"(...) -¿El independentismo ha servido de cortina de humo de casos como el del Palau de la Música o del 3%?
-Puede que haya ayudado a fomentar el
independentismo, porque ha permitido hablar de otra cosa. Pero yo creo
que el motivo del auge del independentismo es otro.
-¿Cuál?
-Se habla de la sentencia del Estatut. Yo parto de la base de que el Estatut no era necesario en aquel momento. Fue una necesidad de Pasqual Maragall,
que entonces gobernaba con ERC, de mostrarse más nacionalista que
nadie. Se tuvo que dar ese paso y creo que fue un error. Es cierto que
la sentencia se cargó el Estatut de malas formas y creó un clima muy
negativo. Pero finalmente, la sentencia solo se cargó 14 artículos.
La crisis económica
fue más decisiva. La indignación que supuso reconocer que estábamos muy
mal económicamente produjo un populismo que aquí en Cataluña se tradujo
en independentismo.
-Antes hablaba del
cumplimiento de la ley y ahora nos encontramos debatiendo si un
presidente de la Generalitat puede gobernar a distancia. ¿Qué le parece?
-Me parece surrealista, me parece un delirio. Me
parece inconcebible. Nos lo tenemos que creer porque lo vemos. Es
difícil de explicar y de comprender que se quiera llegar a ese extremo,
cuando se ha visto que eso provoca una reacción represora por parte del
Estado y es lógico que sea así. No pueden convencer a nadie de que
mediante esos métodos se busque el bien de Cataluña.
-Pero hay mucha gente que se ha creído ese relato. Y las nuevas generaciones crecen con ese sentimiento independentista…
-El sentimiento independentista se fomenta por activa
o por pasiva. Se lleva al extremo un imaginario que ha formado a las
nuevas generaciones y que yo atribuyo al pujolismo.
Es la idea de que Cataluña no está exactamente en España, que es una
realidad distinta. Solo hace falta ver el mapa del tiempo (en TV3).
España no existe. Yo no creo que haya adoctrinamiento,
pero de España no se habla en la escuela catalana. Es una realidad
ajena a los catalanes. Y eso que para mi generación ha sido un proceso y
un cambio, para los más jóvenes no es un cambio, es que lo han mamado. Y
eso ha llevado al independentismo.
-¿Eso ha generado fractura social?
-Creo que hay más fractura política que social. En mi
entorno familiar y de la universidad hay independentistas, pero yo no
peleo con nadie. Hay relaciones desagradables, pero intentamos tomarlo
con cierto humor. A nivel social hay un empate político, eso es
evidente.
-¿La fractura política tiene mejor solución que la social?
-No existe solución al llamado problema catalán,
llevamos siglos así. La única forma de apaciguar la situación tras las
elecciones del 21D era un gobierno de concentración
consistente en aparcar la independencia,
para dedicarnos a gobernar y hacer las cosas que se consideran
urgentes. A fin de cuentas estamos empatados y no hay mayoría social ni
política para presionar más.
Yo iba en las listas del PSC, que
numéricamente no tiene fuerza para impulsar esto, pero creo que es de
los pocos partidos que tenía un programa conciliador. No pensaba en
desbancar a los independentistas, sino en hacer cosas mientras tanto. No
me opongo al ideal de la independencia, pero mientras no se pueda, es
necesaria una tregua.
-¿Cree que ha desparecido el eje izquierda-derecha?
-Yo no lo acabo de creer del todo. El reproche que le
ha hecho la oposición al independentismo es que se ha desatendido toda
la cuestión social, que además en estos momentos es urgente porque
venimos de una crisis y, por tanto, hay precariedad laboral, tenemos el
problema de la dependencia, de la brecha salarial… Hay que asegurar el
estado del bienestar. Y esos son objetivos de izquierdas.
-Pero el tradicional votante de la izquierda no parece sentirse identificado con esa ideología, como ocurre en Estados Unidos.
-Ha habido un proceso positivo en el cual la derecha
ha asumido muchas propuestas que eran de izquierdas. Pero hay problemas
nuevos, como el de la dependencia y la brecha salarial. Es ahí donde la
izquierda se tiene que espabilar. Porque la derecha no lo hará. Lo asume
cuando no hay más remedio.
-¿Cree que la izquierda en Cataluña se ha dejado arrastrar por el nacionalismo?
-La izquierda en Cataluña y fuera de Cataluña
también, como es el caso de Podemos, nunca se ha sentido cómoda con una
propuesta antinacionalista. Y yo creo que el antinacionalismo es propio
de la izquierda. Un proyecto nacionalista acaba siendo excluyente,
insolidario y genera desigualdades.
-¿En eso han caído PSC y Podemos?
-En el nombre de la libertad, que es lo que se
defendía en la Transición, se entendió que debíamos ser nacionalistas
catalanes porque había muchos derechos que habían sido reprimidos. Pero
no hay que ver solo la cuestión de la libertad. ¿Qué significa eso de
‘un solo pueblo’? A mi nunca me ha gustado, me parece fascista, me
parece nazi. Ein volk decía Hitler.
-¿La solución al encaje de Cataluña en España es el federalismo?
-Es hacia lo que vamos inevitablemente si realmente
queremos hacer reformas que permitan incluso a los independentistas
estar cómodos.
-Un federalismo asimétrico, entiendo. España ya lo es…
-Más asimetría que la del País Vasco… Hay que
repensar todo eso, desde el punto de vista de la financiación, que es lo
más urgente, y habría que hacer un Senado realmente federal, lo que
implica la reforma la Constitución, que se hizo cuando las autonomías
todavía eran un proyecto. (...)" (Entrevista a Victoria Camps, Crónica Global, 21/01/18)
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