"Las balanzas fiscales, por su parte, son una herramienta contable que
calcula el saldo de la actividad financiera del sector público en un
territorio determinado. En el caso que nos ocupa, nos estamos refiriendo
a la balanza fiscal de la Administración central (incluida la Seguridad
Social) en un territorio concreto: se trata de medir la diferencia
entre los ingresos generados y los gastos realizados por esta en una
comunidad autónoma determinada.
Cuando el conjunto de ciudadanos de un
territorio paga una cantidad de impuestos que supera los beneficios que
recibe en forma de servicios públicos, se dice que esa región tiene
déficit fiscal. Por el contrario, cuando los servicios percibidos
superan los impuestos satisfechos, se dice que ese territorio tiene
superávit fiscal.
¿Por qué existen esos déficits y superávits? Podemos
hablar de dos razones fundamentales:
- La decisión del Gobierno central de gastar proporcionalmente más en unos territorios que en otros por motivos de necesidad u oportunidad política.
- El funcionamiento automático de las distintas políticas públicas.
En efecto, el Estado puede destinar un volumen de gasto mayor a una
región determinada en un momento concreto. La creación de
infraestructuras es un magnífico ejemplo de esto. Mientras se está
acometiendo una inversión —por ejemplo, una carretera—, la balanza
fiscal del territorio donde esta se localiza arrojará un saldo más
favorable.
Sin embargo, una vez finalizada la inversión, podría parecer
como si la Administración central nunca hubiese invertido allí. Sin
embargo, persiste la corriente de servicios generada por la
infraestructura. (...)
La segunda razón por la que puede haber un saldo fiscal negativo (o
positivo) es mucho más importante desde el punto de vista cuantitativo:
las herramientas redistributivas del Estado de bienestar.
Comencemos por
el lado de los ingresos. Una de las principales figuras de nuestro
sistema tributario, el impuesto sobre la renta, es de carácter
progresivo. Esto significa que las personas con mayor nivel de renta
contribuyen proporcionalmente más.
Cuando una comunidad autónoma tiene
más residentes de renta alta, la carga que soporta el conjunto de su
población es proporcionalmente mayor, pero eso no significa que sus
ciudadanos hagan un esfuerzo fiscal mayor, ya que el impuesto que se les
aplica es el mismo que a quienes residen en otros territorios.
Por el lado de los gastos, una de las prestaciones que tiene mayor
impacto redistributivo son las pensiones. Donde haya un porcentaje mayor
de pensionistas existirá un mayor beneficio de la Seguridad Social.
Pero no porque sus prestaciones sean mejores, sino porque hay un mayor
volumen de beneficiarios. Lo mismo ocurre con la prestación por
desempleo: en momentos de crisis como el actual, los territorios con un
mayor volumen de parados con derecho a prestación perciben
proporcionalmente más beneficios que aquellos en los que el paro es
relativamente menor.
La combinación de unos y otros instrumentos hace que las comunidades
más ricas, en las que el paro y el envejecimiento relativo suele ser
menor, contribuyan proporcionalmente más a sostener el presupuesto del
Gobierno central (y de la Seguridad Social), y perciban un flujo de
beneficios menor.
Dicho de otro modo, la actual estructura de ingresos y
gastos públicos implica, inevitablemente, la existencia de un déficit
fiscal en los territorios donde viven más ciudadanos de renta alta. (...)
Se argumenta que una reforma del diseño del sistema de financiación
autonómica permitiría cambiar no solo la magnitud sino también el signo
del saldo de la balanza fiscal. Sin embargo, nada más lejos de la
realidad: el peso de las transferencias que el Gobierno central
distribuye a través del sistema de financiación autonómica apenas superó
el 10% del presupuesto total consolidado de la Administración central
en 2010.
Por lo tanto, parece poco probable que esas transferencias sean
las principales responsables del saldo de la balanza fiscal,
especialmente si se comparan, por ejemplo, con la importancia
cuantitativa de las pensiones.
Si los resultados del sistema de financiación no se consideran
adecuados, por injustos, porque se considera que las transferencias
interregionales son demasiado (o demasiado poco) solidarias, podemos
reformar su diseño, los criterios de distribución, las reglas de
evolución en el tiempo, etcétera.
Pero es difícil que solo con esas
reformas cambiemos de forma significativa los flujos financieros
generados por el Estado (el saldo de la balanza fiscal).
Por eso queremos insistir en que, cuando se critican el signo y la
cuantía del saldo de la balanza fiscal, lo que se está cuestionando en
realidad es la estructura del Estado de bienestar y las políticas
redistributivas que este implica.
La puesta en marcha a nivel nacional
de políticas públicas menos redistributivas reducirá, sin duda, los
saldos negativos de las balanzas fiscales de las comunidades autónomas
más ricas. Pero eso tiene poco que ver con el sistema de financiación
autonómica." (
Miguel Ángel García Díaz /
Jesus Ruiz-Huerta Carbonell /
Ana Herrero Alcalde /
Javier Loscos Fernández /
José Manuel Tránchez Martín /
Carmen Vizán Rodríguez , El País, 22 NOV 2012)
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