"(...) Por foralidad en la actualidad debemos entender dos cuestiones
mayores: una y principal, el régimen de conciertos; la otra es la
peculiar arquitectura política según la cual la autonomía comparte
derechos históricos con los tres territorios que la conforman. Pues
bien, ninguna de estas dos realidades fue obra del nacionalismo.
Tras la abolición foral, fueron los fueristas llamados transigentes,
por colaborar con el régimen canovista desde las nuevas diputaciones
provinciales, quienes pusieron en marcha en 1878 el sistema de
conciertos que conocemos hoy. Y lo más significativo del caso es que,
hasta la Guerra Civil, en ninguna renovación del Concierto intervinieron
nacionalistas.
Con decir que en la última negociación de ese periodo,
la de 1926, quien peleó duro en Madrid por Bizkaia fue el entonces
presidente de su Diputación provincial, Esteban Bilbao Eguía, luego
ministro de Justicia con Franco y presidente de las Cortes franquistas
durante veintidós años…
Desde el inicio de la Transición, en cambio, los conciertos
económicos pasaron a ser gestionados por el nacionalismo, lo cual afectó
a los Fueros en su conjunto de una manera drástica: fue su propio
significado el que quedó condicionado por la interpretación
nacionalista, hasta el punto que, de los dos pilares de la foralidad, el
pueblo vasco reunido en asamblea de sus representantes, por un lado, y
el Señor o Rey jurando fidelidad a lo que allí se dirimiera, por otro,
el nacionalismo decidió suprimir la figura del Rey o Señor, como si
fuera un añadido innecesario, exógeno e impuesto al sistema político
foral.
Más aún: consideró que los Fueros no fueron lo que de por sí
eran, normas de gobierno pactadas entre los apoderados y el Señor o Rey,
sino códigos nacionales de soberanía.
Hoy todavía cualquier nacionalista afirma sin dudar que hasta la ley
foral de 1839 los territorios vascos eran independientes absolutamente.
Son tantas las pruebas en contrario que no tenemos espacio para
enumerarlas.
Por poner una: ¿cómo se entiende, si las provincias vascas
hubieran sido independientes antes de 1839, lo que les pasó unas décadas
antes, concretamente en los años 17931795, con motivo de la Guerra de
la Convención, cuando fueron invadidas por la Francia revolucionaria y
España, para recobrarlas, tuvo que firmar la Paz de Basilea, cediendo la
parte española de la isla de Santo Domingo y asumiendo exacciones
económicas onerosas?
Pero, aun así, lo que más llama la atención, en todo este tema de la
foralidad, es que nadie se haya preocupado de leer con calma, aparte sus
cuatro tópicos archisabidos, lo que escribió el fundador del
nacionalismo sobre el fuerismo de su tiempo, el que él vivió tras la
abolición foral: Sabino Arana Goiri lo rechazaba sin contemplaciones.
Porque la foralidad era el modo de ser vasco en España.
Desde
Sagarmínaga, líder fuerista intransigente, hasta los hermanos Echegaray,
pasando por quienes escribían en la revista ‘Euskara’ de Pamplona, o en
la revista ‘Euskal-Erria’ de San Sebastián, hasta el propio Trueba;
ningún fuerista consideraba los Fueros como códigos de soberanía, sino
como el encaje natural de los territorios vascos, la patria chica, en el
seno de la Monarquía hispánica, la patria grande.
La historiografía vasca del inicio de la Transición, justo por la
época en la que los anteriores Reyes visitaron por primera vez de modo
oficial el País Vasco en 1981, elaboró la primera teoría consistente
sobre el origen del nacionalismo, presentándolo como continuación
exacerbada del fuerismo.
Pero lo que significó, para entonces, un gran
avance en el conocimiento sobre el tema contribuyó indirectamente a
reforzar aún más al nacionalismo en su utilización espuria de la
foralidad. Hoy estamos en condiciones de refutar dicha teoría por la
sencilla razón de que es incompatible con la obra del fundador del
nacionalismo, donde lo que hay es una ruptura explícita con la tradición
foral.
Lograr el encaje de los derechos históricos en la Constitución de
1978, a través de la Disposición Adicional Primera, quedará para siempre
en el haber del nacionalismo vasco. Pero, a partir de entonces, la
exclusividad con la que manejó la foralidad le llevó sin remedio a
intentar desmantelar el significado histórico de los Fueros.
Rescataron
un decreto del lehendakari Aguirre que eliminaba del escudo oficial
vasco «los atributos de institución monárquica o señorial», dejando el
escudo de Bizkaia sin los lobos de la casa de Haro y el de Gipuzkoa sin
la figura del Rey.
Y decidieron en 1986, por norma foral, que Bizkaia
dejara de llamarse oficialmente Señorío. A lo que no llegaron aún es a
quitar los cuadros de los primeros 26 Señores de Bizkaia, que ilustran
el salón de plenos en la Casa de Juntas de Gernika. Así que, cuando el
Rey Felipe VI la visite por primera vez, también como Señor de Bizkaia,
título que él sí sigue ostentando, quizás pueda contemplar todavía allí a
sus ancestros." (PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, EL CORREO – 27/06/14, en Fundación por la Libertad)
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