"Si no fuera por esta historia del secesionismo catalán, hoy Mariano Rajoy no sería presidente del gobierno. Le fortalece un cálculo maldito: a más procés, más Rajoy. Otros, tan desprestigiados y quemados como él, el Fiscal General del Estado, José Manuel Maza, y el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes,
cabalgan sobre la misma ola.
La aventura secesionista ha sido un regalo
para la derecha española, situada por los errores de otros a la
vanguardia en la defensa del Estado de Derecho. Una vez más, se cumple
la máxima del Churchill: “Las guerras no se ganan, se pierden”. Ésta no la gana el corrupto Rajoy, la pierden sus torpes adversarios.
¿Quiénes
han diseñado una aventura con tanta irresponsabilidad histórica? Los
autores materiales, visibles, son conocidos, pero interesa preguntarse
por los arquitectos intelectuales de este desastre. Son los
imprescindibles para dar apariencia de viabilidad al proyecto de
secesión. Sin ellos, académicos e investigadores de prestigio, el procés no hubiera pasado del nivel de ocurrencia.
Los primeros expertos movilizados fueron un grupo de destacados economistas organizados en col·lectiu Wilson que puso en riesgo su prestigio académico con el alucinante panfleto “Amb la independencia, quanta diners guanyaria Catalunya?”.
Avalaron unos datos que hoy tienen cero credibilidad, pero fueron
decisivos en la movilización basada en aquel “España nos roba”.
Cómo
poner en duda los datos de los galácticos “minnesotos”, economistas catalanes con pedigrí de universidades americanas, liderados por el exconsejero Andreu Mas-Colell, del que dicen que, antes de los resultados de su política económica y de la torpeza del procés,
aspiraba al Nobel.
De momento, es el artífice de dejar las cuentas
públicas de Cataluña en la quiebra, con una deuda que ha alcanzado la
insoportable cifra de más de 75.000 millones de euros en 2016. En
resumen, ha logrado que, sin el aval del Estado, hoy nadie prestaría a
Cataluña. ¿De una comunidad autónoma en quiebra a un Estado
independiente?
No son los únicos impulsores, con palabras de Popper,
de la construcción de “una atmósfera intelectual” sin la que la
aventura independentista del nacionalismo catalán no se habría
producido. Hay otros colaboradores imprescindibles. Los catorce sabios
(excluyo a Pilar Rahola i Martínez) que han redactado los informes del Libro Blanco de “La Transición Nacional de Cataluña”, coordinados por el catedrático de Derecho constitucional Carles Viver Pi-Sunyer, son igual de responsables en la construcción de ese clima.
Cada
uno de ellos responde con sus informes sectoriales a cómo sería ese
nuevo Estado en los “primeros meses”, a los que denominan Transición.
Para curarse en salud, se trataría de hipótesis en circunstancia que los
políticos independentistas les habrían dado. ¿Y si esas circunstancias
no se dan? “Eso ya no es asunto nuestro”, vienen a decir. Como Peridis le hace decir a Puigdemont en una de sus viñetas, “menos mal que no nos dejan”.
De todos los informes hay uno que es especialmente llamativo, el que responde a la cuestión de cómo sería la Seguridad y la Defensa
de ocho millones de catalanes en esos “primeros meses” del nuevo
Estado, nada menos.
Qué medidas para la seguridad de las fronteras
terrestres, marítimas y aéreas, para el control de aduanas, para la
lucha antiterrorista, la ciberseguridad, la producción de inteligencia
propia frente a amenazas y riesgos, la lucha contra el crimen
organizado, el control de la inmigración, defensa territorial y de
infraestructuras críticas, etcétera.
Qué medios de seguridad se necesita
de forma inmediata, qué material marítimo, aéreo y terrestre. Eso en
los “primeros meses”, en los que se reconoce en el informe que habría
“más inseguridad por ser un país de nueva frontera”.
Y todo esto
¿con ejército o sin él? El experto no resuelve, deja abierta la
cuestión, y le entiendo, dado el disparate en el que se han instalado
las tres fuerzas políticas que promueven la independencia, cada una con
una versión diferente sobre el asunto.
