“Desde el punto de vista de la teoría de la justicia, [el derecho a
decidir] no se sostiene [en] el esquema que nos están planteando. ¿Por
qué? Porque, en el fondo, antes del derecho a decidir hay otro que es el
que tienen los hombres libres, que es decidir si tiene que haber
derecho a decidir.
Esta es la primera decisión. ¿Y quién lo decide?
¿Todos o los sujetos del derecho a decidir? Esta es la pregunta, desde
el punto de vista de la teoría de la democracia. ¿Quién es el sujeto de
la primera de las decisiones?”.(...)
El dirigente del PSOE, sin embargo, pese a encontrarse en minoría (y
con un público ciertamente hostil), ha demostrado durante su
intervención todo un arte de la oratoria y argumentos
jurídicos para defender “un federalismo plural, abierto, diverso, basado
en una indiscutible lealtad a la federación”.
Caamaño ha recordado algo que generalmente se olvida: “El federalismo
alberga ideológicamente una pretensión unionista, mientras que el
derecho a decidir, que no es un eufemismo, es un concepto bien
inteligente en términos del lenguaje político y comunicación política,
una forma de reivindicar la secesión“.
Ha denunciado que hay ciertas trampas planteadas por
los defensores del concepto derecho a decidir, nueva estrategia
política de los que antes defendían la autodeterminación de Cataluña,
como es la de asegurar que se es más demócrata si se defiende, acepta y
cede ante aquellos defensores del concepto:
“Defender la unidad, desde una posición de absoluta libertad, parece algo como puesto en entredicho por la teoría democrática, parece que uno tiene que poder decidir y que, en la medida que yo no le permito decidir, porque defiendo la unión, soy menos demócrata que el que lo demanda. [...]
El uso estratégico de la reivindicación secesionista, unido, en mi opinión, a una inteligente revisión siempre hacia el futuro: nos iremos cuando llegue el momento, mientras tanto trabajamos; han permitido sostener una suerte de estatus condicional que los juristas explicamos de manera muy fácil y que políticamente podríamos explicar de la siguiente manera: si no se me reconoce algo tan democrático como mi derecho a decidir, al menos tendrá que admitir usted que me reconozca el derecho a estar en la medida y en la forma que yo quiera, es decir, de manera unidireccional o unilateralmente acomodada para mí. Y esto sí es una verdadera falacia”
El ex ministro ha confesado que, ilusionantemente, buscó argumentos
para anteponer la democracia a la Constitución, para defender un derecho
a decidir o referendo por encima de las leyes. Pero ha indicado,
tajantemente, que, personalmente, no ha encontrado solución a esa dicotomía
pues siempre encuentra una trampa:
”Hay algo así -voy a ser algo
exagerado- como una suerte de victimización que hace que los unionistas
parezcan sujetos poco democráticos, mientras que los secesionistas sí
estarían cargados de razón democrática”.
No se ha quedado ahí, en la superficie. El dirigente del PSOE ha explicado su posición:
“Usted no puede querer estar en una asociación y fijar las reglas para todos los asociados, o estar en una asociación pero ser distintos del resto de asociados. Usted puede estar o no estar. El problema es que en la política, a veces, interesa más esta estrategia de eso lo haré cuando llegue el momento, mientras tanto quiero lo que quiero. Y llevamos 30 años en algunos temas viviendo en esta permanente tensión”.
Y ha entrado a desmontar la “mitificación del relato democrático en
relación con el derecho a decidir” y la derivada política del primero,
de que “quien quiere lo más puede lo menos”. Para
Caamaño, estas dos teorías que defienden los partidos nacionalistas y
las asociaciones independentistas no tienen base democrática.
“La libertad del individuo no es más que autodeterminarse en sus
contextos” pero, cabe recordar, ha señalado el ponente, “también en las
sociedades democráticas, no siempre un ciudadano puede hacer todo lo que
quiera. No permitimos a alguien que decida renunciar a sus derechos
fundamentales, por mucho que se quiera autodeterminar. La comunidad no le permite a una persona decir yo quiero ser esclavo. Le dirá: usted no puede ser esclavo, porque la libertad no es algo solo suyo, es de más, y todos decidimos también”.
Y ha añadido:
“Desde el punto de vista de la teoría de la justicia, [el derecho a decidir] no se sostiene [en] el esquema que nos están planteando. ¿Por qué? Porque, en el fondo, antes del derecho a decidir hay otro que es el que tienen los hombres libres, que es decidir si tiene que haber derecho a decidir. Esta es la primera decisión. ¿Y quién lo decide? ¿Todos o los sujetos del derecho a decidir? Esta es la pregunta, desde el punto de vista de la teoría de la democracia. ¿Quién es el sujeto de la primera de las decisiones?”.
