5/2/16

El precio político y emocional de tomar entonces alguna medida drástica contra él será muy inferior al de detener o encarcelar a Mas

"El presidente Puigdemont es la víctima propiciatoria de un proceso que está muerto, pero que sigue corriendo como las gallinas a las que les han cortado el cuello y todavía no lo saben.

Mas sabía que no tenía ni la fuerza de las urnas ni fuerza de ninguna clase para enfrentarse a España y vencerla, pero no quiso ser él quien diera sepultura a la ensoñación independentista.  (...)

De propina nos ha dejado a un alocado alcalde de provincias, bruto e incendiario, para que corra sin cabeza como las gallinas, y que sea lo que Dios quiera. (...)

Quien sí va a beneficiarse del trueque en la Generalitat va a ser el Estado, en tanto que es bastante probable que Puigdemont, en su euforia rural y sin filtrar, y empujado por la CUP, caiga en excesos que limiten con el Código Penal. 

El precio político y emocional de tomar entonces alguna medida drástica contra él será muy inferior al de detener o encarcelar a Mas, que tiene una imagen mucho más presidencial y una puesta en escena que le da credibilidad como representante de todos los catalanes, incluso de los que no le han votado.

En cambio, en Puigdemont no hay ninguna contradicción entre su aspecto y sus intenciones, y su semblante de payés asilvestrado coincide con su independentismo de trago y tupper. No infunde el nuevo presidente de la Generalitat ninguna sensación presidencial, hasta el punto de que si en algún momento hace algo que merezca su inhabilitación, o incluso su detención, no sólo no va a originar ningún martirologio, sino que gran parte de los catalanes vamos a sentirnos aliviados. (...)

Paralelamente, Mas dejó el sábado la puerta abierta de su regreso, y si Puigdemont se pasa y se lo llevan preso, podría volver tras mandarle flores a la celda. Por lo tanto, el ya expresidente no se ha retirado para salvar el proceso, ni es un héroe, ni ha mostrado ninguna generosidad.

 Mas se ha ido porque sabía que iba a perder las elecciones y adulterando como cualquier Maduro la democracia: él mismo dijo que sometiendo a la CUP, y alquilándole un par de diputados, «hemos corregido lo que las urnas no nos dieron».

En su egoísmo, y en su mezquindad, ha preferido poner a un presidente de su partido que a Oriol Junqueras, que desaparecido Mas, es el líder natural del proceso. Y no sólo ha designado a uno de su partido, sino que ha elegido a uno especialmente limitado para poder apartarle de un codazo –en el caso de que la Justicia no lo haga antes– si algún día calcula que puede volver a ser el candidato de la Convergència que ahora tendrá tiempo para refundar.

Mas no ha dado un paso al lado. Ha huido del veredicto de su propio pueblo, cuyo derecho a decidir tanto dice defender. Mas ha escapado de las urnas, tal como el soberanisno, que tanta democracia reclama, ha forzado un acuerdo que la evitara, porque en marzo habría quedado mucho más en evidencia su condición minoría.

Hay una gallina que corre decapitada y es Puigdemont y su fúnebre cortejo procesista. La CUP son el masovero del cuchillo ensangrentado que soñaba con poner una tienda de huevos pero que tras su absurda matanza va a tener que conformarse con hacerse una tortilla. 

Mas ha podido escapar, y es un forajido que vigila desde la verja lo que pasa en la finca para poder entrar a hurtadillas cuando los nuevos dueños se vayan a dormir.
A lo lejos, España hace ver que se preocupa, pero en el fondo sonríe."              (Salvador Sostres, ABC, 11/01/16)

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