"(...) La cohesión se ha demostrado fundamental para la acción colectiva de la
izquierda a nivel internacional y local, más allá de diferencias nacionales,
religiosas, lingüísticas, éticas o identitarias. La izquierda es eficaz cuando
o no se enfrenta a divisiones por dimensiones no materiales, o cuando es capaz
de superar estas divisiones mediante un relato compartido.
La historia de las relaciones entre nacionalismo y
socialismo o socialdemocracia es en este sentido muy ilustrativa.
El socialismo
democrático fue una de las víctimas del estallido de los nacionalismos con la
primera guerra mundial, pero se recuperó con la paz internacional que siguió a
la segunda. Desde un punto de vista “positivo”, economistas como Bandiera o
Roemer han mostrado desde perspectivas teóricas y empíricas cómo las élites
juegan a agrandar las dimensiones no materiales para dividir a las mayorías
partidarias de una mayor igualdad.
Desde un punto de vista “normativo”, ¿qué
criterio moral o de justicia social basado en ideas progresistas puede
justificar preocuparse por “los míos” y no por los otros o los de más allá?
La
existencia de razones históricas (ya sea el Holocausto para los israelíes o la
construcción de un estado centralizado de matriz castellana heredado del
franquismo en el caso español, u otras cargas heredadas en otras realidades)
justifica unas cosas pero no otras. Encontrar el acento justo no es fácil, pero
es un imperativo moral, porque de ello depende nuestra libertad. (...)
Quienes desde posturas pretendidamente
progresistas erosionan la cohesión de las fuerzas partidarias de una mayor
igualdad y deciden cabalgar en la ola de los nuevos vendedores de milagros,
oscilan entre la ingenuidad y la inmoralidad, pasando por el oportunismo.
No me
refiero a criticar a los partidos de la izquierda tradicional por su falta de
democracia interna y sus casos de corrupción, que eso está muy bien y es
imprescindible. Me refiero a, en lugar de hacer eso, dedicarse a ponerse detrás
de los movimientos populistas o identitarios cediendo a la presión social o
intentando ganar una fácil cuota mediática con la anti-política o con el
nacionalismo barato (de un lado o de otro).
Los partidos de izquierdas deben
evolucionar hacia organizaciones más modernas y democráticas, pero me resisto a
que sean sustituidas por movimientos populistas e identitarios cuyo liderazgo
intelectual parece ejercido por las secciones de deportes de cadenas de
televisión sectarias (en Cataluña, en el Madrid de la TDTParty, en Serbia o en
la Padania).(...)" (Francesc Trillas Jané, 06/08/2013)
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