"Hace un par de años alertó en un artículo de que los escritores
latinoamericanos que vivían en Barcelona se estaban marchando a Madrid.
¿Sigue siendo así?
Sí, y no ha hecho más que empeorar. En Cataluña no se le tiene mucha
estima a la lengua española. Y, sin embargo, es un activo que resulta
insensato rechazar: es el combustible de una de las principales
industrias catalanas, la editorial, y el vínculo con un mercado
emergente tan destacado como América Latina.
Pese a ello, la Generalitat
considera a esta lengua extranjera y la mitad de la población tiene un
nulo interés en ella, lo que ha provocado que Barcelona, que era una
capital cultural de renombre, ya no lo sea. Todos se han ido a Madrid,
donde no tienes que dar explicaciones por hablar en español. Lo hablas,
sin más.
Por otra parte, la reacción de muchos nacionalistas tras leer mí
artículo fue espetarme: “Lárgate a tu país”. Insulto que nadie antes me
había dirigido, y que tampoco ha utilizado nadie del PP cuando los
critico. A nadie se le ocurre afirmar algo así fuera del nacionalismo.
Me dolió tener que pedir permiso para hablar de la comunidad en la que
llevo doce años, en la que he criado a mis hijos y en la que pago mis
impuestos.
Lo peor es que, más tarde, comprobé que no solo yo no era
suficientemente catalán para opinar del asunto, sino que muchos nacidos
aquí tampoco lo eran. Y, ahora, como se ha visto, ni los europeos son
suficientemente europeos para ellos. Debería alarmar más el supremacismo
étnico que destila ese discurso.
Y, tras la fractura originada por el procés, ¿no ha sentido tentaciones de marcharse usted también?
Yo me habría ido hace mucho tiempo, pero tengo aquí a mis hijos, a mi
mujer. Mi trabajo sí se ha ido. Además de la escritura, me dedico a
proyectos editoriales en otros países. Esto me obliga a viajar con
frecuencia, con lo que no puedo sacar a mis hijos del colegio y pedirle a
mi esposa que abandone su trabajo para luego estar viajando la mitad
del tiempo.
En la práctica, he conseguido que mi ocupación laboral y mi
cabeza estén fuera. Así, mi entorno es cada vez más extranjero, porque
era muy difícil convivir con amigos que, o bien me decían que no estaba
ocurriendo lo que estaba ocurriendo, o bien se alegraban de que toda esa
gente que no deseaba la republica que estaban construyendo se marchase,
resolviendo que los catalanes de verdad fundarían su nuevo país sin
ellos –que éramos nosotros–.
En aquel artículo, también señalaba que la “protección del
catalán”, antes admirada, ha pasado a convertirse en un esfuerzo por
“borrar al otro”.
En realidad, no creo que podamos hablar de “protección del catalán”,
porque es evidente que éste se podría proteger sin discriminar al
castellano. Ambos idiomas se pueden conjugar sin problema. Precisamente,
el éxito de Cataluña residía en su carácter bilingüe, y es increíble
tener que discutir con gente que pretende dejar de serlo. Pero todo se
debe que se concibe la lengua y la identidad de forma excluyente.
En una
ocasión, un amigo me contó que había pedido una subvención para un
proyecto cultural en español y la Generalitat le respondió que no
sufragaban iniciativas en ese idioma, de la misma manera que en Estados
Unidos no se subvencionaba a la lengua de los apaches.
Tras más de una década viviendo en Barcelona, ¿le sorprendieron las multitudinarias manifestaciones a favor de la unidad?
Sí lo hicieron. Fue un instante bonito porque sentí que no estaba
solo. Después de años tratando de escabullirme de ciertos sitios,
personas y conversaciones, acabé descubriendo que algunas personas que
conocía se encontraban en esas marchas y pensaban lo mismo que yo.
Y
todos estábamos igual de sorprendidos, siendo yo peruano y ellos
españoles, de desfilar debajo de una bandera española. ¡Quién nos lo iba
a decir! Sin embargo, en este momento, esta bandera es la que te
garantiza disponer de tu vida en libertad.
Ha sostenido que un “nacionalista es como una tortuga asustada”.
Los nacionalistas son así porque el miedo les obliga a
encerrarse en sí mismos. Durante años, aseguraban que las empresas no
se iban a ir de Cataluña, pero no hacía falta tener un doctorado en
Economía para adivinar lo que, finalmente, ha acabado ocurriendo.
