"Yo entiendo que haya mucha gente convencida de que esto de Catalunya
tiene solución fácil: ¿no nos ponemos de acuerdo? Pues votemos.
¿Independencia sí o no? Se cuentan síes y noes y quien tenga la mitad
más uno gana. No me extraña que esa propuesta, el referéndum, surja una y
otra vez. Parece tan sencilla. ¿Cuál es el problema?
El problema, para empezar, es que un referéndum de esas
características (a diferencia de los que sirven para ratificar acuerdos)
divide la población en dos mitades amargamente enfrentadas. O unos se
sentirán privados de su gran sueño épico, o los otros arrastrados a un
suicidio colectivo. Gane quien gane ¿se perdonarán alguna vez?
Segunda dificultad: las condiciones. El diablo, ya se sabe, está en
los detalles. Cuando no hay matices, complejidad ni pactos posibles,
sino blanco o negro, con consecuencias radicalmente distintas, ¿qué
pasaría si, como es probable, un puñado de votos dirimiera el
resultado? ¿Lo aceptarían los perdedores? ¿Se resolvería para siempre la
disputa? ¿O se envenenaría, nos pasaríamos años discutiendo, no ya de
lengua, historia, financiación, futuro…, sino del quórum, la edad para
votar y la redacción de la pregunta?
Tercera, e importantísima: el resultado ¿sería reversible? ¿Cómo
justificar que una decisión que se tomó votando no pueda modificarse
votando otra vez? ¿O es que sería reversible si es que no, pero
irreversible si es que sí?; y en tal caso, ¿cómo justificar esa
disparidad?
Cuarta, y no sigo: mucha gente no quiere ni sí ni no, sino otras
cosas. Lo reconoce hasta Puigdemont, que acaba de proponer un
referéndum que contemple una tercera opción, federalista. Pero eso
sigue dejando fuera a gran parte del electorado (quienes queremos que se
hable de otras cosas, no de lo territorial, que nos parece una cortina
de humo) y, además, abre un problema nuevo: federarnos implica, por
definición, a otros; ¿cómo lo podemos decidir sin consultarles?…
No, no es de extrañar que la “solución” del referéndum aparezca una y
otra vez… y una y otra vez sea desechada, disputada, retocada. Porque
parece simple, pero los problemas que plantea son infinitos.
¿Entonces?… Entonces, naturalmente, votemos. Pero no entre dos
opciones ni tres, sino entre muchas; no sólo sobre la cuestión
territorial, sino sobre todo, y pudiendo refrendar o cambiar el mapa
político dentro de cuatro años. Es decir: elecciones." (LAURA FREIXAS, LA VANGUARDIA, 2.06.16, en Miquel Iceta Diari, 02/06/16)
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