23/11/15

Así ven el nacionalismo los suizos: victimismo, policía lingüística, trespercent, subvenciones y fanatismo

"(...) Ayer publicó el diario decano de Zürich, el Neue Zürcher Zeitung, una radiografía del prusés. Acostumat a un país multilingüe, li sorprén especialment la discriminació lingüística que patim els catalans. I ho explica tot: subvencions, trespercent, fanatisme, mentides, propaganda, control polític, victimisme, policia lingüística…L´anàlisi es titula “La batalla por la lengua continúa agitándose” i desmunta el prusés de cap a peus:

“[…] La segunda ley sobre el tema instauró el concepto de “lengua vehicular”. La ley de Educación instituyó el catalán como “lengua vehicular”, asegurando la marginalización de los derechos de los castellanohablantes, que están hoy incluso olvidados. En la actualidad hay miles de escuelas públicas que dan todas las asignaturas en catalán – el español es una lengua extranjera, con tres horas a la semana

En caras escuelas privadas hay paridad entre el catalán, el español y eventualmente el inglés, pero ello también genera agitación social: quien no puede pagar una escuela privada y su lengua materna es el español, ¿qué hace? 

Algunos padres han luchado, se les ha dado la razón, pero ¿quién quiere que se vea a sus hijos con la marca de marginados? La presión de la sociedad es grande.

La política lingüística es una de las principales ocupaciones de los gobiernos autónomos. Los nombres de los pueblos y calles españoles se catalanizan, todas las tiendas tienen letreros en catalán, las cartas de los restaurantes están en catalán (también pueden estar en español u otros idiomas)…el incumplimiento puede ser sancionado por la “Sprachpolizei” (policía lingüística). 

Los signos en museos y exposiciones están  mayoritariamente en dos idiomas: catalán e inglés. Muchos políticos de los partidos nacionalistas rechazan y quieren desterrar el bilingüismo, que constituye la esencia de Barcelona, donde la mayoría de habitantes tiene el español como lengua materna.

La batalla por la lengua es cada vez más virulenta. Cuando Cataluña fue invitada de honor la la Feria del Libro de Frankfurt en 2007, una de las exposiciones más caras que han tenido lugar (según los medios costó unos €12 millones), ningún autor en español fue invitado, sólo lo fueron tras las protestas alemanas, con poco entusiasmo y considerable retraso. 

El resultado: ninguno quiso acudir, ni Juan Goytisolo, Juan Marsé, Eduardo Mendoza o Carlos Ruiz Zafón, para nombrar sólo los más conocidos. «Ahora es nuestro turno”, resumió Jaume Cabré, que sí acudió a la feria de Frankfurt.

Pero ¿qué ocurría y ocurre con los autores catalanes hispanohablantes, que no son tan conocidos pero necesitan promocionarse? Todo autor de tercera clase en catalán, cada palabra traducida al catalán es subvencionada, cada viaje, cada actuación. ¿Y los otros?

Nuria Amat, de conocida familia catalana, que escribe en español, expresó esta primavera su preocupación y su enfado por el creciente ambiente de nacionalización unilateral: publicó una “Carta a George Orwell sobre el nacionalismo y Cataluña”, que fue publicada en El País y en otros diarios. 

Explicó que “hoy a nosotros los escritores que nos oponemos al nacionalismo se nos esconde de la prensa, de los medios, de las universidades y de todo aquello que pueda revelar nuestra existencia. 

La Generalitat ejerce una influencia y financia de forma sectaria los asuntos culturales. Lo han comprado todo: editoriales, universidades, periódicos. Estamos hartos de su afán separatista”. Como el texto también se publicó en el “Clarín” de Buenos Aires, de desató una tormenta sobre la autora. 

La Generalitat exigió un “derecho de respuesta” que ejerció el (con razón aclamado) Albert Sánchez Piñol. Y no fue muy escrupuloso al elegir las palabras con las que insultó a Nuria Amat.