Los
independentistas hablan con los de su cuerda, se convencen de sus
argumentos y hostilizan a cualquiera que afirme algo diferente. En mi
opinión, uno de los principales problemas del nacionalismo es que te
impide diagnosticar con acierto lo que te rodea y, por tanto, solventar
cualquier dificultad.
Esta incapacidad es perjudicial para todos,
incluyendo a los propios nacionalistas. Si partes de la idea de que eres
superior, tendrás que enfrentarte al hecho de que el resto del mundo no
cree que seas superior.
En el pasado, llegó a trabajar como asesor político. ¿Qué le aconsejaría a Puigdemont, que pretende ser investido por Skype?
Le aconsejaría que se quedase en sentado en su
sillón, abriese su Skype y su Facebook, y no se moviese de allí. No
tengo ningún problema en que no regrese. Seguro que todo mejoraría si lo
viésemos solo por Skype. Estoy totalmente a favor de su investidura a
distancia y de todo lo que desee hacer a distancia.
¿Y a Rajoy?
Darle un consejo a Rajoy es inútil porque no lo
escucharía: hacerlo significaría hacer algo. En cualquier caso, le
recomendaría que se cuidase más de Ciudadanos que del nacionalismo.
Porque el nacionalismo le ha dado votos. El presidente acertó al
considerar, al contrario que Podemos, que los secesionistas se
estrellarían solos contra su propia imposibilidad, y que no alcanzarían
el 50% de los votos; es decir, una masa crítica capaz de romper la
baraja.
No obstante, no se dio cuenta de que su pasividad e ineptitud
serían aprovechadas por Ciudadanos para presentarse como un partido más
enérgico, joven y dinámico. El nacionalismo carece de fuerza por su
falta de acuerdos internos, y solo seguirá dando vueltas en torno al
vacío. Pero Ciudadanos se ha fortalecido en toda España. No hay mayor
amenaza para Rajoy que esa. (...)
A Madrid no se le inflige ningún daño, encantada de
acoger la industria económica y cultural que huye de aquí, sino que se
le ocasiona a los catalanes, que ven mermada su capacidad de ser felices
en un lugar antaño acogedor y maravilloso. Las dos capitales son ahora
antagónicas. En Madrid a nadie le importa de dónde eres; en Barcelona,
solo importa de dónde eres.
El jefe de informativos de
TV3 niega que en el canal catalán haya un sesgo a favor de la
independencia, y sostiene que éste se parece más a la BBC que las
cadenas españolas. ¿Está de acuerdo?
Hace mucho tiempo que no veo TV3. Cuando lo hacía,
siempre tenía la sensación de que invertían toda su energía en
configurar una única catalanidad, estrecha y limitada. Por el contrario,
cuando veía las noticias de otros canales, más de allá de estar de
acuerdo o en desacuerdo con lo que me contaban, percibía que me hablaban
del mundo exterior, de un universo más amplio.
De esta forma, sin
proponérmelo, fui dejando de ver TV3. Pero no porque discrepase de su
línea editorial, sino porque inconscientemente necesitaba mayor
amplitud.
Si uno de los argumentos para
defender la independencia fue el célebre “España nos roba”, ¿por qué el
secesionismo apenas está prestando atención a la fuga de empresas?
Porque ese lema no fue más que un pretexto. Había que
otorgarle razones a los sentimientos, pero siempre fueron sentimientos,
no razones. Ese eslogan resultó útil para movilizar a la gente, pero el
sentimiento que latía debajo siempre fue el desprecio por el resto de
españoles. Nada más que eso.
La idea subyacente era que todos los
problemas eran por culpa de España y que, por tanto, estos se
resolverían estando fuera de ella. El resto de argumentos son solo
maneras de canalizar ese sentimiento sin que suene tan reaccionario. Por
otro lado, es muy peligroso dejar que la política la dicten los
sentimientos, pues estos, al contrario que las razones, no se negocian.
¿Qué opina del fenómeno Tabarnia?
¡Me apunto! Sin ninguna duda. Me parece una joya de
la inteligencia y del humor político; una muestra de que mediante el
humor puedes revelar lo absurdo de los argumentos de tu rival.
Necesitamos más humor en esta guerra para que sea menos guerra.
Y que
las discusiones contengan más ingenio y creatividad para renovar la
mirada sobre un conflicto tan enquistado. Si el movimiento se vuelve
serio, votaré por ellos." (Entrevista a Santiago Roncagliolo, Óscar Benítez, El Catalán.es, 22/01/18)
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