"Catalunya parece que se encamina inevitablemente hacia un enfrentamiento civil.
Lo que no sé es de que intensidad. Y durante cuanto tiempo.
Sólo hay que ver la tensión en el Parlament durante el
pleno de la convivencia -¡el de la convivencia!- o la penúltima sesión
de control.
Cuando Torra acusó a Iceta de “regalimar” (“chorrear”)
cinismo. En teoría tienen que entenderse con los socialistas. Luego el
líder del PSC, como gesto de buena voluntad, todavía fue a la cumbre de
Palau.
La tensión catalana se ha trasladado
incluso al Congreso. Con Rufián expulsado del hemiciclo y las
acusaciones de Borrell a un diputado de ERC de haberle lanzado un
escupitajo. El parlamentario en cuestión lo niega.
Pero la pregunta es: ¿Qué pasará cuando los que
cuelgan lazos amarillos se encuentren a un grupo de los que los
descuelgan en un callejón oscuro a altas horas de la noche?
¿Pueden llegar a las manos? De hecho, en algunos casos han llegado ya.
Además ha habido precedentes.
¿Recuerdan a Pere Navarro? Cuando el entonces primer secretario del PSC sufrió aquella agresión algunos se lo tomaron a broma.
Leí crónicas en digitales proclives al proceso que hasta cuestionaban su versión. ¡Parecía que se hubiera pegado a sí mismo!
Y en el 2010 José Montilla tuvo que salir escoltado
de la manifestación contra la sentencia del Estatut. ¡Todo un presidente
de la Generalitat! Han pasado ocho años.
Los ánimos andan caldeados desde entonces. Hay una
parte de Catalunya que ha empezado a odiar a la otra. Intensamente. Y al
revés.
Todavía es pronto para saber si puede haber algún muerto. Un derramamiento de sangre.
Para esto tiene que haber armas sin control. (...)
Recuerdo aquel ciudadano ruso que durante la aturada de país del 3 de octubre espetó a unas personas que quemaban neumáticos en una carretera de Tarragona:
"No tenéis ni puta idea de lo que ha pasado en Rusia, ya pronto tendréis aquí armas, pronto ya lo veréis"
“¡Llegaran armas, ya lo veréis!”, auguró.
Los traficantes de armas no deben andarse con remilgos. La lógica del mercado.
Yo más bien creo que vamos hacia un enfrentamiento larvado.
Un largo conflicto enquistado.
Como en el Ulster.
En Irlanda del Norte han avanzado mucho desde la primera vez que estuve a finales de los 80.
Como soy masoca he estado cuatro o cinco veces.
Ahora siguen odiándose pero al menos ya no se matan por las calles.
Las casas católicas fronterizas con el barrio
protestante tienen el jardín envuelto con una reja metálica porque sus
vecinos les lanzaban, de vez en cuando, un cóctel molotov a los niños. Y
supongo que viceversa.
Si Belfast fuera Barcelona, con un ensanche
cuadriculado, la católica Falls Road y la protetante Shankill Road
serían paralelas. Apenas 100 o 200 metros las separan.
Los ciudadanos de uno y otro no comparten ni el gimnasio municipal. Cada uno tiene el suyo.
Recuerdo que el primero en mencionar la bicha
públicamente fue Joan Tardà a raíz de una polémica con un alcalde
socialista por una eventual Tabarnia.
Yo toqué madera por si acaso. A mí la sola alusión me da escalofríos.
A López Tena también se lo mencionaron un día en tuit aunque luego el autor dijo que no quería decir lo que dijo.
Y ya me perdonarán pero yo, que soy un optimista estilo Kierkegaard o Cioran, voy a acabar de ponerme catastrofista: nadie sabe tampoco quién pegó el primero tiro en Sarajevo.
Estuve, de vacaciones, a principios de los 90. En plena guerra.
Fui con unos colegas en coche desde Barcelona. Un Peugeot 106 alquilado.
El legionario que montaba guardia en la localidad Medjugorje -España había enviado tropas- puso unos ojos como naranjas en cuanto nos vio descender de un vehículo con matrícula española.
Lo que más me llamó la atención durante el recorrido
es que proliferaban las casas derruidas e incendiadas junto a otras
intactas.
Vecinos que hasta entonces habían convivido
tranquilamente y que probablemente se habían pedido una pizca de sal en
un momento de apuro empezaron a matarse entre ellos.
A los superviventes les quemaban incluso el hogar para que no se les ocurriera volver. Limpieza étnica a pequeña escala.
Hay que frenar urgentemente este clima de crispación. Estamos jugando con fuego.
Estas cosas se saben cómo acaban -mal- pero no cómo empiezan.
Y los políticos tienen que ser los primeros en dar
ejemplo. De uno y otro bando. Cuando los parlamentos se convierten en
gallineros mal asunto.
Podemos terminar mal. Muy mal.
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