"Siempre hay regiones que gozan de mayor desarrollo económico que otras. Ningún lugar del planeta escapa a este fenómeno: el
progreso económico no se distribuye uniformemente por el territorio,
sino que siempre se concentra en unas zonas determinadas. (...)
Entendiendo por desarrollo el nivel de actividad económica que existe
(mayor número de empresas, de puestos de trabajo, de operaciones
empresariales, de compras y de ventas, etc), podemos ver esta asimétrica
distribución a escala local (en las zonas comerciales o industriales de
las localidades hay mayor actividad económica que en las
residenciales), a escala provincial (en las grandes capitales hay más
desarrollo económico que en los pueblos), a escala nacional (las
regiones industrializadas se ubican en regiones muy determinadas, como
Cataluña o el País Vasco en el caso del Estado español), e incluso a
nivel internacional (en Alemania hay mayor actividad económica que en
España).
Esto no es más ni menos que una característica intrínseca de la economía
como actividad que realiza el ser humano en sociedad (lo que no quiere
decir que no se pueda evitar o compensar si hay voluntad).
Existen
actividades económicas que funcionan como motores del desarrollo porque
por su propia naturaleza originan encadenamientos que activan otras
esferas económicas, produciéndose por lo tanto una propagación del
progreso económico (propagación que disminuye en intensidad
progresivamente y que tiene un final, al igual que las ondas que se
producen en el agua).
En principio cualquier actividad empresarial
genera encadenamientos de este tipo, pero lo cierto es que algunas lo
hacen en una escala superior a otras. (...)
Ahora bien, a medida que la actividad en cuestión genera mayores concatenaciones, mayor será su exclusividad; y al revés.
Por eso hay muy pocas fábricas de automóviles y muchas panaderías, por
poner un ejemplo.
Al igual que no tiene sentido que muchas localidades
sean capitales administrativas de una provincia, tampoco tiene sentido
que haya muchas fábricas de automóviles en la misma provincia. (...)
Precisamente por ello, la región que asuma en primer lugar esta responsabilidad se acabará viendo beneficiada en términos de desarrollo económico,
al mismo tiempo que estará impidiendo a otras regiones experimentar el
mismo fenómeno. Pero este desigual reparto de los beneficios económicos
no tiene por qué estar reñido c
on la justicia social, siempre y cuando
se pongan en marcha determinados mecanismos de transferencias entre las
regiones correspondientes. La solidaridad puede reequilibrar la
balanza al trasladar rentas desde la región favorecida hacia el resto de
regiones no favorecidas.
Se trataría de compensar en cierta medida
el coste que les supuso a las regiones desfavorecidas no haber sido las
receptoras de esos motores económicos de desarrollo.
Estos mecanismos de solidaridad son los que fueron diseñados para
comunidades como Cataluña o el País Vasco, que por diversos
acontecimientos históricos conformaron la cuna de la revolución
industrial española.
O como los diseñados para Alemania y otros países
del centro de Europa desde la creación del proyecto comunitario, después
de haberse atribuido la especialización en determinados sectores
industriales (con intensos focos de encadenamientos) mientras se le
encomendaba a países como España la especialización en el sector
turístico (con focos de propulsión económica más débiles).
Éste es el origen y la lógica de las transferencias fiscales y de rentas
que se producen desde regiones más desarrolladas hacia regiones menos
desarrolladas.
Desgraciadamente hay muchas personas que ignoran este
asunto, y ello les hace pensar que estos mecanismos de redistribución
son profundamente injustos; cuando lo único cierto es que suponen un
ejemplo formidable de solidaridad entre territorios movidos por el
deseo de deshacer las injusticias que se produjeron a la hora de acoger o
no en el pasado determinadas actividades económicas." (Eduardo Garzón, Artículo publicado en Andalucesdiario.es el 16 de septiembre de 2013)
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