Hace años escribí un artículo como respuesta a una idea extraterrestre que Artur Mas
presentó en Madrid: Cataluña estaría en la OTAN, pero sin ejército.
Desde entonces la capacidad creativa de la antigua CiU, ERC y las CUP no
ha dejado de crecer, y cada uno va por su lado. Así que el experto, que
lo es de verdad, tira por la calle de en medio: mucha literatura sobre
Seguridad y Defensa en el mundo occidental (¿habrán leído los de las CUP
la propuesta sobre el vínculo trasatlántico, de Cataluña con USA?),
pero ninguna concreción sobre cuestión tan decisiva para un Estado, más
allá de una curiosa opción sobre “militarización parcial de los mossos”,
en los “primeros meses”.
Pero, en definitiva, ¿cómo se resolvería
la seguridad de los catalanes? La propuesta: con la colaboración de
España. ¿Y si España no quiere colaborar? Según el informe, esa
situación no se podría producir, porque a España no le interesaría un
territorio al lado convertido en una plataforma para el crimen
internacional.
Así que ya está solucionado el problema sobre qué hacemos
el primer día de independencia: España, la UE, la OTAN no les dejarían
solos porque ¿“cómo van a permitir en plena Europa un estado fallido”?
La seguridad de los catalanes convertida en una ruleta rusa. Solo lo
puedo entender si quien ha redactado este informe estaba pensando que
nunca se daría ese escenario de un nuevo estado.
Todos estos sabios, juristas, economistas, expertos en relaciones
internacionales, lo que han hecho es proporcionar una autoridad teórica a
una chapuza, a un encargo de unos políticos enloquecidos por su propia
deriva incontrolada. Pero no hay que engañarse, estos expertos han
asumido una responsabilidad absoluta con su participación decisiva.
Y se
les debe demandar, por la buena salud de una sociedad democrática.
Sobre todo ahora, cuando el letrado mayor del Parlament, reconocida
autoridad en derecho autonómico, el secretario general, el Consejo de
Garantías Estatutarias y otros especialistas de las universidades
catalanas, afortunadamente, han dado contundentes respuestas
democráticas. Un anticipo del fracaso anunciado del procés.
Habrá
otros perdedores. Me temo que las izquierdas españolas volverán a pagar
la factura de los delirios del catalanismo histórico nacionalista. Otra
vez Cataluña divide a la izquierda. Solo hay que ver la variedad de
posiciones en las organizaciones del Podemos de Iglesias y sus
posiciones incomprensibles, como eso de llamarle “movilización” a un
proceso orientado a una declaración unilateral de independencia o apelar
a la “soberanía de pueblo catalán” como respuesta a un desafío
soberanista.
O los cambios diarios del PSOE de Sánchez
con sus identidades nacionales, nación de naciones, plurinacionalidad y
tantas improvisaciones que pareciera que “los conceptos se les deshacen
en la boca como hongos podridos”, por emplear una clásica expresión
alemana. El procés tendrá un precio político para la izquierda.
Si hubieran leído con atención los datos del CEO
sobre la sociedad catalana, tan plural, habrían actuado de modo
diferente, imagino. Ahora, cuando los partidos independentistas fían
todo su futuro a la capacidad de movilización de la ANC y Òmniun
Cultural, ya sobradamente acreditada, en la Diada, habrá que preguntarse
cómo termina esto.
Mi opinión: uno, no hay movilización capaz de
torcerle el brazo al Estado de Derecho en España; dos, ese catalanismo
pragmático, que con tanto detalle estudió el historiador Ucelay-Da Call, ya está preparado para negociar tras la batalla. La Vanguardia, bien ubicada, es la pista a seguir estos días. Y el antecedente de los acuerdo PP-PNV. El despacho de Roca Junyent, los defensores de la Infanta, no estará muy lejos de la mesa de negociaciones. Perdedores y ganadores, como siempre." (Jesús Cuadrado, Cuarto Poder, 11/09/17)
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