"(...) ¿Soy favorable al derecho de autodeterminación? A
diferencia de Carles Puigdemont que no lo es, y no lo es porque votó en
contra o se abstuvo cuando el Parlamento de Cataluña discutió una
declaración a favor autodeterminación del pueblo saharaui (¡manda
narices, que diría aquel!), yo sí soy favorable a ese derecho… pero en
determinados casos, en determinadas circunstancias. Como, por ejemplo,
las que ahora se dan en el Sahara o las que se dieron hace años en
Angola o Mozambique.
La extensión de ese derecho -que no sería tal de
hecho, generaría un caos ilimitado y permanente- a todas las comunidades
humanas, a todos los “pueblos” (noción fuertemente imprecisa donde las
haya) de la Tierra, como algunos llegan a afirmar alegre y confiada
mente, implicaría casi inexorablemente estallidos y conflictos por
doquier que ni siquiera podemos imaginar nos.
Un mundo en llamas, con
sangrientos enfrentamientos, y para peor, para mucho peor. Nada
emancipatorio, humanamente hablando, saldría de todo ello. Eso sí, mucho
caos, muchos aprovechados, mucha limpieza étnica… y muchos negocios y
nuevas recomposiciones de las clases dominantes. Los de abajo en la
ruina, heridos, desesperados o muertos.
¿En qué circunstancias soy favorable a ese derecho, al
tiempo que critico el uso de eufemismos -dret a decidir por ejemplo-
que lo esconden por motivos político populistas (en el peor sentido del
término) y publicísticos? Pues cuando se dan las situaciones políticas
opresivas que todos tenemos en mente; lo apuntado y señalado
tradicionalmente desde instancias jurídicas y políticas por la izquierda
democrática y antifranquista por ejemplo.
Es decir, cuando hablamos de
colonias, de semicolonias, de opresión étnico-nacional, de explotación
de territorios, de pobreza creciente, abonada y diseñada, de fuerte
persecución cultural y lingüística, de graves discriminaciones, de
marginación económica, de ataques por motivos religiosos o de raza, de
menosprecio ofensivo… La lista puede alargarse.
¿Algunas de esas situaciones se dan en el caso
catalán? Por mucho que queramos exagerar, por mucho que apelemos y
reinventemos la historia (asunto en absoluto menor), es evidente que no.
Ni colonia ni opresión ni persecución cultural ni negación de la
autonomía política ni ataque a la lengua ni... Nada de eso.
Cataluña,
por supuesto también, no es, en contra de lo señalado por algunos
líderes de ERC como Joan Tardà, un territorio anexionado por España en
1714 y de ahí el “España contra Cataluña (1714-2014)”. Otra de las
falsedades de esa “narración histórica secesionista” que nos persigue y
golpea día y noche, por tierra, mar, aire y TV3 y sistemas afines.
En
síntesis: la situación de los ciudadanos catalanes, yo soy uno de ellos,
no tiene nada que ver, nada, con la que sufren los saharauis, los
kurdos o los rohingyas birmanos (Les recomiendo, por cierto, este
excelente artículo, todo lo suyo lo es, de Higinio Polo: “Maldición y
éxodo de los rohingyas birmanos” http://www.elviejotopo.com/topoexpress/maldicion-y-exodo-de-los-rohingyas-birmanos/).
Confundir A con Z conduce a eso: a confundir y liarla. El objetivo central del nacional-secesionismo catalán.
Un matiz, para no ocultar mis posiciones. Incluso, dadas algunas de las
situaciones señaladas en el punto anterior, la coyuntura marca y marca
decisivamente. Es razonable no estar a favor del ejercicio de ese
derecho en un momento determinado, aunque se esté a favor de l derecho,
si el escenario más probable que puede abrirse tras su práctica es peor
incluso que la situación que se intenta superar.
“Queimada”, de Gillo
Pontecorvo, también puede enseñar en esto. ¿Cuenta, debe contar, la
racionalidad, la posición, los sentimientos de las clases trabajadoras
afectadas y que no estén abducidas por la ideología de separación y
distanciamiento de los pobres? (...)" (Salvador López Arnal , Rebelión, 27/01/18)
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