"Esa excesiva personalización de la campaña se ha vuelto contra Mas.
La prensa internacional ha hablado de su “fracaso”, pese a la amplia
mayoría nacionalista y potencialmente soberanista salida de las urnas. Y
ello porque la pérdida de 12 escaños significa que no solo no ha
atraído votantes de otras banderías, sino que ha sido desautorizado
desde la suya.
Eso no puede dejar de afectar a su autoridad para
encabezar algo tan traumático como la separación de España. No obstante
lo cual, mantiene su proyecto de convocar un referéndum de
autodeterminación en esta legislatura.
Artur Mas y muchos otros, incluidos algunos no nacionalistas, dan por
supuesto que hacerlo es un derecho indiscutible. Derecho de
autodeterminación: suena bien, transmite una sensación de importancia.
Sobre todo si se enuncia como “derecho a decidir”. ¿Quién puede estar en
contra de que los habitantes de un territorio decidan sobre su futuro?
Sin embargo, no es algo tan evidente como parece. (...)
Quienes reclaman la autodeterminación juegan con ventaja: si ganan el
referéndum, habrán colmado sus aspiraciones; y si no, nada pierden:
vuelven a la situación anterior de autogobierno, reforzado por el
precedente creado. Para que fuera un procedimiento equilibrado entre las
opciones planteadas tendría que implicar el riesgo de perder el nivel
de autonomía alcanzado en caso de no prosperar la propuesta.
Algo
obviamente imposible en la práctica, por lo que la única alternativa es
que exista un compromiso de lealtad que implique la renuncia (expresa o
tácita) a plantear la autodeterminación. De ahí la incoherencia de
fórmulas como la de un “federalismo con derecho a decidir”, que
significa estar a la vez a favor y en contra de la autonomía.
El nacionalismo catalán respetó ese compromiso tácito durante 23
años, con Jordi Pujol al frente. Pero ahora es él mismo quien lo
cuestiona con el argumento de que, a la vista de la intransigencia
española, la independencia es necesaria para que Cataluña “no
desaparezca”, como dijo hace unas semanas en la Cadena SER.
Resulta
chocante considerar que la supervivencia de la identidad catalana está
en peligro precisamente cuando dispone de un autogobierno y unas
potencialidades culturales mayores que nunca; pero esa retórica
tremendista actual de Pujol avala el tono exaltado de algunos juristas y
periodistas catalanes, que han acabado interiorizando el estilo
inflado que antes atribuían a la política y la prensa madrileñas.
La independencia no es una competencia más a negociar, sino una
ruptura extrema que afecta personalmente a muchas familias de las dos
partes que se dividen. Por eso, la autodeterminación no es un derecho
unilateral que el Estado deba reconocer, excepto en situaciones
coloniales.
Y si la independencia “significa revolución”, como decía el
vasco Landeta, considerar que existe un derecho irrenunciable a la
separación unilateral equivale a suponer que las constituciones tengan
que incluir el derecho a hacer la revolución." (El País 29/11/12, Patxo Unzueta, en Fundación para la Libertad, 29/11/2012)
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