Viví siete años en Madrid y seis en Barcelona. Allí tuve a mis hijos. Ellos hablan gallego, catalán y español indistintamente, dependiendo de la persona con la que estén. En Cataluña, la enseñanza desde preescolar era totalmente en catalán, y siempre me pareció extraño que no hubiera colegios en español, aunque sólo fuera por tener la libertad de elegir.
¿Qué quieren que les diga? Yo no tenía niños catalanes. Tenía niños catalanes y gallegos, es decir, españoles. Y al fin y al cabo el castellano es la lengua en la que nos entendemos su padre y yo.
Este simple ejemplo me sirve para ponerme en el lugar de las personas que reclaman enseñanza en castellano en Cataluña. Esta reclamación en Galicia es completamente innecesaria, pues aquí la enseñanza es al 50% en gallego y en español, una medida que me parece correcta si se aplicara convenientemente y sin sesgos tendenciosos. (...)
A veces, aquello que es un derecho legítimo de un grupo humano puede llegar a convertirse en una censura de la libertad individual. Y al revés, los derechos de los individuos pueden entrar en conflicto con el libre desarrollo de un grupo. (...)Es decir, que no estaría de más a estas alturas de la película que Cataluña proveyera a sus habitantes de colegios donde se pudiera impartir la enseñanza en español. Igualmente, en Galicia y Euskadi. El exceso de proteccionismo ahoga y desnaturaliza el uso de la lengua, lo mismo que el utilitarismo político que de ella se haga.
Los que temen a esta medida es que aún no han asumido que las lenguas pertenecen a sus hablantes, y son éstos los que las sacan adelante.
Yo, desde luego, no tengo el menor temor de que el catalán o el gallego vayan a desaparecer." (LUISA CASTRO: La libertad de todos. El País, Opinión, 02/08/2008, p. 25)
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