"Shalom, Fernando: hoy hace dieciocho años fuiste asesinado por
ETA en San Sebastián. Te acecharon desde un portal, salieron a la acera
tras tu paso y te dispararon a su manera: por la espalda.
Días después hicieron pintadas en la casa familiar, escupieron a tu
viuda por la calle y a tus tres hijos nos pusieron escolta policial.
Algunos llaman a eso conflicto, y los más pretenciosos hablan de
conflicto irresuelto, o algo así de hueco. No fuiste el primero ni el
último: muchos fueron asesinados antes, y muchos después.
Dispongo de
pocas líneas, y sólo puedo mencionar a los heridos, a los amenazados, a
los extorsionados, a los silenciados, a los que hubieron de marcharse y a
todos los que de mil maneras han padecido la persecución totalitaria de
estos aldeanos embrutecidos alrededor del crimen y de la sangre.
Más de
uno querrá partirme la cara por escribir así en San Sebastián, ahora
que la mugre política y la manoseada corrección imponen el idioma de la
paz, la convivencia, la normalización, la reconciliación, e incluso las
pomposas sensibilidades; como si los pistoleros tuvieran alguna.
Trampas del lenguaje de cartón-piedra, empleado con fingida
solemnidad por los que desviaban su mirada ante los cadáveres; los que
nunca tuvieron que mirar a sus espaldas o los bajos de su coche, ni
callar, ni bajar la voz, ni buscar compañías discretas a las que confiar
sus opiniones.
Nunca nadie les ofendió, ni lo temieron, e incluso de algún crimen
tuvieron noticia en la sidrería o al volver de la playa. En su
indolencia sugieren que las víctimas del terrorismo somos un obstáculo
para eso que llaman paz: paz por aquí, paz por allá, paz a todas horas,
paz hasta en la sopa, paz vestida de fiesta con procesos, ponencias y
foros. Ponen la guinda unos telepredicadores que suelen visitarnos desde
lugares remotos, con amplias sonrisas y mayores bolsillos.
Para qué querrán tanta paz, me pregunto, si los muertos os limitabais
a aguardar el turno de vuestro asesinato, ordenadamente y sin
protestar; cada uno a su tiempo, cada uno en su lugar.
Los tuyos seguimos como hace dieciocho años: ni olvidamos ni
perdonamos. Expresión de un pasado que no añoramos, que lanzamos al
futuro para que la memoria permita siempre identificar y señalar a los
criminales. Y desde la acera en que fuiste derribado, frente a los
profetas de una paz de neón." (RUBÉN MÚGICA, EL CORREO 06/02/14, en Fundación para la Libertad)
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