"(...) - ¿Qué diría Kafka del proceso?
Me parece que le sorprendería, como a casi todo el mundo. Y admitiría, posiblemente, que tiene mucho de kafkiano.
- Usted dice que “terminará mal, muy mal”. ¿Más todavía?
Sí, es posible. Puede haber más violencia, más enfrentamientos, más
fractura… Para Cataluña y para España ha sido ya un desastre. Tenemos
una sociedad menos cohesionada, más enfrentada y más fracturada. Las
pérdidas económicas han sido muy elevadas. Con la inacción gubernamental
se ha desatendido la sanidad, la enseñanza, la cultura, las
infraestructuras, etcétera.
Las instituciones, en especial la
Generalitat y el Parlament de Catalunya, están bastante desprestigiadas,
tras los lamentables espectáculos vividos en 2017. No va a ser fácil
rehacer todo lo destruido o deteriorado en los últimos tiempos. Ni la
relación con España ni tampoco la propia articulación interna.
El
proceso ha dejado dos Cataluñas bien distintas y en colisión. No
resultará sencillo volver a convertirlas de nuevo en una única Cataluña.
Se tardará mucho tiempo. Quizás ya nunca más se pueda hacer… (...)
- Ferran Mascarell es uno de los que sale mal parado en su libro
No es el único. Además de su capacidad de transitar impunemente del
socialismo al masismo convergente y al independentismo, ha intentado ser
uno de los ideólogos del proceso. Ha fracasado en el intento y ha
acabado alineándose con los acólitos de Puigdemont. Incluso su nombre ha
sonado para presidir la Generalitat, lo que da buena medida de lo mal
que van las cosas.
Mi crítica en el libro, en cualquier caso, tiene que
ver con la idea difundida por Mascarell de que el proceso y el
independentismo de hoy no tienen casi nada que ver con el discurso
identitario y el relato nacional-nacionalista.
Que asegure que el
relato, los mitos y la historia son ajenos a lo que ocurre en los
últimos años produce bochorno viniendo de la persona que estaba, en la
Generalitat, al frente de la Cultura en 2014, cuando tuvieron lugar los
magnos y carísimos actos del Tricentenario.
- ¿A qué se debe el “espectacular crecimiento” –son palabras suyas- del independentismo en Cataluña?
A varios factores, sin duda, todos vinculados con los cambios que se
producen en la Cataluña del siglo XXI, más los efectos del proceso
exitoso de nacionalización del pujolismo a través de los medios de
comunicación, la escuela y la construcción institucional.
El nuevo
independentismo es la reacción de una sociedad rica, con las clases
medias a la cabeza, que no quiere cambiar ni verse afectada por la
crisis económica y social, que está enamorada de sí misma y que se
considera superior a sus vecinos españoles. El cambio generacional no es
ajeno a todo ello. Todo envuelto en un relato positivo y atractivo, que
promete la felicidad tras la puerta.
En épocas críticas todas estas
cosas funcionan, hoy y ayer, aquí y en todas partes. Casi la mitad de
los catalanes ha abrazado la nueva religión del independentismo: creen y
tienen fe en ello, organizan grandes procesiones, siguen a los
apóstoles de la causa y consideran positivo el martirio. Por eso todo
diálogo es dificilísimo. Las emociones y sentimientos han sustituido o
complementado a la razón.
- ¿Qué le parece la generación soberanista que está surgiendo ahora: Elsa Artadi, Eduard Pujol, Quim Torra …?
Más sectaria si cabe que la generación precedente. Y de un nivel
político muy, muy bajo. El lamentable espectáculo que dan día tras otro
lo muestra con claridad.
- Usted define a Puigdemont como un “político gris, mediocre como diputado y como alcalde”
Sí. No se le conocen grandes realizaciones, ni grandes iniciativas, ni grandes discursos, ni grandes obras teóricas.
- ¿Entonces cómo ha llegado a presidente?
Precisamente por esta misma razón. Tras tirar a Mas a la papelera de
la historia, como decían los cupaires, todos los implicados querían un
presidente de la Generalitat débil, gris y manipulable.
Y pensaron en
Puigdemont, ayudados por personajes que siempre han estado al lado de
los políticos durante el proceso, como Rahola, Antich o Madí. Mas
pensaba que podría controlarlo y desplazarlo en el futuro para volver él
mismo. Desde ERC le consideraban uno de los suyos, por independentista
de toda la vida, y un rival de poca talla.
