"El pasado martes, en la conferencia -espléndida- de Félix de la
Fuente en Ágora Socialista, alguien hizo una pregunta sobre viabilidad
de la independencia de Cataluña dentro de la Unión Europea. Félix de la
Fuente fue funcionario en Estrasburgo, jefe durante años de la sección
española de traductores del Parlamentum.
Por tanto, conoce el
paño. Su respuesta fue tajante: ninguna. Porque para admitir a Cataluña
como miembro de la UE se necesitaría la unanimidad de los estados
miembros. Y suponiendo, que ya es suponer, que España avalara la
candidatura catalana, quien la iba a vetar es Francia: con total seguridad.
Recuerden el pas d’histoires, messieurs, pas d’histoires
con que fueron recibidas por Clemenceau las demandas de autonomía de
los catalanes que se personaron en el Pacto de Versalles hace casi un
siglo.
Lo bueno viene ahora. Un contertulio explicó su experiencia personal
en Bruselas. Asistían a una reunión de las Regiones de Europa. En la
comida coincidió con el eurodiputado convergente Ramon Tremosa. Le preguntó si iba a plantear el horizonte de independencia de Cataluña.
La respuesta del eurodiputado: “Aquí conocen la realidad, y saben que eso es imposible”.
Entonces lo vi claro: precisamente por eso, porque es imposible,
insisten tanto en la independencia. ¡Oh paradoja! El independentismo
funciona porque y en la medida en que la independencia es imposible.
El independentismo, ya lo he dicho en otros escritos, no pretende la independencia: lo que pretende en realidad es… el independentismo.
Es un brindis al sol, un órdago sin cartas, es como la amenaza del
fanfarrón del soneto de Cervantes, que ‘caló el chapeo, requirió la
espada / miró al soslayo, fuese, y no hubo nada’.
Cuando Mas, Mascarell,
Oriol Pujol, o su mismo padre, insinúen -normalmente con medias
palabras- que nos vamos a hacer independientes, piensen a) que hay algo
que quieren ocultar o que no se note: efecto trilero, b) que no se
juegan realmente nada, c) que lo hacen como estrategia de acollonimiento del contrario, y d) que se merecen una pedorreta por respuesta.
Porque eso sí: hablan tanto de la independencia, y con tanta pasión
-hasta parece que se lo crean-, que merecerían que se realizara. Que un
día España les dijera “vale, lo entendemos, a fuer de demócratas no
podemos reteneros contra vuestra voluntad, esto no es una cárcel de
pueblos como decís, sino un estado de ciudadanos libres, etcétera”, y
que propusiera un tratado de separación pacífica.
Me imagino a los
independentistas más conspicuos “òstia, no fotem! ¡No hay que tomárselo al pie de la letra! Es que los españoles os lo tomáis todo a la tremenda, ¿eh? Hablemos, parlem-ne!“." (lavozdebarcelona.com, 24/07/2012, Jesús Royo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario