"(...) Lo único que puede hacerte independiente en caso de conflicto con el
Gobierno central es identificar alguna de las grietas del conflicto
geoestratégico mundial y colarse luego en el lado de los ganadores. Todo
lo demás importa bastante menos. (...)
El caso de Kosovo es especialmente interesante: aunque
es un país de mayoría musulmana, aceptó convertirse en una gran base de
EEUU en el corazón de Europa como precio a pagar por la independencia.
La comparación con el nacionalismo kurdo –de tradición infinitamente más
importante y arraigada, pero que hizo una apuesta geoestratégica con
los perdedores de la guerra fría– es demoledora.
Pese
a que los nacionalistas kurdos hace décadas que luchan contra un Estado
autoritario que los masacra, sus posibilidades de conseguir la
independencia eran remotas porque Turquía era el gran aliado de
Occidente para el mundo musulmán. (...)
Si la independencia de Catalunya fuera en serio y con un horizonte
cercano, esta sería la pregunta que querrían contestar sus promotores:
¿Qué grietas geoestratégica existen? ¿Qué están dispuestos a hacer para
colarse en ellas? (...)
El pasado septiembre, Terradellas desveló sus cartas en una importante conferencia en la Universidad de Barcelona revestida de gran solemnidad,
con el Aula Magna a rebosar y la presentación del expresidente Artur
Mas y de Agustí Colomines, uno de los intelectuales de cabecera del
"proceso".
Terradellas enmarcó el debate en un marco
de choque de civilizaciones, con Occidente enfrascado en varios pulsos
geoestratégicos simultáneos con el islam, Rusia y China.
Y en este
cuadro, Catalunya tenía alguna opción si jugaba sus cartas como muro de
contención occidental en el sur de Europa, codo a codo con Israel, el
país que más en serio sigue el proceso catalán, muy bien conectado con el nacionalismo.
Este escenario no es hoy en absoluto quimérico pese a que España es ya
un bastión de Occidente porque tras la victoria de Donald Trump ha
aparecido una grieta interna en este campo, con tensiones entre EEUU y
el Reino Unido post-Brexit, de un lado, y la Unión Europea, del otro.
Siguiendo el manual clásico de cómo conseguir la independencia, pues,
los nacionalistas catalanes tendrían alguna posibilidad si las tensiones
en el bloque van a más y se convierten en fuerza de choque de Trump
(siempre pegado a Israel) en el continente.
En este contexto choca mucho
menos el vídeo de Artur Mas saludando los nuevos vientos que soplan en
EEUU que tanta perplejidad causó. (...)
Evidentemente, este plato puede parecer demasiado
indigesto para los electores catalanes y muy en particular para la
izquierda, que justo ahora está desplazando a los exconvergentes de la
dirección del proceso. Pero al menos es realista.
En cambio, nadie en el
campo de la izquierda independentista explica con qué palancas
geoestratégicas cuentan para conseguir apoyos al referéndum y a la
independencia. ¿Con los países bolivarianos? ¿Con Irán? ¿Con China? ¿Con
Rusia? ¿Con el caos derivado de la eventual ruptura o implosión de la
eurozona? Es un misterio.
Es lógico que, con la
excepción de Terradellas y de su insólito destape, todos guarden
silencio ante un aspecto tan peliagudo como controvertido y prefieran
que nada desvíe el foco del “Madrid malo”. Prometer la independencia de
la mano de Trump, de China o de la implosión del euro no parecen la
mejor forma de conseguir ensanchar el apoyo popular al “proceso”.
Pero
al mismo tiempo revela que el auténtico objetivo del “referéndum sí o
sí” no es en realidad hacerlo, sino más bien conseguir que lo prohíban
con la esperanza de ganar con ello nuevos adeptos para la causa." (Pere Rusiñol, eldiario.es, 29/01/17)
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