"Aquel 23 de enero de 1995 empezamos a caminar tambaleantes bajo la
presión de los terroristas, de su brazo político, de la intimidación
permanente, de la pintada después de cada asesinato, «Ordóñez- fascista-
asesino».
Cuando intentaban borrar la culpabilidad del verdadero
asesino y hacer parecer a la víctima, paradójicamente, responsable. En
una sociedad que miraba hacia otro lado. Sin el apoyo de las
instituciones. Pero avanzamos sabiéndonos cada vez más, siguiendo el
ejemplo de Goyo y de otros líderes después, como Fernando Savater,
rompiendo la mordaza que nos imponía el miedo.
Buscando la verdad hasta
tropezarnos con ella: Ordóñez es la víctima inocente. ETA es el asesino
culpable de su asesinato por el que debe pagar. (...)
Recuerdo también otro cuento asombroso, el de la solidaridad con las
víctimas del terrorismo, una de las grandes ficciones de nuestra absurda
democracia. El Estado se declara solidario con las víctimas del
terrorismo. Palabra de Ley. Pero esconde 326 asesinatos de ETA sin
resolver. Esconde su propia irresponsabilidad. Esconde el duelo
inacabado de 326 familias españolas. (...)
Nuestra democracia es insuficiente, no ha sabido amparar a las 326
familias que no han tenido Justicia. ETA nos ha perdonado la vida, y el
Gobierno y los partidos mayoritarios de este país se rinden ante tanta
generosidad y devuelven con gestos de humanidad tan compasiva decisión.
Y
lo más terrible: el retorno a la más indecente de las preguntas para
dar paso a otro cuento, el cuento final, el de la ‘construcción del
relato’. (...)
Me estremezco al pensar que han pasado casi 50 años desde que ETA
cometiera su primer crimen y que en este país se olvide cuál ha sido la
clave para devolver la dignidad a las víctimas, para reconocer la
verdad, para deslegitimar el terrorismo.
La eterna pregunta que dejaba
ETA tras su reguero de pólvora: quién es la víctima, quién es el
culpable. Y el significado profundo, toda la historia que esconden estas
palabras, la perversión con la que han sido manipuladas para ocultar la
verdad.
Siento escalofríos al leer y escuchar a cuántos se empeñan en
confundirnos esta vez con el cuento de la ‘construcción del relato’, un
relato que todos parecen tener prisa en escribir. Nos anuncian que «ETA
está derrotada»; pero desgraciadamente, ni se ha disuelto ni se ha
entregado, ni ha renunciado a su proyecto político inscrito tras la
siglas de Bildu.
A nuestros políticos no parece importarles mezclar a
demócratas con herederos de la política etarra, ni les molesta compartir
pasillo y tribuna institucional con los defensores del proyecto
político de ETA; e insisten en convencernos de su fantasía, nos repiten
una y otra vez, «ETA está derrotada». Deberán saber que así solo
consiguen legitimar a los herederos de ETA. (...)
Pero les pido al menos un asomo de honestidad en la construcción del
relato. No enreden a los ciudadanos en un apartado vital para nuestra
democracia: víctimas y asesinos son una verdad indiscutible, y lo es su
significado histórico, lo es la inocencia de las víctimas frente a la
culpabilidad de los terroristas.
Y son además una mezcla químicamente
imposible, socialmente irreconciliable, aberrante. No intenten manipular
su significado, borrar la raya roja que los separa, para construir un
relato en el que imperan los derechos de todos para ocultar o desdibujar
injusticias y crimen organizado, para confundir de nuevo a víctimas y
asesinos, a inocentes y culpables, legitimando así la perversa corriente
que afirma que son las dos partes de un conflicto.
De ser así, se
estará escribiendo el relato más injusto de la historia. Y el más
infame. Ya no somos niños. Algunos nos hemos hecho mayores de edad y
estamos hartos de tanto cuento y tanta fantasía." (ANA IRIBAR / VIUDA DE GREGORIO ORDÓÑEZ, EL CORREO 23/01/13, en Fundación para la Libertad)
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