"No me voy a meter en el debate en el Congreso de ayer acerca del
“derecho a decidir”; al menos no por ahora. Mi postura no ha cambiado
demasiado sobre la salida más deseable (una reforma constitucional con
una ley de claridad asociada, y un referéndum con condiciones estrictas
pactado).
Como esa salida es ahora mismo inviable dada la intransigencia
de unos y la cortedad de miras de otros, no hay mucho de que hablar.(...)
Sin meterme en teoría política demasiado, una de los grandes temores de
los redactores de la constitución americana era el riesgo que un sistema
democrático acabara por convertirse en una tiranía de la mayoría.
En un
país con múltiples denominaciones religiosas (variantes todas del
protestantismo esos días, con algunos fundadores deístas o ateos) el
temor era que los miembros de una facción ganaran las elecciones y
utilizaran el gobierno federal para imponer sus creencias y/o excluir
aquellos que no las compartieran. La democracia podía ser utilizada como
una herramienta para castigar a los perdedores, dejándoles indefensos. (...)
El Bill of Rights es, en última instancia, una salvaguarda
de los derechos de los perdedores a nivel constitucional; el gobierno
federal tiene estrictamente prohibido ir más allá de una serie de
derechos innegociables para evitar que las minorías sean
sistemáticamente excluidas.
El estado de derecho, como tal, es una
consecuencia lógica de esta idea: los gobernantes están antes sujetos a
la ley que a la voluntad democrática de sus votantes, ya que es más
importante mantener la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos que
correr el riesgo que los muchos castiguen a unos pocos.
La constitución española, aun con todas sus espléndidas chapuzas
identitarias, dedica una cantidad de tiempo y esfuerzo considerables a
proteger los derechos de sus minorías. (...)
Aunque ciertamente las garantías son insuficientes en algunos casos, lo cierto es que España tiene una cantidad de protecciones de minorías considerable en sus leyes. “Madrid” no puede legalmente votar en referéndum prohibir el catalán o eliminar la Generalitat, y es bueno que así sea.
Pedir un referéndum de autodeterminación es, en cierto sentido, una
contradicción a este principio de protección de minorías. Los
nacionalistas catalanes piden que la mayoría de catalanes decidan sobre
su pertenencia o no al estado, colocando, en este caso, el principio
democrático por encima del principio de protección de minorías dentro de
Cataluña.
Que estos principios son contradictorios y entren en
conflicto en ocasiones es inevitable, ciertamente; en el caso de Estados
Unidos, el derecho a mantener la esclavitud acabó por chocar con la
voluntad mayoritaria de abolirla.
En este caso, es obvio que el derecho a
la propiedad no podía estar por encima de la decisión democrática; uno
puede defender, como hacen los nacionalistas, que la decisión de la
mayoría sobre la pertenencia a un estado u otro se antepone a los
derechos de la minoría a no convertirse en eternos perdedores en el
nuevo estado. (...)
Lo curioso, en todo caso, es como algunos nacionalistas piden menos democracia como condición para permanecer en España (blindaje competencial, autonomía fiscal completa, etcétera), pero exigen más democracia si no les hacen caso. (...)
No que en España estemos teniendo este debate, claro está, con Mariano tocando el arpa por las alturas. Pero bueno." ( Politikon, el 9 abril, 2014)
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