"(...) Lo de movimiento democrático y de libertad, más allá del uso
descafeinado o poco interesante de esos términos, permite cuanto menos
un poco de discusión. Uno no ve, por mucho que se empeñe, que el
movimiento secesionista catalán tenga nada que ver con la libertad si se
entiende ésta como emancipación real de los pueblos.
¿Qué pintarían en
una empresa humana, liberadora y humanista de esta características
gentes como Mas, Mas-Colell o Felip Puig por ejemplo? ¿Individuos de ese
talante poliético, de esa cosmovisión neoliberal, talmúdicamente
propagada, apostando por un sendero de libertad considerada como
autodeterminación personal, al igual que de democracia no demediada
entendida ésta como real poder ciudadano?
Más allá de los
procedimientos democráticos seguidos hasta ahora, cuanto menos en la
superficie del proceso (no siempre en su cocina o en la “cosa en sí”),
es obvio que la finalidad central del movimiento pasa por la formación
de un nuevo Estado del que apenas se tienen noticias.
Se habla
últimamente, por parte de algunos portavoces del movimiento, de
República catalana aunque no siempre ha sido así. Se desconocen otros
atributos de ese estado y todo parece indicar, como es natural dada la
heterogeneidad del movimiento, la existencia de desacuerdos más que
esenciales entre las fuerzas independentistas. Así que ignoramos y acaso
ignoraremos las notas centrales del nuevo Estado que se quiere crear.
Añado además, admitiendo por supuesto que no apunto a las aristas
nucleares del movimiento, que hay en él claras manifestaciones de
etnicismo antidemocrático que llegan a considerar no catalanes a
ciudadanos y ciudadanas que viven en este país simplemente por no hablar
frecuente o únicamente en catalán o por no defender una idea de
catalanidad próxima a la acepción más o menos dominante.
Hemos pasado
del catalán es todo aquel que vive y trabaja (o intenta hacerlo) en
Catalunya (que excluiría de hecho a un sector importante, el más
rentista, de las clases dominantes propias) al catalán es todo aquel que
lucha por la independencia y tiene la estelada en su corazón. No hace
falta dar referencias que están en la mente de todos. (...)
¿Serán algunos los buenos catalanes y seremos otros los malos
catalanes, los apátridas incluso, los botiflers, los colaboracionistas,
los agentes de la reacción en el seno del movimiento nacionalista? Con
una organización-movimiento que tiene estas y otras características muy
afines, ¿tienen que llegar a pactos y acuerdos los sindicatos obreros y
las federaciones de vecinos insumisas? Vivir para ver y discrepar. (...)
Si una vía de carácter federalista o afín no resulta triunfadora
momentáneamente porque las fuerzas de la España rancio-conservadora se
oponen a ella con todas sus fuerzas y con muchos miedos generados y
extendidos, entonces cogemos las velas, damos una patada a gentes
hermanas que sufren la misma opresión y nos vamos a otro puerto nosotros
solitos.
¿No habría que insistir, no habría que buscar otras
estrategias más fraternales y resistentes? ¿Por qué es sólo razonable la
secesión y la ruptura del demos general?
También, concluyen en
este punto, resulta insuficiente la simple aceptación del derecho a
decidir. No basta. Sin planes pro-activos para antes y después de su
ejercicio. Falta según ellos “una voluntad clara de diagnosticar el
problema, dilucidar responsabilidades y encontrar soluciones”. Sus
propuestas.
Empiezan con este curioso tono. Hay que aceptar de
una vez por todas (¿de una vez por todas? ¿Y eso por qué?) que la
cerrazón de unos, debe ser el gobierno central y sus proximidades, y la
tibieza de otros (¿estarán hablando de CiU o del tripartito?) han
dinamitado las propuestas de convivencia y han hecho ya imposible un
estado común. ¿Imposible un estado común? ¿Dónde está la demostración de
esa imposibilidad? (...)
La creencia de que la secesión de Cataluña “abre la posibilidad de
arrumbar con el régimen que desde hace siglos viene sufriendo el pueblo
español” es un lema que pretende influir en voluntades indecisas
olvidando la derechización “patriótica”, más que probable, que a medio
plazo y durante años se produciría en el resto de Sefarad por no hablar
de la inmensa división interna que se generaría en nuestra propia
comunidad y que dividiría más o menos por la mitad al pueblo catalán.
(Entre paréntesis: si es el pueblo español, incluido el catalán
supongo, quien sufre ese sufrimiento, ¿no debería ser este pueblo quien
emprendiera conjuntamente la urgente y necesaria tarea de emancipación?
¿No es acaso el 22 M, la marcha por la dignidad del pasado sábado y su
prolongación, un sendero que señala ese camino de unión y solidaridad?
¿Qué sentido tiene romper ese demos, separarse de esa comunidad
resistente y rebelde?)
La secesión de Catalunya, comentan los
autores, “es el símbolo de un fracaso secular en la acción de gobierno
de un régimen basado en al absolutismo y el clericalismo, de las clases
dirigentes que lo han apoyado y de los partidos que le han dado
cobertura”.
¿Están entre esas clases dirigentes, las clases dirigentes
catalanas? ¿A que sí? ¿A qué no puede ser de otro modo? ¿No han habido
partidos catalanes que han dado cobertura a ese régimen clerical y
autoritario? (...)
Sea como fuere, hablando de pobreza, uno mira la historia de Catalunya y
la actuación práctica, no retórica, de sus clases dirigentes y no ve
que tengan mucho que envidiar en sus actitudes a otras clases
desalmadas. ¿O no es el caso? ¿No hubieron franquistas en Catalunya? ¿No
se recuerdan las acciones patronales en las primeras décadas del siglo
XX? ¿No hubieron esclavistas catalanes? (...)
“sólo la izquierda transformadora puede liderar esa alternativa”. Para
ello, se sostiene, debe liberarse de sus propios prejuicios políticos
(¿qué prejuicios?, ¿el federalismo?, ¿el no independentismo? ¿Eso son
prejuicios?) y sentimentales añaden. A ver, a ver, un momento:
¿sentimentales? ¿La izquierda debe abandonar sus “prejuicios”
sentimentales, sus sentimientos de unión y fraternidad con los otros
pueblos de Sefarad? (...)" (Salvador López Arnal, Rebelión, 27/03/2014)
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