21/6/16

Un referéndum que contemple una tercera ­opción, federalista... pero, federarnos implica al resto de los españoles; ¿cómo lo podemos decidir sin consul­tarles?

"Yo entiendo que haya mucha gente convencida de que esto de Catalunya tiene solución fácil: ¿no nos ponemos de acuerdo? Pues votemos. ¿Independencia sí o no? Se cuentan síes y noes y quien tenga la mitad más uno gana. No me extraña que esa propuesta, el referéndum, surja una y otra vez. Parece tan sencilla. ¿Cuál es el problema?

El problema, para empezar, es que un referéndum de esas características (a diferencia de los que sirven para ratificar acuerdos) divide la población en dos mitades amargamente enfrentadas. O unos se sentirán privados de su gran sueño épico, o los otros arrastrados a un suicidio colectivo. Gane quien gane ¿se perdonarán alguna vez?

Segunda dificultad: las condiciones. El diablo, ya se sabe, está en los detalles. Cuando no hay matices, complejidad ni pactos posibles, sino blanco o negro, con consecuencias radicalmente distintas, ¿qué pa­saría si, como es probable, un puñado de votos dirimiera el resultado? ¿Lo aceptarían los perdedores? ¿Se resolvería para siempre la disputa? ¿O se envenenaría, nos pasaríamos años discutiendo, no ya de lengua, historia, financiación, futuro…, sino del quórum, la edad para votar y la redacción de la pregunta?

Tercera, e importantísima: el resultado ¿sería reversible? ¿Cómo justificar que una decisión que se tomó votando no pueda modificarse votando otra vez? ¿O es que sería reversible si es que no, pero irreversible si es que sí?; y en tal caso, ¿cómo justificar esa disparidad?

Cuarta, y no sigo: mucha gente no quiere ni sí ni no, sino otras cosas. Lo reconoce ­hasta Puigdemont, que acaba de proponer un referéndum que contemple una tercera ­opción, federalista. Pero eso sigue dejando fuera a gran parte del electorado (quienes queremos que se hable de otras cosas, no de lo territorial, que nos parece una cortina de humo) y, además, abre un problema nuevo: federarnos implica, por definición, a otros; ¿cómo lo podemos decidir sin consul­tarles?…

No, no es de extrañar que la “solución” del referéndum aparezca una y otra vez… y una y otra vez sea desechada, disputada, retocada. Porque parece simple, pero los problemas que plantea son infinitos.

¿Entonces?… Entonces, naturalmente, votemos. Pero no entre dos opciones ni tres, sino entre muchas; no sólo sobre la cuestión territorial, sino sobre todo, y pudiendo refrendar o cambiar el mapa político dentro de cuatro años. Es decir: elecciones."                (LAURA FREIXAS, LA VANGUARDIA, 2.06.16, en Miquel Iceta Diari, 02/06/16)

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