"(...) Tuve la suerte de conocer esa Barcelona
pionera en los setenta de la democracia y de una cultura sin mordazas y veo hoy
en mi entorno como callan mis colegas bajo el peso de una hegemonía cultural
que ha transformado ‘lo propio de esta Cataluña imaginada independiente’ en
norma social capaz de integrar o rechazar, sin miramientos. Yo misma he escrito
mucho sobre este tema desde los años ochenta.
Creo que es ocioso insistir en esos cambios obvios y observables en nuestro entorno.
Creo que es ocioso insistir en esos cambios obvios y observables en nuestro entorno.
Me interesa sí subrayar que el cambio ha sido impulsado por
unas élites poco capaces de apreciar la riqueza humana y cultural de la
pluralidad interna del país y de su entorno: las sociedades democráticas no son
monolíticas en ningún caso.
Esas élites catalanas, poco estudiadas con el rigor
y seriedad necesarias todavía, componen un grupo dirigente perfectamente capaz
de utilizar todos los recursos mediáticos y culturales para incidir en la
sensibilidad mayoritaria y acrítica, premiando la docilidad constantemente
desde los ochenta hasta ahora mismo. No hay improvisación sino diseño histórico
modelado a voluntad del programador de nuestra colectividad.
En eso, las élites burguesas catalanas que surgieron a
partir de los años setenta en sustitución de las antiguas élites de la burguesía
industrial conservadora (tan ambiguamente catalanistas como españolistas) han
sido muy hábiles en su estrategia moderada pero inagotablemente populista que
ha cultivado el victimismo más elemental.
También han sido siempre incapaces de
reconocer su escasa capacidad de gestión del día a día catalán y de conexión
con otras élites españolas, salvo con aquellas relacionadas con negocios sin
transparencia o políticamente complementarias (¿cuánto ha ayudado el cierre del
Gobierno Rajoy al crecimiento del independentismo?).
Esas nuevas élites han
heredado del franquismo algunos hábitos como el caciquismo transformado en un
clientelismo interesado que expresa perfectamente su idea de que el territorio
es algo así como su finca particular.
No hago otra cosa que intentar describir el panorama en el
que los catalanes nos hemos movido en las tres últimas décadas. ¿Y si la
realidad de la utópica independencia acaba siendo la reproducción de ese
caciquismo clientelar y monocorde? ¿No hay demasiada oscuridad en un proyecto
especialmente tocado por el populismo más claro? ¿Dónde están los líderes que
expliquen qué futuro concreto se vislumbra?
Nunca hemos leído en la prensa de
aquí artículos que analicen seriamente, con rigor sociológico, este tipo de
conductas y cabe preguntarse el porqué de tal silencio. El temor a represalias,
de cualquier tipo, es sin duda, importante.
Cabe imaginar que pese al silencio
quedan en Cataluña mentes capaces de analizar estas cosas con precisión, lo que
está claro es que esas tesis no gustan a quién es capaz de dar curso público a
su expresión. No existe transparencia alguna, salvo en escasos ejemplos. (...)" ('Elites toxicas, pluralidad enferma' por Margarita Rivière, Esquerra sese fronteres, 03/11/2013)
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