"La complicidad de la izquierda con los nacionalismos
es un complejo miserable de Edipo. Arrastrar eso del derecho de
autodeterminación, que no tiene nada que ver con la realidad en el caso
de España... Plantear ahora, en un momento que es necesario más que
nunca unir a las gentes, a los pueblos, que hay que continuar
fragmentando a trabajadores y clases populares, es un suicidio político
colectivo".
El ex secretario general del PCE Francisco Frutos se
reafirma en sus críticas una semana después de haber protagonizado un enérgico discurso
contra el independentismo catalán en la manifestación por la unidad de
España del domingo 29 en Barcelona. Frutos reprendió a la "izquierda
cómplice que le baila el agua a los nacionalistas". Y puso el dedo en la
llaga.
Tanto es así que su propio partido
(integrado en IU y, a su vez, en la coalición Unidos Podemos) le
reprochó que asistiera a la manifestación y advirtió de que no
representaba la posición oficial. Pero la llamada de atención del
exdirigente comunista —que también ha expresado con contundencia Josep
Borrell— no es aislada: tras el fracaso político de la crisis
secesionista catalana, una parte del progresismo reflexiona que urge
combatir con más fuerza desde la izquierda al nacionalismo tras décadas
de connivencia.
El trasfondo es claro: izquierda y nacionalismo son
incompatibles porque la izquierda es en esencia internacionalista y
solidaria. Y hay que decirlo sin complejos.
Jáuregui: Muy probablemente la educación ha podido ser un instrumento de adoctrinamiento nacionalista
Errejón: España no es esa meseta negra e irreformable que se pinta a veces. Es un país moderno y pionero
Frutos: La complicidad de la izquierda con los nacionalismos es un complejo miserable de Edipo
Sartorius: La línea progresista de España viene de las Cortes de Cádiz y llega a la Constitución del 78
Martínez-Sampere: El problema de la izquierda no ha sido de condescendencia, ha sido de incapacidad
Maravall: La izquierda tiene que defender la igualdad y rechazar lo que ya es un inicio de xenofobia
"La izquierda tiene que recordar cuál fue
la posición de Fernando de los Ríos, de [Juan] Negrín... Defender la
igualdad, el principio de ciudadanía entre todos, rechazar lo que ya es
un inicio de xenofobia.
¿Qué es eso de que tienen un Rh distinto de los
catalanes? Sacar a las masas contra las instituciones, contra la
democracia representativa, rechazar el funcionamiento de las minorías en
el Parlament, de los tribunales de justicia catalanes... Suena muy
parecido a lo que sucedió en 1922 en la marcha sobre Roma de Mussolini",
alerta José María Maravall, exministro de Felipe González. (...)
La complicidad entre la izquierda y los nacionalismos
se explica también por la lucha conjunta contra el franquismo, cree
otro exministro socialista, Ramón Jáuregui, buen conocedor del
nacionalismo vasco con el que ha convivido muchos años por su
experiencia de Gobierno en Euskadi.
"A finales de los setenta cuando no
decidimos excluir la autodeterminación de nuestra agenda reivindicativa.
Esto ya implica una asunción intelectual de algunos de los postulados
nacionalistas, en mi opinión, equivocadamente, fruto de esta complicidad
antifranquista", explica el exvicepresidente del Ejecutivo vasco y
eurodiputado del PSOE. Tanto el PNV como la antigua CiU (hoy PDeCAT) han
sido, además, los partidos bisagra para Gobiernos de minorías en toda
la democracia, lo que les ha concedido un estatus especial en la
política española.
"El combate ideológico de la izquierda y el
nacionalismo no está suficientemente armado y nosotros tenemos que
defender el Estado", incide Jáuregui.
"No ha sido condescendencia, es incapacidad", opina
en cambio Rocío Martínez-Sampere, exdiputada del PSC y directora de la
Fundación Felipe González, para quien la izquierda tiene que aceptar que
tras la crisis de 2008 "tiene un problema de credibilidad en su relato y
en su proyecto que la debilita para combatir los dos vectores que
emergen con fuerza en este siglo XXI: la identidad y el poder", señala
la exdiputada en lo que, subraya, es su análisis personal. "Esto explica
el repliegue en nombre de la soberanía que estamos viendo en muchas
partes del mundo", analiza.
El fenómeno tiene un reverso. El problema de los partidos progresistas para defender una idea fuerte de España. Cuesta hasta llamarla por su nombre,
España, y hay reticencias para reconocerse en los símbolos nacionales:
la bandera, el himno..."Han entregado el concepto de España a la
derecha. Toda esta izquierda de Cataluña y de parte de España no cita la
palabra España, hablan del Estado español", se queja Frutos (...)
