"Cuando a mediados del año pasado alerté del riesgo de un «accidente insurreccional», el establishment periodístico barcelonés me afeó el concepto.
El prestigioso Enric Juliana sentenció que era «gramática para atemorizar». Sin embargo, cada vez se habla más de que algo feo pueda ocurrir. (...)
Hace poco más un mes, cuando se desataron los disturbios
revolucionarios en la plaza Maidán de Kiev, no tuvo empacho en afirmar,
en un extenso documento de respuesta al primer informe del ministro García-Margallo, que «si el debate soberanista se cierra en falso, puede desembocar en una situación como la que vive Ucrania».
Paralelamente, Jordi Pujol aconsejaba como estrategia hacer mucho ruido en la calle y convertir Catalunya en un problema de la UE. (...)
Si los soberanistas aceptaran que no va a ocurrir nada el 9 de
noviembre porque nada pueden hacer sin cambiar antes la Constitución, el
proceso moriría al cabo de un minuto. Su estrategia, por tanto, es muy
clara: echar cada día leña al fuego, mediante encuestas sesgadas, como
la última del CEO, o una programada cascada de gestos y declaraciones
para que no decaiga la fiesta.
El propósito es que ocurra algo que evite
que el pleito entre en una vía muerta. Ahora bien, este tipo de juegos
son peligrosos. Mas va a intentar por todos los medios firmar el
decreto de convocatoria de la consulta, aunque sabe que luego los
tribunales la pararán. Busca un gran gesto que le salve la legislatura,
aún a riesgo de excitar a los sectores más radicales.
Y aquí es
donde entra en juego el poderoso entramado asociativo secesionista. La
hoja de ruta de la Assemblea Nacional Catalana está pensada para
desencadenar el accidente insurreccional en caso de bloqueo.
Su objetivo
es proclamar la independencia el día de Sant Jordi del 2015, de una
forma u otra. Su programa es un completo desvarío, pues se atribuye una
representación que no tiene. Vivir en la ficción conduce a peligrosos
autoengaños." (Joaquín Coll, El Periódico, 21/03/2014)
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