"Ha llamado mucho la atención que el alcalde socialista de Blanes
dijera con toda claridad lo que otros socialistas catalanes dicen con la
boca pequeña. La superioridad de Cataluña sobre el resto de España es,
para ellos, una evidencia. Como la de Dinamarca sobre el Magreb. Lástima
que los territorios sean todos igualmente afásicos y duros de mollera,
pura tierra.
A lo que se refieren, en realidad, es a la superioridad de
los socialistas de Blanes sobre los de Granada, digamos. Una
superioridad apodíctica o decretada por Dios. Que eso lo afirmara un
granadino lo hace aún más gracioso. Relean ustedes lo que Marx y Engels
decían sobre los criados de los reyes: son lo peor de la casa.
Recuerdo perfectamente al grupo de técnicos del Ayuntamiento de
Maragall que asesoró a la Junta andaluza durante la Exposición de
Sevilla. Volvían de allí con una sonrisa de suficiencia y se compadecían
“de aquella pobre gente” a la que tenían que ayudar “a atarse los
zapatos”.
Lo decían con cariño, con fraternidad socialista, como si le
dieran unas palmaditas en la espalda al limpiabotas. Algunos de ellos
eran hijos de emigrantes, como ese pobre tipo de Blanes o como el
inolvidable Montilla.
Sin embargo, no es eso lo más vil. Los judíos tenían una formación
cultural imbatible. Ser o no ser racista no depende de la capacidad
técnica o intelectual de la víctima, sino de la convicción de que todos
los ciudadanos somos iguales, o no, ante la ley.
Para sentirse superior,
el racista elige una víctima a la que cree débil y la pone fuera de la
ley. La convierte en extranjera. Como sabemos, algunos socialistas
catalanes (y todos los separatistas) no consideran que seamos iguales a
ellos, sino magrebíes invasores de Cataluña. Y se dicen de izquierdas…" (Félix de Azúa , El País, 11/07/17)
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