"... el régimen político esloveno de las últimas dos décadas bien puede
ser denominado como ‘régimen de la independencia’.
En el período que va
desde el proceso de los ‘Cuatro de Ljubljana’,
en la primavera y verano de 1988, hasta la proclamación de la
independencia, que se materializó en junio de 1991 (y que incluyó un
breve conflicto armado con el Ejército Popular Yugoslavo), se desarrolló
un proceso secesionista que permitió a las élites marcar el ritmo de
sus relaciones con las grandes potencias sin la carga que suponía
la pertenencia a la federación yugoslava.
Desde entonces, los
componentes de esas élites han asumido como forma de legitimación su
propia participación en el proceso de independencia, ya sea haciendo
gala de ella (y compitiendo por los honores) o renegando de su
participación en el anterior régimen (y acusando de lo propio a la parte
contraria).
El ‘régimen de la independencia’ consiste
en el conjunto de instituciones (formales e informales) y valores que
han regulado el acceso al poder en Eslovenia en las últimas dos décadas.
Sin embargo, pensar en un cambio de régimen implica tomar nota de la
evolución de los elementos que le dieron su forma definitiva: las bases
sociales y las élites políticas. Las primeras forman parte de las
pequeñas burguesías que, como apunta Francisco Veiga en La Trampa Balcánica, surgieron del socialismo y que se desarrollaron especialmente tras las reformas liberalizadoras de los años sesenta. (...)
En Eslovenia fueron el sustento del crecimiento del nacionalismo en
los años ochenta; un proceso caracterizado por la prevalencia del
discurso economicista, derivado del hecho de que la república era la
entidad más vinculada a los procesos económicos de centro (i.e. aquellos
enfocados en la exportación de bienes industriales) y del relativo
atraso de las regiones periféricas a las que, argumentaban, debían
subsidiar (a la vez que hacían uso de sus materias primas y recursos
humanos).
Aquel discurso era fundamentalmente falaz. Como todo argumentario
nacionalista, extraía elementos de la realidad que, no por ser ciertos,
explican la complejidad de la situación.
Y no sólo fallaba la
interpretación del subdesarrollo del determinadas regiones yugoslavas.
Aunque Eslovenia ocupaba una posición central en la estructura económica
yugoslava y siguió actuando como uno de los principales actores
económicos en la región tras la disolución del país, su posición en
relación a la economía europea era la de periferia sujeta a los términos comerciales de los países más poderosos.
Ello se intentó compensar con voluntarismo político y un gran
entusiasmo de la población acerca de los beneficios de la integración en
la UE. Pero, ¿había otra opción? (...)
De hecho, no parece probable que el proceso soberanista se hubiera
lanzado con tanto ímpetu (o que se hubiera lanzado en absoluto) de no
ser por la existencia de un proyecto capaz de integrar al país fuera de
Yugoslavia. (...)
Hoy en Eslovenia se discute si las reformas estructurales, las
privatizaciones y la reforma del sector bancario, se llevaran a cabo sin
o con la intervención de la troika, por las buenas o por las malas, en
un momento en el que una parte de la población sufre las consecuencias
de la precarización. (...)
El crepúsculo del ‘régimen de la transición’ se observa primero en una
población que ya no cree en la existencia de unas instituciones que
velen por el futuro de sus ciudadanos. Dos millones de personas que en
los últimos años van tomando postura y que se disuelven en grupos de
patriotas sin Estado, nostálgicos del régimen anterior, hastiados y
algunos, otros, que con aplomo intentan abrirse paso para plantear
públicamente sus alternativas." (Carlos González Villa, Eurasian Hub, 4 de septiembre, 2013)
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