Lo mismo se imaginaba desde
la CUP, además de valorar sus buenas conexiones gerundenses con
Puigdemont. Pero el nuevo president acabó por devorarlos a todos
echándose al monte, llevando la demagogia a extremos increíbles y
asumiendo la gloriosa figura del martirio por la causa nacional.
- A pesar de los presuntos casos de corrupción, considera que Pujol era un “estadista”
Como mínimo tenía en la cabeza una idea de lo que quería que fuesen
Cataluña y España a medio y largo plazo. Su empeño de construir Cataluña
fue un éxito. Era evidentemente una de las Cataluñas posibles, la
nacionalista.
Después de lo que hemos sabido en los últimos tiempos,
resulta complicado analizar con distancia y ecuanimidad la figura de
Pujol. No obstante, Jordi Pujol y Josep Tarradellas han sido los únicos
dos grandes presidentes de la Generalitat, a pesar de todos sus errores y
faltas. Están a años luz de los demás.
- ¿Una de las características del proceso han sido las conversiones? Romeva, por ejemplo. El propio Mas no era indepe
Convertir es otro término que indica el carácter religioso del
nacionalismo. El caso más espectacular es seguramente el de Artur Mas,
ya que lo hace desde la cabeza de su partido y desde el gobierno.
Además
de las convicciones, en esta conversión pesan mucho tres elementos: el
intento de controlar las movilizaciones populares independentistas, la
posibilidad de esconder los profundos recortes de 2010-2012 y la
voluntad de desviar la atención de los casos de corrupción que afloraban
por todas partes en Cataluña. No ha sido el único político que ha usado
la defensa o crítica del proceso para tapar corrupciones.
- ¿Qué les han dado a los jóvenes? Incluso a los periodistas más jóvenes. Parece que quieran emular a Terribas
La nueva generación pide paso y ya no lo hace con las reglas del
final del siglo XX. El independentismo ha canalizado en Cataluña el
descontento juvenil.
- ¿Cómo ha contribuido TV3 o Catalunya Ràdio al proceso?
Son, sin duda, uno de los pilares fundamentales del proceso. Se han
puesto total y descaradamente a su servicio. También lo ha hecho la
prensa generosamente subvencionada, en especial la digital que impulsan
periodistas como Antich o como Partal.
- ¿Hay listas negras en Catalunya?
Sin duda alguna. Y me temo que tanto usted como yo mismo estamos en ellas.
- ¿La inmersión lingüística ha contribuido? ¿Hay “adoctrinamiento” o es una invención?
La inmersión ha sido un elemento más del proceso de nacionalización.
La lengua vehicula visiones del mundo. Ha habido adoctrinamiento en
algunos casos, pero lo que ha habido sobre todo es un uso esencialmente
nacional de las cuestiones lingüísticas. El modelo de escuela catalana
es nacionalista, en lengua y contenidos.
- Parece que los catalanes tropecemos siempre en la misma piedra: 1640, 1714, 1934, 2017. De momento siempre hemos salido perdiendo
Me resulta difícil poner en el mismo nivel estos cuatro momentos.
Eran sociedades totalmente distintas y lo que se dirime en estos
conflictos es esencialmente diferente.
- Es especialmente jugoso el capítulo dedicado a los
cuchillazos entre historiadores. Usted salía incluso en un anónimo. ¿Hay
historiadores que han antepuesto la política a la historia?
Una buena parte de los historiadores catalanes se ha convertido al
independentismo y piensan que la historia puede o debe ser puesta su
servicio. Algunos lo hicieron antes con otras causas, como el comunismo o
la revolución. Josep Fontana es un buen ejemplo.
En este país ya hace
tiempo que se perdió la idea, en especial entre los que se dedican al
mundo moderno y contemporáneo, de que la historia era un oficio. No es
de extrañar que el peso de la historiografía catalana sea hoy en el
mundo insignificante, con algunas celebradas excepciones.
- ¿El proceso vuelve a empezar? Usted mismo dice que “no ha terminado”
No vuelve a empezar, sino que continúa. No hay salidas claras por ningún lado.
- ¿Hay algún Gandhi en el independentismo?
No, ni uno.
- La última pregunta. Ahora le pido que haga de adivino, no de historiador: ¿Qué pasará si hay elecciones?
Unas nuevas elecciones no pienso que cambien casi nada. Los
resultados no variarían demasiado, me parece, y seguirían existiendo las
diferencias actuales entre porcentajes de voto y número de escaños. Los
dos bloques parlamentarios actuales representan perfectamente a una
sociedad dividida como la nuestra. "
(Entrevista a Jordi Cañas, profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París (EHESS), Xavier Rius, director de e-notícies, 20/04/18
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