"El entrenador y nacionalista catalán Pep Guardiola se ha quejado de
la comparación del nacionalismo catalán y sus decisiones con ETA y su
violencia. Según él, repitiendo la doctrina oficial del nacionalismo
catalán, tanto el Gobierno catalán como sus líderes parlamentarios han
actuado, al igual que sus seguidores, siempre de forma pacífica: han
marchado hacia la república en plan romería folclórica y romántica.
Según Guardiola, lo opuesto de ETA.
Refresquémosle la memoria: durante mucho tiempo líderes del PNV
mantuvieron que el terror de ETA era debido a su carácter marxista y
revolucionario, aunque más tarde y sin dar mayores explicaciones,
afirmaron que ese terror era la manifestación del conflicto entre el
pueblo vasco y el Estado, entre Euskadi y España, por lo que para acabar
con el terror era preciso dar salida negociada al conflicto.
De esta forma el terror de ETA quedó ligado indefectiblemente con el nacionalismo radical, con el proyecto político en cuyo nombre asesinaba ETA. La violencia era resultado de lo que el proyecto político pretendía: una Euskadi independiente y con revestimiento socialista.
Esto pone de manifiesto que el proyecto político en sí mismo conlleva una violencia profunda: violenta la realidad social desde el momento en que la parte nacionalista se erige en representación del conjunto de la sociedad para buscar así el cumplimiento de su sueño del que quedan excluidos todos los que no lo comparten, aunque sigan formando parte de la realidad social vasca.
Es la violencia de la exclusión de una parte importante de la población a la que se le hurtan sus derechos civiles, se la considera extraña en su propia tierra, asimilada al enemigo exterior que es España y que hay que derrotar para alcanzar la independencia.
El señor Guardiola habla de seis millones de catalanes que se manifiestan, que votan en referéndums ilegales, sigue pensando en un único pueblo que quiere lo mismo que él, está cortando el cuerpo social catalán a la mitad de la población, su nacionalismo conlleva violencia de exclusión, su proyecto político posee un núcleo en el que la exclusión de los que no piensan como los nacionalistas radicales catalanes es requisito indispensable para alcanzar la meta propuesta: arrebatar a los que no son nacionalistas la posibilidad de mantener el vínculo que quieren mantener con su identidad de ciudadanos españoles.
De esta forma el terror de ETA quedó ligado indefectiblemente con el nacionalismo radical, con el proyecto político en cuyo nombre asesinaba ETA. La violencia era resultado de lo que el proyecto político pretendía: una Euskadi independiente y con revestimiento socialista.
Esto pone de manifiesto que el proyecto político en sí mismo conlleva una violencia profunda: violenta la realidad social desde el momento en que la parte nacionalista se erige en representación del conjunto de la sociedad para buscar así el cumplimiento de su sueño del que quedan excluidos todos los que no lo comparten, aunque sigan formando parte de la realidad social vasca.
Es la violencia de la exclusión de una parte importante de la población a la que se le hurtan sus derechos civiles, se la considera extraña en su propia tierra, asimilada al enemigo exterior que es España y que hay que derrotar para alcanzar la independencia.
El señor Guardiola habla de seis millones de catalanes que se manifiestan, que votan en referéndums ilegales, sigue pensando en un único pueblo que quiere lo mismo que él, está cortando el cuerpo social catalán a la mitad de la población, su nacionalismo conlleva violencia de exclusión, su proyecto político posee un núcleo en el que la exclusión de los que no piensan como los nacionalistas radicales catalanes es requisito indispensable para alcanzar la meta propuesta: arrebatar a los que no son nacionalistas la posibilidad de mantener el vínculo que quieren mantener con su identidad de ciudadanos españoles.
Los críticos con ETA se dirigen a ella con la exigencia de que
reconozcan el daño hecho. Pero los asesinados no resucitarán, ni sus
familias verán borrado su sufrimiento. El verdadero daño, además de las
muertes causadas y del sufrimiento impuesto, además del miedo y la
angustia producidas en grupos concretos de personas, además del
deterioro moral producido en buena parte de la sociedad vasca, es otro:
el daño causado al mayor bien de la comunidad política, a la posibilidad
de poder vivir siendo diferentes en libertad, al derecho fundamental de
los ciudadanos, la libertad de conciencia y de identidad, a la libertad
de sentimiento de pertenencia, es decir, el daño producido al Estado de
Derecho. (...)
Me imagino que hoy en día nadie duda de que la negación de la igualdad
de mujeres y varones implica violentar derechos humanos básicos. No hace
tanto tiempo que en ámbitos marxistas se hablaba de la violencia
estructural del Estado capitalista.
La exclusión de una parte importante
de la población en función de compartir o no un sentimiento
nacionalista, un ideal nacionalista, la voluntad de materializar el
ideal nacionalista radical implica igualmente una violentación de la
realidad social, la negación de la libertad de conciencia, de identidad,
de sentimiento de pertenencia de todos aquellos que no son
nacionalistas, máxime cuando se busca la puesta en práctica de ese ideal
fuera de los cauces legales y democráticos. (...)" (Joseba Arregui, El diario Vasco, 19/04/18)
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