"Es simplemente desmoralizante desde un punto de vista ético contemplar
cómo casos como el de Cataluña nos devuelven al principio del siglo XX, a
la mentalidad de posguerra, cuando la noción de que un único Estado
podía abarcar más de una nacionalidad parecía imposible —de ahí la
profusión de tratados específicos sobre minorías durante la desaparición
de los imperios otomano y austro-húngaro.(...)
Sí, cierto es que vascos y catalanes sufrieron muy serias injusticias
históricas antes de la llegada de la democracia a España. Y siento una
enorme, y digo enorme, empatía y simpatía hacia los catalanes que
quieren vivir y reivindicar su cultura y su identidad política propia.
Para miles de ellos, quizá para la mayoría, se trata de esto. Pero jugar
«la carta de Franco» como justificación para la secesión es solo una
hoja de parra para tapar un egoísmo económico y social seriamente
equivocado, un orgullo excesivo cultural y nacional y la ambición
desnuda de los políticos locales. Además, va diametralmente en contra
del sentido histórico de la integración europea.(...)
A veces se dice que los principios de democracia y autodeterminación
requieren poder decidir a través de un referéndum. Pero, por supuesto,
esta afirmación ignora la pregunta de quién es el sujeto político con
derecho a determinar si la nación histórica —incluso si está compuesta
por varias nacionalidades— he de romperse, permitiendo así la secesión.
¿Permitimos a cada «minoría» cultural, política y lingüística en Europa
que celebre un referéndum sobre secesión e independencia? ¿Los corsos?
¿Los bretones? ¿Los galeses? ¿Los germanohablantes del Alto Adige?
La lista es interminable, dada la fantástica riqueza cultural de Europa.
¿Por qué no habrían de ser los franceses en conjunto, o los británicos
en conjunto, o los italianos en conjunto, los que puedan decidir el
futuro de su propio Estado?
¿Por qué habrían ser los catalanes, y no el
conjunto de ciudadanos españoles los que puedan decidir la ruptura de su
reino? No hay una respuesta evidente a esta pregunta. Yo argumentaría
que solo bajo condiciones de verdadera represión política y cultural se
puede presentar de modo convincente el caso para un referéndum regional.
Con su extenso (aunque profundamente defectuoso) Estatuto de Autonomía,
los argumentos catalanes a favor de la independencia producen risa y
son imposibles de ser tomados en serio; argumentos que además abaratan y
resultan insultantes ante otros casos meritorios, aunque inconclusos,
como el de Chechenia."
(Independència i Unió Europea, de Joseph H.H. Weiler, catedràtic de la Facultat de Dret de la Universitat de Nova York. Caricatunya, 06/11/2012)
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