"(...) Tampoco puede compararse la guerra con la política -aunque la política es la guerra sin sangre- pero si Mas o Puigdemont hubieran leído a Clausewitz y a Sun Tzu seguramente los catalanes no estaríamos como estamos.
El primero ya advirtió que “ninguna actividad humana guarda una relación más universal y constante con la guerra que el azar” -como que te pillen unos mensajes en Bruselas-. Mientras que el segundo alertó varios cientos de años antes que el prusiano que un conflicto “si se pierde, puede conducir a la ruina del Estado y al fin del propio líder”. En eso estamos.
Porque este miércoles se han acumulado las malas noticias. Por una parte, Carles Puigdemont admitiendo que el proceso is over aunque sea en un mensaje privado: "supongo que tienes claro que esto se ha acabado. Los nuestros nos han sacrificado. Al menos a mí".
Por otra, el soberanismo peleándose en vivo y en directo ante los micrófonos de Catalunya Ràdio. Mònica Terribas y Saül Gordillo debían querer echar un cable a la causa y la jugada les ha salido por la culata.
Una emisora pública no debería montar sólo debates entre soberanistas. Carles Riera hasta repetía: hace unos días ya estuvo con Josep Rull. Como aquel famoso .Cat de TV3 en que todos eran de la misma cuerda.
Mariano, no hace falta que hagas nada. Los mismos que han impulsado el proceso han comenzado a despellejarse. Han tensionado la sociedad al máximo y ahora han empezado a estallar las tensiones entre ellos. La burbuja está a punto de explotar.
Sólo hace falta ver como acogió JxCat el aplazamiento del pleno de investidura: hasta hicieron constar en acta su malestar. Y como me decía mi apreciado colega Miquel Giménez en twitter: "pronto veremos también la Noche de los Cuchillos Largos".
El problema es que el proceso está cogido con pinzas: han querido vender a través de TV3 y Catalunya Ràdio -con la complicidad de sus profesionales- que está todo el país detrás cuando había solo menos de la mitad del censo electoral." (Xavier Rius, e-notícies, 31/01/18)
"Puigdemont nos debe un regreso heroico.
O Puigdemont regresa y es apresado en el Parlament o el esperpento catalán languidecerá en su momento más emocionante. Toda tensión narrativa tiene un límite a partir del cual sólo puede degenerar.
El primero ya advirtió que “ninguna actividad humana guarda una relación más universal y constante con la guerra que el azar” -como que te pillen unos mensajes en Bruselas-. Mientras que el segundo alertó varios cientos de años antes que el prusiano que un conflicto “si se pierde, puede conducir a la ruina del Estado y al fin del propio líder”. En eso estamos.
Porque este miércoles se han acumulado las malas noticias. Por una parte, Carles Puigdemont admitiendo que el proceso is over aunque sea en un mensaje privado: "supongo que tienes claro que esto se ha acabado. Los nuestros nos han sacrificado. Al menos a mí".
Por otra, el soberanismo peleándose en vivo y en directo ante los micrófonos de Catalunya Ràdio. Mònica Terribas y Saül Gordillo debían querer echar un cable a la causa y la jugada les ha salido por la culata.
Una emisora pública no debería montar sólo debates entre soberanistas. Carles Riera hasta repetía: hace unos días ya estuvo con Josep Rull. Como aquel famoso .Cat de TV3 en que todos eran de la misma cuerda.
Mariano, no hace falta que hagas nada. Los mismos que han impulsado el proceso han comenzado a despellejarse. Han tensionado la sociedad al máximo y ahora han empezado a estallar las tensiones entre ellos. La burbuja está a punto de explotar.
Sólo hace falta ver como acogió JxCat el aplazamiento del pleno de investidura: hasta hicieron constar en acta su malestar. Y como me decía mi apreciado colega Miquel Giménez en twitter: "pronto veremos también la Noche de los Cuchillos Largos".
El problema es que el proceso está cogido con pinzas: han querido vender a través de TV3 y Catalunya Ràdio -con la complicidad de sus profesionales- que está todo el país detrás cuando había solo menos de la mitad del censo electoral." (Xavier Rius, e-notícies, 31/01/18)
"Puigdemont nos debe un regreso heroico.
