"Pablo A. Martin Bosch (Aritz)
ha escrito un artículo sobre “Europa encuentra un escollo en la posible
independencia de Catalunya” [1]. Unas breves observaciones sin apenas
entrar la temática Europa-Cataluña. (...)
La forma de decir es claramente significativa como forma de no
querer entender, incluso de no respetar, las posiciones de los sectores
de la izquierda catalana que, siguiendo fielmente pero no tamúdicamente
una tradición que más nunca es necesario abonar, no somos partidarios de
pertenecer a ningún Reino.
¿Aritz no sabe, no ha leído nunca, no se ha
informado, de las luchas de décadas y décadas de la izquierda catalana
no independentista por una República democrática, social y federal que
hermane a todos los pueblos de Sefarad?
¿No era esa la finalidad
esencial de la izquierda catalana no independentista durante la lucha,
con muertos, torturados y represaliados, contra el fascismo?
Parece que en Catalunya, así como en el resto del Reino, prosigue Aritz,
las fuerzas políticas se han visto desbordadas por un ansia popular
favorable a la independencia sin necesidad siquiera de contrastar sus
legítimas posiciones.
Las posturas contrarias a la secesión, afirma como
el que se da una vuelta por el Retiro o por Gernika, “han preferido
negar la legitimidad de la consulta antes que oponer argumentos
contrarios a una eventual confirmación de los deseos ciudadanos”.
¿Negar
legitimidad al ejercicio democrático, solidario e informado del derecho
de autodeterminación? ¿Lo dice en serio? ¿No ha leído nunca Aritz los
mil y un argumentos expuestos por las fuerzas catalanas de izquierda no
nacionalista? ¿De verdad? ¿No ha leído ningún argumento contrario a una
supuesta independencia, que no es realmente independencia, neoliberal? (...)
¿Aritz piensa que la izquierda catalana no independentista puede
reducirse a las posiciones defendidas por el secretario general del
PSOE? ¿De verdad? ¿Y por qué abonar un proceso constituyente que dé pie a
una República democrática federal de todos los pueblos de Sefarad es el
canto del cisne”? ¿No lo es, en cambio, la independencia-dependiente de
Cataluña, de Euskadi o de Andalucía por ejemplo? (...)
Este último caso, el de la separación de Catalunya sin acuerdo con
el Reino, señala Aritz, “implicaría que quienes se mantuvieran dentro de
él deberían hacer frente a su deuda contraída, con lo que el peso se
centraría en las regiones más prósperas (Euskal Herria: CAV y CFN entre
otras), lo que constituiría un efecto dominó”.
No es imposible ver,
afirma, “en un futuro cercano a Catalunya y Euskal Herria pertenecer a
la UE mientras el Reino de España quedara fuera. A buenas todos podemos
ganar, pero a malas ¿quién pierde más?”.
Más allá del escenario y las
ensoñaciones de cada uno, más allá de los deseos de pertenencia a
Europa, a esta Europa neoliberal, ¿quién amenaza? ¿No era Aritz quien
hablaba antes de las amenazas de no sé quien? ¿Buenas, malas? ¿Y eso qué
es?
Pelillos a la mar. Pajas gorgas en el ojo ajeno y vigas inmensas tal vez en el propio. Pero nada, como si no pasara nada.
La cuestión de fondo, lo que importa o debería importar a la izquierda
transformadora no cegada por los nacionalismos ni por las pulsiones
identitarias simplificadoras: ¿alguien que no haya perdido sus señas de
identidad básicas, esenciales, las de las tradiciones de emancipación
social, podrá explicar alguna vez qué se gana rompiendo un demos?,
¿qué
ganamos separando a las clases trabajadoras de Sefarad? ¿Qué tiene de
revolucionario levantar un Estado enfrentado a otros pueblos y
olvidándonos de sus ciudadanos? ¿Good bye pueblos “españoles” es una
consigna de la izquierda? ¿Por qué no es posible convivir todos en
libertad y diversidad?
¿Desde cuándo la izquierda se ha sentido próximo a
Marti i Pol y a Sopa de Cabra y alejado de Oskorri, de Manuel Gerena,
de Luis Eduardo Aute, de Mikel Laboa, de Bebe o de Rosalía de Castro y
Castelao? ¿Cuándo han sido tan esenciales nuestras señas de identidad
nacionales, étnicas, nacionalitarias?
¿No somos internacionalistas, no
somos más bien la mezcla de muchas tradiciones, de muchas culturas, de
muchas tradiciones, de muchas lenguas, de muchos explotados, de muchos
perseguidos? ¿De qué pueblos homogéneos estamos hablando? ¿Quién ganaría
realmente con la formación de un Estado propio(-impropio), en absoluto
independiente, en Cataluña o Euskadi?
¿No se trataba de hermanarnos y
unirnos en el mismo combate esencial? ¿No somos todos Gamonal, las
Mareas Verdes, la Corrala la Utopía? ¿No es eso, no era eso?
¿De quien
estamos más cerca: de un trabajador de Palencia, de un campesino de
Badajoz, de un desempleado de Madrid, de un obrero de Guetaria, o del
señor Fainé, el señor Millet, el señor Botín, el señor Pablo Isla, el
señor José Luis Cebrián, el señor Ortega o la señora Aguirre y Gil de
Biedma?" ( En respuesta a Pablo A. Martin Bosch (Aritz), Salvador López Arnal, Rebelión, 17/04/2014)
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