"(...) En octubre de 1990, José Antich publicó en El País un artículo titulado El Gobierno catalán debate un documento que propugna la infiltración nacionalista en todos los ámbitos sociales.
En él se explica que CDC desgrana, a lo largo de 20 páginas, "[L]a
obsesión por inculcar el sentimiento nacionalista en la sociedad
catalana, propiciando un férreo control en casi todos sus ámbitos -el
documento propugna la infiltración de elementos nacionalistas en puestos
clave de los medios de comunicación y de los sistemas financiero y
educativo-, y las referencias a un ámbito geográfico -los Países
Catalanes- que sobrepasa los límites del Principado".
Una de las piezas fundamentales del nacionalismo catalán es la
educación, por lo que resulta lógico que en este documento programático
se hablara de la necesidad de controlar a los educadores para que se
cumpliera lo estipulado en la doctrina nacionalista.
Para ello, se
instaba a vigilar la composición de los tribunales de oposición, así
como a reorganizar el cuerpo de inspectores de forma que vigilaran la
correcta cumplimentación de la normativa sobre la catalanización de la
enseñanza e incidir en las asociaciones de padres. Sin embargo, dicho
proceso de catalanización se había iniciado mucho antes de que surgiera
el documento.
En 1981, la Consejería de Educación dispuso en los Servicios
Territoriales carteles en los que informaba que para poder presentar la
solicitud para formar parte de la bolsa de profesores era imprescindible
la posesión del título de maestro de catalán, lo que dificultaba el
acceso, especialmente a las personas que provenían de otras comunidades
autónomas.
Con este nuevo criterio, todos aquellos que se licenciaban en Filología
Catalana ese mismo año pasaban por delante de cientos de maestros que
llevaban tiempo esperando su turno en la lista de interinos. Además, los
maestros de EGB que terminaban ese curso Magisterio en la Escuela
Normal de Barcelona solo tendrían el primer ciclo de catalán acabado.
Dicha escuela tenía alumnos de toda España y parece claro que lo que se
pretendía era dificultar todo lo posible su entrada en el sistema
educativo catalán.
Además, los cursos de reciclaje de catalán duraban tres años para los
catalanohablantes y cinco para los castellanohablantes, lo que tuvo como
resultado inmediato que muchos maestros y profesores con plaza en
Cataluña pidieran traslado a otros lugares de España.
Si a esto sumamos
que en los tres años siguientes las únicas personas que iban a acceder a
los puestos de trabajo eran los licenciados en Filología Catalana,
parece evidente que el objetivo principal era catalanizar el sistema
educativo, como explica Antonio Robles en su libro 1979/2006. Historia de la Resistencia al nacionalismo en Cataluña.
Esta estrategia de catalanización del profesorado fue, sin lugar a
dudas, un éxito del pujolismo, como se puede comprobar al leer los
análisis de Thomas Jeffrey Miley en Nacionalismo y política lingüística: el caso catalán.
A lo largo del libro se van analizando encuestas de temas como la
procedencia, el uso de las lenguas, la sensación de pertenencia al país y
a la comunidad autónoma, la concepción de Cataluña como nación o región
y un largo etcétera, y después compara los datos de la población
general con los de los políticos autonómicos, municipales y los maestros
y profesores.
Esta comparativa arroja conclusiones realmente
significativas, como por ejemplo, que tan solo uno de cada tres
catalanes residentes descienden de padres nacidos en Cataluña y solo la
cuarta parte tiene abuelos nacidos aquí. Sin embargo, este segmento está
significativamente sobrerrepresentado en la política y la educación: el
45% de los educadores, el 51% de los políticos locales y nada menos que
el 67% de los parlamentarios autonómicos nacieron en Cataluña, así como
sus dos progenitores.
Podemos comprobar, pues, cómo la maniobra de
potenciar la presencia de personas de origen catalán en el sistema
educativo se saldó con bastante éxito y eso implica, obviamente, la
mayor presencia de catalanohablantes en las aulas y órganos de decisión.
En estos momentos, los nacionalistas catalanes están recogiendo los
frutos del proceso de manipulación ideológica de los centros educativos
iniciado en los albores del pujolismo y es fácil comprobar cómo las
aulas y los puestos de decisión en este ámbito están copados por
personas afines a esta ideología y, por eso, no sorprende, como decía al
principio, que Mas contara con la complicidad de los directores para el
9N.
Sin embargo, no han logrado unanimidad y son muchos los miembros de
los equipos directivos y del profesorado que se han sentido incómodos
ante semejante y, cuanto menos, irregular propuesta. (...)" (Sonia Sierra, Puerta de Brandemburgo, 14/11/2014)
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