"Parece que la opinión pública española ha descubierto al diputado de ERC
Gabriel Rufián durante el último debate de investidura en el Congreso. (...)
En su intervención en el pasado (y fallido) debate de investidura del socialista Pedro Sánchez, Gabriel Rufián explicó
que es hijo y nieto de andaluces, y afirmó “soy lo que ustedes llaman
charnego y soy independentista. He aquí su derrota y he aquí nuestra
victoria”.
Yo mismo, charnego también, hubiera suscrito casi todo el
discurso del diputado de ERC, si bien no me considero independentista.
Pero eso es otra cuestión. Lo importante es saber si verdaderamente
Rufián puede erigirse en representante oficioso de los charnegos. Un
dato a tener en cuenta: se calcula que aproximadamente la mitad de la
población catalana tiene un progenitor nacido fuera de Cataluña.
En el
caso de los catalanes de origen andaluz, como lo es un servidor,
conviene recordar que en los años cincuenta y sesenta llegaron a
Cataluña aproximadamente unos 800.000 andaluces. Vaya por delante que
hablar de “los charnegos” como si éstos representasen un grupo homogéneo
es un inmenso error. Ni todos piensan igual, ni viven en los mismos
barrios, ni votan lo mismo. Que quede bien claro.
Pero hablaremos el
estereotipo del charnego que habla castellano habitualmente, que se
siente español y catalán, que vive en un barrio de la periferia del área
metropolitana de Barcelona, y que sus padres o abuelos emigraron a
Cataluña desde otras zonas de España en los años cincuenta y sesenta. (...)
Se trata de algo que las entidades independentistas supieron ver hace
tiempo: o sumamos a los charnegos al “Procés”, o no hay nada que hacer.
Por eso se creó por ejemplo una asociación de independentistas
castellanohablantes (Súmate), con
la intención de que el independentismo pudiera llegar con más facilidad a
los barrios del antaño llamado “Cinturón rojo”.
Algunos de sus miembros
incluso ocuparon lugares destacados en las listas de Junts pel Sí
(Antonio Baños encabezó la lista de la CUP) en las elecciones catalanas
del 27 de septiembre y hoy son diputados. Rufián es un ejemplo más.
Como
bien saben algunos ideólogos del independentismo, el apoyo a la
independencia hoy en día no es suficiente y hace falta sumar a más
gente. Sobre todo gente con una identidad española y catalana
compartida. Porque no lo olvidemos: la identidad cuenta (y mucho) en las
demandas de independencia. (...)
El caso de Rufián también lo podríamos calificar como curioso. Hasta no
hace demasiado, desde determinados sectores independentistas (por suerte
no mayoritarios) se criticaba airadamente que líderes políticos
catalanes utilizaran el castellano para expresarse públicamente.
Pero
Rufián, pese a hablar un catalán perfecto, utiliza normalmente la lengua
de Cervantes en sus intervenciones sin recibir la reprobación de nadie,
mucho menos de sus correligionarios. No quiero ni pensar qué hubiera
pasado si el PSC o En Comú Podem hubieran presentado un cabeza de lista
que hablase la mayoría de veces en castellano.
Recordemos si no cómo se
ridiculizaba a Montilla cuando cometía algún gazapo al hablar catalán.
Resulta saludable recordar de vez en cuando que un charnego fue
presidente de la Generalitat (con el apoyo de ERC) no hace tanto tiempo,
y conviene no olvidar los ataques que recibió por haber nacido en
Andalucía. Recordemos a la ex primera dama Marta Ferrusola criticándole por llamarse José y no Josep, (...)
Seguramente la manera de pensar de Rufián no es la más extendida entre
los charnegos, pero también es cierto que en los últimos años cada vez
hay más personas que han dado el paso que dio el diputado de ERC en su
día: reclamar la independencia para Cataluña.
La intención que hay
detrás de la fundación de Súmate o la designación de Rufián como cabeza
de lista es clara: crear la idea de que también los charnegos se han
vuelto independentistas. Y eso quizá se lo puedan creer quienes no pisan
nunca los barrios de la periferia del área metropolitana de Barcelona,
pero quienes hemos nacido y seguimos viviendo en ellos sabemos que la
realidad es muy distinta.
Y las principales cabezas pensantes del
independentismo también lo saben. Saben que hay muy pocas esteladas en
los balcones de San Ildefonso o Bellvitge, por citar solamente dos
barrios emblemáticos de Cornellà y L’Hospitalet, y saben que en esos
barrios la gente, que se expresa mayoritariamente en castellano y se
siente normalmente catalana y española, aún no ha optado de forma
mayoritaria por los partidos independentistas. (...)
¿Y qué nos dicen los datos? En primer lugar, que el factor “lengua” es determinante. Según De Moragas, Galindo y Vidal,
“una persona que su primera lengua fue castellano, tendrá menos
probabilidades de ser independentista en comparación a alguien quien su
primera lengua fueron ambas catalán y castellano indistintamente”.
Berba Barbet y Edgar Rovira, de Cercle Gerrymandering, explican
que “si nos fijamos en la lengua habitual vemos como entre los
castellanohablantes el rechazo a la independencia es mayoritario tanto
si son nacidos en Cataluña (50,8% en contra) como si son nacidos fuera
(65,2% en contra). (...)
Otro factor determinante es la “identidad”. Como explican también en Cercle Gerrymandering,
“el crecimiento del independentismo se ha dado casi de forma exclusiva
entre aquellos para quienes la identidad catalana predomina sobre la
española. (...)
Por lo que respecta al lugar de origen, los citados Berba Barbet y Edgar Rovira explican
que “un 57,5% de los nacidos fuera de Cataluña votaría contra la
independencia. Solamente un 18,4% de aquellos con los dos padres nacidos
fuera de Cataluña votarían a favor, mientras un 53,9% votaría en
contra. (...)
Ahora atenderemos al barrio de residencia. Las elecciones catalanas del
27 de septiembre, que la mayoría del electorado leyó en clave
plebiscitaria, sirvieron para demostrar que en los barrios del llamado
“Cinturón rojo” la gente votó mayoritariamente a partidos que no
defendían la independencia (hay que tener en cuenta que muchas personas
incluso votaron a Ciutadans, además de las opciones de izquierdas
habituales).
En las elecciones generales del 20 de diciembre, la opción
que triunfó en estos barrios fue En Comú Podem, que no defiende
precisamente la “hoja de ruta” de Junts pel Sí y la CUP, pero que sí
aboga decididamente por la convocatoria de un referéndum vinculante en
Cataluña.
Sergi Picazo explicaba en diciembre de 2014
(un mes después del llamado “proceso participativo del 9 de
noviembre”), que “el nivel de no, sí-no y de indecisos es muy elevado en
barrios obreros y castellanohablantes del área metropolitana de
Barcelona tal y como demostraron los mapas de participación del 9-N (…).
Un no-sitio, parafraseando a Marc Augé, para el nacionalismo catalán.
Aquí la mayoría habla castellano -aunque a menudo habla catalán a los
hijos-, los padres nacieron fuera y muchos tienen un conflicto a la hora
de elegir si son únicamente españoles o catalanes. No es sencillo”. (...)" (Miguel Guillém Burguillos, Público, 15/03/16)
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