Caamaño ha insistido en que el poder de autodeterminación que tiene un Estado incluye a todas sus partes,
“no es que el Estado sea un sujeto y la parte, otro”. Todos estamos en
la misma realidad, aunque algunos quieran cambiarla o violentarla.
En este sentido, el segundo mito viene a colación. Los partidos
nacionalistas “trabajan para reivindicar una posición que esperan que
nunca se cumpla porque, el día que se cumpla, dejarán de existir como
partidos”.
Así, son los propios partidos nacionalistas, y las entidades
que comparten ideario, los que generan “una forma de acción política” y
una estrategia perniciosa: ir alimentando un público dentro de un Estado que si se va pierde el sentido reivindicativo.
Pese a que no se ha manifestado estar “en contra” de la secesión
dentro de un Estado, sí ha dejado claro que, en este caso, se debería
hacer “dentro de determinadas reglas”. Sin embargo, sí se ha manifestado
en contra de que esto sea un derecho y que esté vinculado a la teoría de la democracia.
Llevado el tema, muy teórico, a la realidad española, el ex ministro ha recordado su experiencia como uno de los negociadores de las reformas de los estatutos de autonomía:
“En pleno proceso de negociaciones estatutarias, no solo con Cataluña, una buena mañana me levanté y sentí una curiosa impresión: comencé a constatar que aquel día Cataluña solo era un aeropuerto, que Andalucía solamente era un río y que todo el sentimiento identitario de los canarios se resumía en un debate acerca de si las aguas entre islas debían de regularse por el Estatuto de un Estado archipielágico o era un archipiélago de estado. [...] Tantas horas de debate, tantas horas de discusión acerca de qué significa nación, nacionalidad, qué títulos competenciales acorto o no, y de repente, si doy un aeropuerto, Cataluña tiene ya conciencia nacional, si doy un río a Andalucía, he reivindicado los colores de su bandera y se siente reconocida, y Canarias ha satisfecho sus pretensiones”.
Entre un punto de autocrítica y un punto de defensa del federalismo o
unionismo, Caamaño ha señalado que “los estatutos de autonomía se han
interpretado como si fuesen constituciones y hemos
reproducido sin mucha reflexión en los propios estatutos instituciones
del Estado de escasa rentabilidad desde el punto de vista institucional:
no bastaba con tener un CGPJ que hemos querido tener 17″.
Se han creado, ha añadido, estatutos como textos de “hiperdensidad” donde se ha querido recoger todo tipo de normas y dejar por escrito algo que pudiera plegar la realidad “a nuestros deseos”.
Caamaño ha criticado que “hemos estirado la lectura de los textos normativos” convirtiéndolos en “legislación masiva” y tergiversando la intención del constituyente de 1978. Para muestra, un ejemplo:
“Donde la Constitución dice ‘las CCAA podrán asumir competencias en’, el Estatuto de [Autonomía] Cataluña de 1979 llevó a cabo una primera y maravillosa mutación constitucional casi desapercibida, porque donde la Constitución dice eso, el Estatuto de Sau dijo ‘son competencias exclusivas’ estas, las del 148. La Constitución no dice si hay competencias exclusivas o compartidas o de otro tipo, solo dice que las CCAA ‘podrán asumir’ y aceptamos todos con absoluta naturalidad ese cambio. Y esto nos llevó después a hablar de qué tipos y debates posteriores de competencias tenemos, cuales son exclusivas y no exclusivas, y cuales compartidas y cuales recurrentes”.
Mientras que, ha enumerado, “en este camino hemos enterrado las leyes del 150, las leyes de armonización murieron el día que se dictó la sentencia de la LOAPA, y adiós muy buenas, las leyes de delegación, en mi opinión, han muerto en el último proceso estatutario, y adiós muy buenas, y las leyes marco, ni siquiera han llegado a vivir”.
Finalmente, ha defendido el federalismo entendido como “una defensa
sin complejos de la democracia y de la libertad de la unión” y ha
reivindicado que los unionistas o federalistas “somos tan demócratas como los secesionistas y, por tanto, también podemos defender nuestras posiciones”.
“La unidad no es negar la diversidad, pero sí es poner fin a la
negociación permanente de libertades”, ha asegurado, antes de pedir que
se trabaje por “una lealtad a un proyecto común que reconozca las
diferencias, pero, una vez conseguido, lealtad a ese proyecto común. No
negociemos más, históricamente, las lealtades, uno y
otro día, y otro día”. Parece que la solución a la desorientación
ideológica en la que vive el PSC no debería buscarse muy lejos." (lavozdebarcelona.com, 30/06/2012)
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