Pero ¿cómo se ve ahora el conflicto entre los dos grupos idiomáticos y literarios? Dos datos: El Institut Ramon Llull, fundado en 2002, es responsable de la promoción de la cultura catalana y gestiona un presupuesto anual envidiable: mantiene cuatro oficinas en Berlín, París, Londres y Nueva York (una embajada cultural), invita a periodistas a generosos viajes informativos, subvenciona conciertos, exposiciones, literatura, teatro y películas en casa y en el extranjero.

 Por eso se representa por ejemplo a García Lorca en catalán en Barcelona. Las bibliotecas y mediatecas están principalmente equipadas con productos de creadores catalanoparlantes. Preferiblemente sobre temas que traten de “los valores catalanes”.

El presidente Mas subvenciona el catalán en parvularios del sur de Francia con €400.000, dedica €600.000 a promover la enseñanza del catalán en Japón o en Ecuador, financia la cadena televisiva Tv3 y cadenas de radio en catalán. En 2013 repartió €93,5 millones entre los medios de comunicación.

 Otros sectores se descuidan – el gasto en Salud y Educación se recorta sin piedad.  Pero: Madrid nos roba -así reza el slogan que proclaman- y por eso no tenemos dinero.

En verano de 2015 se desató una polémica porque el autor peruano Santiago Roncagliolo, afincado en Barcelona desde hace muchos años, afirmó en su artículo “Perdiéndonos la fiesta”, que los autores iberoamericanos abandonaban poco a poco la ciudad que un dia fue su meca.  Hoy se pueden contar con los dedos de una mano, cuando en los setenta y ochenta había una presencia muy abundante.

 Vargas Llosa, que vivió cinco años en Barcelona, ha expresado varias veces su crítica al creciente nacionalismo y deplorado el inmenso aumento del provincianismo. Vaticina para Cataluña una “existencia al límite” regida por fanáticos; la deseada independencia sería una “verdadera catástrofe”. A los catalanistas no les gusta en absoluto escuchar esto.

Etnretanto, también los catalanes que se han trasladado a Madrid hablan claro, como el director teatral Albert Boadella que niega la supuesta “otredad”, o el ensayista Félix de Azúa, que ya a mediados de los ochenta comparó el desarrollo cultural con el Titanic. Juan Marsé, autor que vive en Barcelona, cree que “el pasado catalán que se han inventado es pura mentira”. 

En los medios de comunicación se libra la batalla sobre la correcta interpretación del “Procès”. Constitucionalistas, filósofos, ensayistas, economistas, autores: todos toman la palabra. Pero es una lucha desigual: artículos documentados contra campañas de propaganda subvencionadas.

El periodista Arcadi Espada defendió en las radios alemanas su derecho a denunciar las mentiras oficiales. Y el fiscal retirado Carlos Jiménez Villarejo se preguntó: «¿Hacia la independencia por la corrupción?”. 

Al fin y al cabo el “escándalo del 3 por ciento”, es decir el cargo obligatorio sobre cada contrato público que aplicó durante décadas el “molt honorable” presidente Jordi Pujol (y sus siete hijos), ha ganado dimensiones estratosféricas. 

En una entrevista en la radio alemana Villarejo confesó que le habían aconsejado repetidamente “hacer las maletas”. También Nuria Amat sigue luchando. Su artículo sobre “La plaga nacionalista” terminó recientemente con una llamada: “Todos los perjudicados reclamamos que nos devuelvan la Cataluña  que nos han arrebatado”.

La sociedad está profundamente dividida y enfrentada. Aunque la mayoría (52%) de la población ha votado contra la independencia, los políticos siguen su camino -contra toda ley– pues se lo permite su mayoría de escaños (aunque las circunscripciones electorales son muy diferentes: en Barcelona se necesitan el doble de votos que en las otras provincias para lograr un diputado). 

Los catalanes son las “víctimas”, desde la Edad Media están sometidos, como dijo la presidenta del parlamento. El “victimismo” domina el discurso político. ¿Se encontrarán nuevas maneras de salir de este callejón sin salida si en las elecciones del 20D el gobernante Partido Popular pierde su mayoría?”               (Dolça Catalunya, 22/11/15)

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