"El Estado español, contrariamente a otros Estados europeos, fracasó en
este empeño. No así, como vemos, Cataluña o el País Vasco, que supieron
aprovechar las instancias políticas de autogobierno para normalizar a
sus habitantes en la elección de la identidad “correcta”.
Lo
consiguieron, eso sí, a medias. Según una encuesta publicada por el
diario Ara el mismo 11-S de la gran manifestación, únicamente
un 27,3% de los habitantes de Cataluña se consideran “sólo catalanes”.
El resto se adscribe a identidades mestizas española/catalana de
distinto signo, lo cual parece que no es óbice para que, siempre según
las encuestas, una ligera mayoría esté hoy a favor de la independencia.
Y
en este movimiento dirigido a aparcar o anular a la otra identidad
sentida seguro que ha tenido mucho que ver la sensación de agravio
agudizada por la crisis. El caso es que esta se ha visto por parte de la
élite nacionalista como una perfecta occasione maquiaveliana para dar
el golpe de mano y tomar el palacio de invierno. (...)
Constitucionalmente la hoja de ruta es clara. Los intereses afectados
también. Pero en estas ocasiones gobiernan las emociones y las pasiones,
no la razón.
Y ahí quienes más tenemos que perder somos los
“daltónicos” para los sentimientos nacionales, los que no dejamos de
pensar que los países son una contingencia de la historia y no un a
priori, los que creemos que el individuo y sus derechos están por encima
de las tribus y que construimos nuestra identidad a partir de toda una
pluralidad de rasgos sin absolutizar ninguno de ellos.(...)
Entretanto, los políticos nacionales actúan como si esto no fuera con
ellos. ¿A qué esperan para reunirse, para articular una respuesta
“política”? Parapetarse detrás de la Constitución o de vagos reclamos
federalistas no resuelve nada.
Hay que anticiparse al despertar del
nacionalismo español para encauzar el conflicto por la vía de los
intereses, no de las pasiones. Hacer números y pedagogía en uno y otro
lado, y llegar a acuerdos. Y, si no, atenerse a las consecuencias. Unos y
otros." (
Fernando Vallespín El País, 27 SEP 2012
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