"La clave de la cuestión no son otras identidades
nacionales, que son perfectamente legítimas, sino la debilidad cultural
del proyecto nacional español", analiza Íñigo Errejón, secretario de
Análisis Estratégico de Podemos. El conflicto catalán, cree Errejón, es
también una oportunidad para revertir este déficit histórico. "La crisis del modelo territorial
nos pone frente a la tarea histórica de construir una idea nacional
progresista, capaz de actualizar el pacto de convivencia con otros
pueblos", plantea.
En este contexto resurge la necesidad de escribir un
relato de España desde el progresismo. Un patriotismo español que se
oponga a la monopolización de la patria por la derecha y el
independentismo.
Errejón propone lo que describe como "un patriotismo
cívico, que no se construye por esencias o referencias a un pasado
mítico, sino por una voluntad ciudadana de vivir en un país más justo,
una comunidad que se afirma en la solidaridad y los cuidados, en la
igualdad de oportunidades, en los derechos y responsabilidades
compartidas".
El exnúmero dos de Podemos
alza también la voz contra la visión catastrofista de España que
defienden los independentistas catalanes. "España no es esa meseta negra
e irreformable que se pinta a veces, y no porque pudiera reformarse,
sino porque ya ha cambiado", argumenta Errejón.
"Es un país moderno, con
unos servicios públicos envidiables pese a los recortes. Hemos sido
pioneros en libertades sexuales e igualdad, hubo un 15-M que lo cambió
todo y que se replicó por todo el mundo, la capital está gobernada por
alguien como Manuela Carmena... Hay quienes usan España contra otros, el
PP sigue con esa idea patrimonial partidista de la nación. Pero esa
España es el pasado", razona el diputado, que ha teorizado mucho sobre
un nuevo proyecto patriótico para España.
Hispanofobia
"Si la izquierda no asume el concepto de España, lo
que significa, por su historia desde la II República, la Guerra Civil,
toda la lucha antifranquista, y lo que representa ahora, es que no ha
entendido nada y es una izquierda que está condenada a desaparecer",
coincide Frutos.
¿Se puede hablar tanto como de hispanofobia en el progresismo español? La directora de la Fundación Felipe González
lo rechaza. La cuestión clave, cree, es que falla el proyecto de la
izquierda para España. "Cuando hay un proyecto consistente, creíble e
ilusionador como lo ha habido en algunos momentos en este país, las
banderas no son un problema para nadie.
Es cuando falta esto, como
ahora, que se pueden convertir en problemáticas", entiende. "La lección
para la izquierda debería ser clara: no se trata de reivindicar la
bandera de España para que nadie se la apropie, sino de reivindicar una
idea de España y tener un proyecto de país para que nadie lo rompa".
Un nuevo patriotismo progresista defiende también el
histórico dirigente comunista y vicepresidente de la Fundación
Alternativas, Nicolás Sartorius: "Hay una línea progresista de España
desde las Cortes de Cádiz, que pasa por la Primera República, la
Segunda, y que llega hasta la Constitución del 78, nuestra propia
revolución francesa", reivindica Sartorius, que apuesta por crear "una
cultura del patriotismo constitucional".
No hay en la capital, por
ejemplo, ni una plaza ni un monumento importantes para el texto del 78,
recuerda Sartorius (hay una escultura en el paseo de la Castellana). Y a
España le urge, considera, apostar por "la patria de la libertad, la
Constitución y la democracia". Ahí está la tarea.
No es solo un debate teórico. La crisis catalana debe
servir también para que los progresistas se atrevan a discutir el
reparto competencial entre el Estado y las comunidades autónomas,
defiende el exministro Ramón Jáuregui. “Procede discutir si tenemos que
balancear un poco el sistema competencial para recuperar para el Estado
algunos poderes.
Nuestra propuesta federalista también tiene que incluir
esto, ¡pero no lo decimos! ¡No nos atrevemos! ¿Cómo le vas a decir a
nacionalistas vascos y catalanes que una reforma estatutaria puede
implicar tener menos competencias o aumentar los poderes del Estado?
Pues habría que poderlo decir, y la izquierda tiene que estar ahí”.
Y
pone un ejemplo: “La izquierda debería de considerar el argumento de que
la educación ha podido ser un instrumento de adoctrinamiento
nacionalista, porque muy probablemente ha sido así”. No se trata de
recuperar la educación para el Estado, dice el eurodiputado socialista,
pero sí de “armonizar algunos elementos del currículo educativo”. (...)" (Elsa García de Blas, El País, 07/11/17)
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