"Has
escrito mucho sobre Cataluña durante los dos últimos años. ¿Cómo ves la
situación en este momento? Está menos presente en los medios.
Yo
creo que ha remitido. Como se suele decir: ha bajado el suflé. Por fin.
No sé si será definitivo, espero que sí. En cualquier caso, creo que no
va haber secesión por muchos motivos y uno de ellos, el principal, es
que la mayoría de la población catalana no está convencida.
A parte de
otros obstáculos, como puede ser la Constitución. Porque, si hubiera una
mayoría social clara, muy amplia y sostenida en el tiempo a favor de la
independencia, se conseguiría, pero es que no la hay. Y yo me alegro.
Has querido estar en primera línea. En tus artículos has expresado tu opinión de forma clara y constante.
No
es que haya querido, es que me siento obligada como ciudadana a
expresarme sobre un tema tan grave sobre el que sí tengo opinión. Porque
hay otros temas también muy importantes sobre los que no tengo tanta
opinión o no me siento autorizada a escribir. Pero no me lo he planteado
como una cuestión de conveniencia.
Además,
es que es algo visceral.
Porque no soy en absoluto patriota, ni
nacionalista. Para mí la nación es un marco histórico heredado no
especialmente importante y me parece bien que se vayan borrando las
fronteras, como hemos hecho en la UE, en aras de unos principios, de
unos ideales que para mí son más importantes que el sentimiento
nacional. Para mí es más importante la justicia, la igualdad y la
libertad que la pertenencia a una nación. Eso es un motivo.
El
otro motivo es mi origen, pertenezco a varias naciones; es por mi
historia, por mis circunstancias, que además no son nada excepcionales,
son muy compartidas y cada vez más.
Soy catalana y como muchas y muchos
catalanes, soy una catalana bilingüe y de familia medio catalana y medio
castellana, lo cual, como digo, no es nada excepcional. Además, me casé
con un francés y mis hijos, como puedes ver, son trilingües. También he
vivido en Inglaterra, por lo tanto, no me siento especialmente
catalana.
Y me desagrada mucho que me empujen a sentirme, a
identificarme con una de mis pertenencias nacionales en detrimento de
otra. Porque aunque no me siento exactamente igual castellana que
catalana, sí me siento catalana, castellana, madrileña y mediterránea.
En distintos grados, en el sentido de que me siento más mediterránea que
gallega, por ejemplo, pero tengo todos esos sentimientos y me parece de
un simplismo tremendo esa insistencia en una sola identidad nacional.
Y
luego hay otro motivo. La principal injusticia que veo a mi alrededor
es la que afecta a las mujeres, que es objetivamente muchísimo más grave
que cualquier injusticia que pueda afectar a los catalanes. Me parece
flagrante, indiscutible. A finales del año pasado puse un tuit diciendo
«España en 2014, setenta mujeres asesinadas por machistas, pero
catalanes asesinados por españolistas no hay. Entonces, ¿dónde está la
prioridad?». Si hay que luchar por algo, me parece evidente que por lo
que hay que luchar es para remediar esas injusticias.
Ahora
con las balanzas fiscales, que son uno de los grandes argumentos, hemos
pasado de lo metafísico a lo material y cuantificable. Se discute si
hay una injusticia contra los catalanes que se materializa, se concreta
en las balanzas fiscales.
He leído argumentos de unos y de otros y,
además, mi compañero actual es economista y especialista precisamente en
temas territoriales. Y sé que no es una cosa fácil, no son datos
evidentes, es un asunto muy discutible, muy matizable.
En cambio, nadie
discute por ejemplo que las pensiones de jubilación de las mujeres
españolas son inferiores en un 38% a las de los hombres. Por esa causa
parece que nadie se mueve ni quiere hacer ninguna revolución.
A mí me
parece incomprensible y me da mucha rabia que se susciten tantas
pasiones, se canalicen tantas energías y se dediquen tantos recursos a
remediar una injusticia muy discutible cuando se preocupan mucho menos
por una injusticia indiscutible.
Y
por último, me parece que en todo nacionalismo hay un sentimiento de
superioridad y un racismo latente que no puedo aceptar. Por ejemplo,
está de moda entre ciertos sectores independentistas llamar a España
«Españistán» y eso no lo puedo aceptar. Me parece una broma muy
divertida pero en el fondo lo que hay es un desprecio al otro que puede
llegar muy lejos.
¿Por
qué la cuestión catalana no se puede solucionar con un referéndum o una
serie de consultas claras, con transparencia, donde la gente pueda
expresar su opinión?
Veo
motivos a favor y motivos en contra de un referéndum. Los argumentos en
contra son que hacer un referéndum en Cataluña ya es presuponer aquello
sobre lo cual se va a votar, es decir, una soberanía separada.
Luego me
parece que los que piden un referéndum, no reclaman un derecho sino un
privilegio, porque no se trata simplemente de votar, sino de votar algo
que no van a dejar votar a los demás. Es decir, votar ellos solos y que
no voten los extremeños sobre lo mismo, o los gallegos. Así sería si lo
miramos desde el punto de vista de los principios.
Luego,
desde un punto de vista político, me parece que un referéndum es una
mala idea porque divide de forma tajante y enfrenta a la población por
dos opciones, cosa que no ocurre con las elecciones. Y luego porque no
es revisable al cabo de cuatro años. Es decir, si votamos en unas
elecciones y elegimos un Gobierno que vemos que es un desastre, lo
podemos cambiar. Pero esto afecta a muchas generaciones en el futuro.
Dicho
esto, también veo que quizá un referéndum sería la manera de resolver
esta tensión y esta situación. Pero no estoy segura, no lo veo tan
claro. Me irrita mucho esta posición independentista de votar un derecho
o, mejor dicho, un privilegio. Están queriendo saltarse la Constitución
y esto es muy serio. (...)" (Entrevista a Laura Freixas,
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