Alejandro VI dividió el Nuevo Mundo entre portugueses y españoles,
para encomendarles la cristianización de los indígenas. Ir, iban
naturalmente por el oro, pero al mismo tiempo la legitimación de esta
empresa era la predicación de la fe cristiana. Y muchos frailes creían
en eso.
Pero la clave en todo esto es que los españoles en
América se encontraron con que ya había dos imperios. Castilla consiguió
los éxitos de la conquista porque se derrumbaron los dos grandes
imperios indígenas, de lo contrario, si hubieran tenido que conquistar a
los indígenas uno por uno, no habría sido tan rápido ni muchísimo
menos. Al caer Moctezuma se quedaron con todo lo que había aglutinado y
con Atahualpa, igual.
Entonces se dieron cuenta de que en los imperios
caídos había una lengua general de entendimiento, una koiné en cada uno
de ellos. En el Inca el quechua y en el Azteca el náhuatl. Y la política
que se creó no fue la de difundir el español. Los religiosos españoles
aprendieron estas lenguas indígenas generales y se pusieron a predicar
en ellas.
Eso explica que la primera cátedra de quechua fuese
del año 1580, en la Universidad de San Marcos en Lima. Y que Domingo de
Santo Tomás publicara en 1560 en Valladolid un arte de la lengua
quechua, una gramática. De modo que se promovieron estas lenguas, no el
español. Lo que no quita que la finalidad del colonialismo fuera
quedarse con los recursos de otro. Eso está claro. Pero el español, si
algo no ha sido en Sudamérica, es una lengua imperialista, sino todo lo
contrario. En Estados Unidos no se conservan las lenguas indígenas, esto
es un hecho.
¿Cuál es el futuro del español actual?
España ya pinta poco en el futuro del español. En
Estados Unidos el crecimiento del idioma es espectacular; hay 50
millones de hispanohablantes, más que aquí. Aunque la lengua en Estados
Unidos está sometida a un proceso de desaparición, hay una batalla
incruenta entre el español y el inglés; disputa que yo estoy viviendo
muy de cerca porque soy miembro correspondiente de la Academia
Norteamericana de la Lengua Española y me consta se ponen toda clase de
dificultades para escolarizar a los niños en español, etcétera. Pero
como Estados Unidos es un país capitalista, naturalmente, la lengua
significa dinero.
Es decir, hay consumidores que se captan con
publicidad en español, productos audiovisuales, cadenas de radio. La
lengua está viva.
Además, los medios de comunicación son tremendamente
pragmáticos y han terminado por crear un español internacional. Una
modalidad por si quieren vender un producto simultáneamente en México,
Argentina y Estados Unidos, y han buscado un español que no suene raro
en ninguno de los sitios. Se lo están inventando de una manera empírica,
no es que hayan reunido lingüistas. El español que sale de ahí se
escucha en todos los países hispanohablantes y creará cierta
uniformidad.
Y volviendo a España, ¿cómo ves la convivencia del español con las otras lenguas peninsulares?
Pues qué quieres que te diga: mal. Mal por las
actitudes de los tirios y también por las de los troyanos. Vayamos por
partes. El español es una lengua vehicular que se habla y entiende en
todo el estado español y que en el siglo XVI también era comprendido en
Portugal, según nos confirman algunos testimonios como el de la Grámatica de la lengua vulgar de España,
publicada en Lovaina en 1559. Esto, guste o no guste, es así. ¿Razones?
Hasta los decretos de Nueva Planta (siglo XVIII), en los que se impone a
los territorios catalanohablantes por la fuerza, su progreso obedeció a
una necesidad comunicativa y su empleo siempre fue libre.
Esto quiere
decir que el mapa con el que se suele ilustrar la variedad lingüística
peninsular en los manuales está desenfocado. Por mucho que coloreemos
Galicia, Euskadi y Cataluña-Valencia-Baleares con colores diferentes de
los del resto, esto no significa que sean territorios monolingües.
España no es ni Bélgica ni Suiza, se parece más a Rusia o a Gran
Bretaña.
Estos son los hechos. Ahora viene la política. Si de
lo que se trata es de independizar esos territorios coloreados de manera
diferente, interesará ocultar su condición bilingüe todo lo posible. Y
en eso estamos, aunque no tengo duda de que por su propio interés la
independencia traería consigo un apoyo a la enseñanza del español porque
es la lengua mundial que dominan y el pretender que se vuelvan
anglohablantes constituye una utopía.
Mas los troyanos no son los únicos
insensatos, los tirios tienen su parte de culpa igualmente. ¿De verdad
creen –en Madrid, en Sevilla, en Zaragoza, en Salamanca…– que los
catalanes, los valencianos, los gallegos o los vascos aceptarán seguir
siendo españoles si su lengua propia, en el mejor de los casos, se
tolera y, en el peor, simplemente desaparece? Miren, eso no va a ocurrir
de ninguna manera; primero porque es imposible; segundo, porque sería
injusto y tercero, porque resulta innecesario.
El catalán/valenciano, el
euskera y el gallego no son una extravagancia. Son patrimonio de todos
los españoles, exactamente igual que el río Ebro, la mezquita de Córdoba
o la propia lengua española. Admitirlo y obrar en consecuencia es la
única actitud inteligente. Y, desde luego, si alguna vez se logra la
unidad política peninsular, el viejo sueño iberista, no esperen
conseguirlo con la cutre visión centralista y casticista predominante." (Entrevista a Ángel López, Álvaro Corazón, Yorokobu, 20/05/14)
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