O Puigdemont regresa y es apresado en el Parlament o el esperpento catalán languidecerá en su momento más emocionante. Toda tensión narrativa tiene un límite a partir del cual sólo puede degenerar.
A punto de que se nos rompiera el procés de tanto usarlo, y escaldados como salimos de las elecciones del 21-D, el operativo de caza y captura del inefable Zoido y los exabruptos jurídico-consultivos de Soraya habían dado de nuevo atractivo al avispero catalán. La obligación del president es ser consecuente con su personaje y no permitir lecciones de actores de reparto.
Más aún cuando él mismo y su entorno han dado rienda suelta a la potencialidad expresiva de su saga fuga sugiriendo un regreso épico cuya sola concepción ha saturado de ingenios y reacciones encontradas los grupos del Whatsapp la última semana.
Los memes del president depuesto disfrazado de turista japonés, embalado como un pedido de Amazon, o cómodamente escondido en la amplitud de los dobles fondos que los padres de la patria usaban para llevarse las mordidas a Andorra y Zúrich, mejoraban en los telediarios con redadas intempestivas en los aeropuertos, batidas en el alcantarillado de Barcelona y registros minuciosos en los puntos calientes de la frontera con Francia.
La broma, el dislate y el escarnio se confundían así con las crónicas de los reporteros de guardia demostrando una vez más que realidad y ficción son ámbitos difusos y homogéneos bajo el cielo protector del Ruedo Ibérico. El despliegue policial para evitar el regreso intempestivo de Puigdemont, por parte de aquellos que no lograron impedir su huida, sólo puede ser motivo de bochorno para los servicios secretos, incapaces por lo que se ve de seguirle la pista en las cervecerías y los bosques de Flandes.
El aplazamiento de la investidura vuelve a poner el foco en los posibles recelos y disputas en el seno del independentismo. Se habla de "fisuras en el bloque separatista" y el relato del procés decae irremisiblemente porque se resitúa en unas coordenadas de tedio y normalidad incongruentes con la tensión dramática alcanzada.
O Puigdemont hace algo heroico y regresa cual Ulises a Ítaca o ni siquiera las meteduras de pata Zoido y Soraya podrán salvarle ante el juicio sumario de un país en el que la exaltación del ridículo es deporte nacional. El show, president, debe continuar." (Mariano Gasparet, El Español, 31/01/18)
Más aún cuando él mismo y su entorno han dado rienda suelta a la potencialidad expresiva de su saga fuga sugiriendo un regreso épico cuya sola concepción ha saturado de ingenios y reacciones encontradas los grupos del Whatsapp la última semana.
Los memes del president depuesto disfrazado de turista japonés, embalado como un pedido de Amazon, o cómodamente escondido en la amplitud de los dobles fondos que los padres de la patria usaban para llevarse las mordidas a Andorra y Zúrich, mejoraban en los telediarios con redadas intempestivas en los aeropuertos, batidas en el alcantarillado de Barcelona y registros minuciosos en los puntos calientes de la frontera con Francia.
La broma, el dislate y el escarnio se confundían así con las crónicas de los reporteros de guardia demostrando una vez más que realidad y ficción son ámbitos difusos y homogéneos bajo el cielo protector del Ruedo Ibérico. El despliegue policial para evitar el regreso intempestivo de Puigdemont, por parte de aquellos que no lograron impedir su huida, sólo puede ser motivo de bochorno para los servicios secretos, incapaces por lo que se ve de seguirle la pista en las cervecerías y los bosques de Flandes.
El aplazamiento de la investidura vuelve a poner el foco en los posibles recelos y disputas en el seno del independentismo. Se habla de "fisuras en el bloque separatista" y el relato del procés decae irremisiblemente porque se resitúa en unas coordenadas de tedio y normalidad incongruentes con la tensión dramática alcanzada.
O Puigdemont hace algo heroico y regresa cual Ulises a Ítaca o ni siquiera las meteduras de pata Zoido y Soraya podrán salvarle ante el juicio sumario de un país en el que la exaltación del ridículo es deporte nacional. El show, president, debe continuar." (Mariano Gasparet, El Español, 31/01/18)
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