"(...) La unión fiscal, como consecuencia de la unión política y de la
actuación redistributiva del Estado a nivel personal (el que más tiene
más paga y menos recibe), realiza también una función redistributiva a
nivel regional, que compensa en parte los desequilibrios creados por el
mercado.
La Unión Monetaria Europea ha roto este equilibrio creando una unidad comercial y monetaria pero sin que se produzca, ni se busque, la unidad fiscal y política, lo que genera una situación económica anómala que beneficia a los países ricos y perjudica gravemente a los más débiles, ya que la unidad de mercados y la igualdad de tipos de cambios traslada recursos de los segundos a los primeros sin que esta transferencia sea compensada por otra en sentido contrario, mediante un presupuesto comunitario de cuantía significativa.
Esta situación anómala que crea la Unión Monetaria es la que ansían
los soberanistas surgidos en las regiones ricas. No se puede negar que
tras el nacionalismo se encuentran pulsiones irracionales, sentimientos,
emociones, afectos, recuerdos que en principio pueden ser totalmente
lícitos.
Pero, en la actualidad, cuando se trata de países occidentales y
de territorios prósperos, el principal motivo, al menos de las elites
que se encuentran al frente del independentismo, es el rechazo a la
política presupuestaria y fiscal del Estado, que transfiere recursos
entre los ciudadanos, pero también entre las regiones.
Recordemos que la
deriva secesionista de la antigua Convergencia se inicia con el órdago
acerca del pacto fiscal que Artur Mas dirige al Presidente del Gobierno y
de la negativa de este a romper la unidad fiscal y presupuestaria de
España.
Resulta ya evidente que, paradójicamente, la Unión Monetaria Europea,
lejos de constituirse en un instrumento de integración y convergencia,
se ha convertido en un mecanismo de desunión y enfrentamiento,
incrementando la desigualdad entre los países.
Pero es que, además,
comienza a vislumbrarse que propicia también las fuerzas centrífugas
dentro de los Estados entre las regiones ricas y las pobres. Cataluña o
la Italia del Norte pueden preguntarse por qué tienen que financiar a
Andalucía o a la Italia del Sur, si Alemania u Holanda no lo hacen,
obteniendo beneficios similares o mayores de la unión mercantil,
monetaria y financiera.
Lo más contradictorio entre los nacionalistas de izquierdas, o de los
que desde la izquierda coquetean con el nacionalismo, es su defensa en
el ámbito nacional de lo que critican a la Unión Europea: la carencia de
una unión fiscal y política. La izquierda consciente que se opuso al
Tratado de Maastricht fundamentaba su rechazo en los desastres que se
derivarían de una moneda única sin integración fiscal y política.
La
izquierda inconsciente o acomodaticia basó su “sí crítico” en la
esperanza un tanto ingenua de que con el tiempo tal convergencia se
produciría. Pero en ambos casos censuraban la ausencia en Europa de un
presupuesto comunitario de cuantía similar al que mantenían los Estados,
capaz de corregir los desequilibrios que el euro y el mercado único
iban a producir entre los países.
Por eso se entiende con dificultad que
aquello que se exige a Europa se pretenda destruir en España o en
Italia." (Juan Francisco Martín Santos, República.com, 10/11/16)
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