27/2/13

La discutida aportación de los «gudaris» al esfuerzo de guerra de la República

"En el mes de enero de 1937, tanto el Ejército franquista como el republicano preparan sendas operaciones para descongestionar la angustiosa situación que presentaba el frente asturiano para los dos bandos.

Para los republicanos era esencial tomar Oviedo, así eliminaban el riesgo real de ataque directo a su retaguardia, las cuencas mineras, y liberaban a una enorme cantidad de tropas que podían emplearse en otros frentes. Si culminaban con éxito la operación se conseguiría mejorar la situación general del frente Norte y elevar la decaída moral en todo el bando republicano, en general, y en particular en el Norte.

Para los franquistas era imperioso terminar con la resistencia republicana asturiana y ocupar la zona minero-industrial. Así resolverían en parte el problema de la fabricación y aprovisionamiento de material de guerra, ante la posibilidad de que el Comité de No Intervención estableciese un control efectivo sobre los puertos franquistas.

 En este sentido, el general Franco encomienda a Mola, jefe del Ejército del Norte, que estudie la posibilidad de iniciar operaciones ofensivas en el frente asturiano y con este fin, durante todo el mes de enero, los efectivos franquistas se vieron incrementados considerablemente, llegando días antes de la ofensiva a alcanzar los 30.000 hombres.

Por esas mismas fechas, el 25 de enero, el jefe del Ejército republicano del Norte, el general Llano de la Encomienda, emite instrucciones para concentrar todos los esfuerzos del Norte republicano en lanzar una gran ofensiva sobre el frente de Oviedo, donde la situación táctica era, en principio, muy favorable para las armas republicanas, por el estrecho pasillo de aprovisionamiento que las fuerzas franquistas debían defender.

En un principio Llano de la Encomienda, con el fin de asegurar la victoria, quería que el Cuerpo de Ejército de Euskadi aportase a las operaciones 12 batallones, para contar con reservas suficientes que pudiesen explotar con garantía los éxitos iniciales. 

El lendakari José Antonio Aguirre se opuso desde el primer momento a esta operación, ya que quería iniciar una ofensiva en el frente guipuzcoano. Las discrepancias entre el general Llano de la Encomienda y el presidente vasco llegaron a su punto culminante cuando se estaban ultimando los preparativos para la ofensiva.

La situación llegó a ser tan tensa que en una carta remitida por el general Llano de la Encomienda al presidente José Antonio Aguirre se hacían las siguientes preguntas, incomprensibles para un general en jefe: 

«¿Las municiones son adquiridas para Euskadi o para el Norte? ¿El armamento es de Euskadi o del Norte? La oficialidad profesional del Ejército ¿depende del mando del Norte?» y por último preguntaba «¿Se reconoce la autoridad del general como jefe del Ejército del Norte constituido por tres Cuerpos de Ejército de Euskadi, Santander y Asturias?».

 Días más tarde, el gobierno vasco contestaba: «Todas las cuestiones relacionadas con la guerra y concernientes a la utilización de los efectivos humanos y del material del territorio de Euskadi, a excepción de la dirección de operaciones militares, son competencia directa del Gobierno de Euskadi y de su ministro de Guerra». 

Paradójicamente señalaba que «esto no debilita ni la debida coordinación de los esfuerzos militares ni la necesaria acción conjunta con las fuerzas de Santander y Asturias, que, con las de Euskadi, constituyen el Ejército del Norte».

 Al final del mes, cuando Llano de la Encomienda está empeñado en trasladar un importante contingente vasco a Asturias para asegurar el resultado de la ofensiva, José Antonio Aguirre afirmará:

 «Hasta que se apruebe la nueva organización, todas las fuerzas, instituciones y materiales que se encuentren en territorio subordinado al Gobierno de Euskadi estarán a disposición directa y en subordinación absoluta del ministro de la Guerra del mencionado Gobierno. Así pues, toda autoridad e institución deben de abstenerse de dar cualquier orden hasta que comience a actuar la nueva organización».

La menguada autoridad que el general jefe del Ejército Norte republicano tenía sobre sus mandos y tropas quedaba bien patente cuando a finales del mes de enero decía humildemente:

 «Pido a todos los mandos del Ejército la necesaria comprensión para facilitar la obra común, anteponiendo siempre los intereses generales a los parciales de los sectores propios y poniendo a contribución todo su esfuerzo para superar con su abnegación, como hasta el presente, las múltiples dificultades del mando».

La «Orden General de Operaciones número 20», de 25 de enero de 1937 para la gran ofensiva sobre Oviedo, establecía el encuadramiento de los distintos Cuerpos de Ejércitos en Brigadas Mixtas, señalando que los Cuerpos de Ejércitos de Asturias y Euskadi debían de tener a disposición del mando del Ejército del Norte cada uno 8 brigadas, y 5 el Cuerpo del Ejército Santanderino, para poder ser empleadas en el teatro de operaciones más conveniente.

 Al final el jefe del Ejército del Norte solamente consiguió que el presidente José Antonio Aguirre accediese a enviar 6 batallones para la ofensiva en Asturias, a los que se sumaría el batallón de filiación socialista Meabe, que desde el comienzo del mes de enero se encontraba operando en el frente de Oviedo, así como una sección de ametralladoras adicional perteneciente al batallón Ariztimuño. 

A su vez, sería trasladado a Asturias el Regimiento de Artillería Pesada de Bilbao, al mando del teniente coronel Losada, el batallón de carros de combate (20 carros de combate armados con cañón y 10 tanquetas).

A finales de enero y principios de febrero se producen importantes tensiones en los acuartelamientos de los batallones de filiación nacionalista, ya que tanto oficiales como tropa no estaban dispuestos a acudir a participar en una ofensiva fuera de la patria vasca.

Después de muchos tira y afloja, el Cuerpo Expedicionario Vasco, que parte el 7 de febrero para Asturias al mando del capitán de miñones -Policía de la Diputación de Vizcaya- Eduardo Vallejo, se compone de los siguientes batallones: el CNT n.º 3 o Isaac Puente; el UGT n.º 2 o Prieto; el socialista Perezagua; el Rusia, de la Juventudes Socialistas Unificadas; el Euzko-Indarra del pequeño partido Acción Nacionalista Vasca y el Amayur, perteneciente al Partido Nacionalista Vasco.

Algunos miembros del Euzko-Indarra, como el capitán Azurmendi, se mostraron decididos partidarios de acudir a la ofensiva asturiana, no así los oficiales y la tropa del Amayur, que a finales de enero, en su acantonamiento de Orduña, celebraron varias reuniones con otros mandos nacionalistas y llegaron incluso a esbozar un descabellado plan para levantar todos los batallones nacionalistas del Euzko Gudaroztea y proclamar una Euskadi independiente.

Las reticencias de los batallones nacionalistas fueron solventadas nombrando al comandante Cándido Saseta, uno de los conjurados del cuartel de Orduña, como jefe de la Brigada que formarían las unidades nacionalistas y el batallón socialista Prieto. 

Cándido Saseta había sido un capitán del cuerpo de ingenieros que nada más comenzar la guerra se puso a las órdenes de los dirigentes nacionalistas para adiestrar sus milicias y se convirtió en el jefe máximo del Euzko Gudaroztea, perteneciente a la comandancia de Azpetia. 

Estas tropas no habían entrado prácticamente en combate hasta el 1 de octubre de 1936, fecha en la que las Cortes republicanas aprobaron el Estatuto de Autonomía Vasco."         (

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