"(...) Y ocurrió lo inimaginable: que un puñado de gañanes corruptos asumieran que ellos eran la sal de la tierra y que los demás estaban para servirles. Así nació la nueva idea de una república xenófoba
sin otra aspiración que servirles de tapadera para conservar lo que la
Generalitat les había regalado a costa de su silencio. Aspiraban a ser
primera república mafiosa del occidente europeo.
Hay que verlo para creerlo. Los hijos de los corruptos, cuando no ellos mismos, ordenando las filas de sus empleados que gritan las consignas
de sus dueños. Es demasiado para el cuerpo, porque cuando descubran las
mentiras no sólo será tarde sino que entonarán la misma fanfarria de
sus mayores achacando a los eternos enemigos de la patria casolana el que no pudieran alcanzan la Ítaca soñada que les habían garantizado sus dirigentes.
Estamos viviendo el golpe de los mediocres, largo y
dilatado en el tiempo, jaleado por los cuidadores del fantasma
reaccionario. Tal parece que necesitaran a Mariano Rajoy
o que se lo hubieran inventado ellos como garantía entre trileros.
Podrían seguir así media vida siempre que tuvieran garantizados sus beneficios que en verdad son y han sido suculentos.
Han logrado darle aliento a un sistema corrupto del
que fueron, si no los más beneficiados, sí los que han sabido sacarle
mayor partido. Dentro de las mercaderías que se expusieron en la transición
fue de las más guardadas, como si se concediera un territorio a un
grupo de mafiosos, encabezado por una familia dada al rezo y la
impostura, siempre y cuando garantizara tranquilidad para los negocios
de los vecinos.
La polémica más estéril: saber qué partido era más
corrupto, si la Convergència de Cataluña o sus colegas conservadores del resto de España.
Lo cubrieron todo de un manto de impunidad
avalado por las corruptelas y quedaron los restos diseminados aquí y
allá para que cada cual tuviera la metralla necesaria y el descaro
imprescindible para decir “tú más”. La ciudadanía, atenta a su papel de hooligans; porque nosotros y los nuestros siempre tienen razón, como en el fútbol.
Y ahora la república de las butifarras.
Como la antigua guerra de los botones a la que jugaban de niños pero
con dinero de verdad y a repartir entre los participantes de la
butifarrada. Primero compraron a los periodistas,
luego a los periódicos. No fue necesario tocar al empresariado que
vivía de ello, porque participaron desde el primer día en el negocio
suculento.
¿Acaso no se acuerdan de los editoriales colectivos pidiendo
más impunidad para la estafa que se estaba gestando? Como ocurre
siempre, no les tocaron un pelo, incluso presionaron a jueces y fiscales
acojonados ante aquella marea de descerebrados que les insultaban y
amenazaban con echarles de la tierra prometida. Y hasta lo consiguieron.
¿Sería necesario contar los pelos y las señales de aquella estafa de
clase en la que participaron tantos, empezando por la clase política,
con la colaboración no exenta de beneficios de policías y ladrones, y el
acojone explícito de jueces y fiscales intimidados?
Compraron a la izquierda
con una jubilación anticipada y sin que se resintieran ante la mala
conciencia de su papel de sicarios. Ellos fueron los primeros abducidos
en su papel de diferentes, no como otros pueblos que siguiendo la jugosa
letanía de Jordi Pujol,
el capo, aún carecían de una conciencia madura. Y es verdad, porque de
haberla tenido hubieran padecido la tentación de rebelarse.
El racismo de las
sonrisas es el mayor sarcasmo ante la fragilidad de unos adversarios que
debieron afrontar la dureza de los ajustes con unos jefes comprados,
cobardes hasta justificar la explotación como algo ajeno a los que les
pagaban. No será fácil, pues, que la idea de una República de ciudadanos
pueda prosperar de nuevo, cuando los corruptos se han apoderado de
ella.
Los sicarios de la pluma olvidan que la primera intención de la mafia siciliana, una vez retirados los invasores nazis, fue la independencia.
La República Independiente de Sicilia, otro señuelo lleno de promesas
que aspiraba a convertirse en algo parecido a un equipo de fútbol.
Cuando ganan ellos parece como si se aliviaran tus frustraciones y
cambiaran tus condiciones de vida, cuando en realidad no son más que un
oasis para patanes que se felicitan al dar de comer a los camellos de sus dueños. La ambición de República ha sufrido un golpe tan duro como el franquismo, porque esta vez mató la esperanza." (Gregorio Morán, 05/05/18)
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